Transcurría la noche de un viernes común, la calle estaba desolada, se acercaba la hora de cerrar los locales e ir a casa. Édison y su compañero de trabajo cuadraban la venta del día en la caja registradora de una farmacia ubicada en Puembo, al nororiente de Quito.

Ese era el requisito obligatorio antes de salir. De pronto, dos clientes ingresaron al lugar, portaban casco de motociclista.

Preguntaron si tenían vitamina C, uno de los vendedores respondió que sí. En ese instante uno de los sujetos sacó un arma de fuego, el otro un cuchillo, cerraron la puerta metálica e ingresaron a las cajas.

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Al ver el arma se asustaron, entregaron todo lo que vendieron en el día, aproximadamente eran unos $ 500. Sin embargo, los delincuentes buscaban algo más.

Édison y su compañero fueron trasladados hacia el interior del local. Fueron puestos en el piso, entre las vitrinas que tienen los diferentes medicamentos. Empezaron a gritar por la ubicación de una caja fuerte, ellos respondieron que no tenían. Los delincuentes empezaron a agredir a los trabajadores y buscaron en los anaqueles, hasta que encontraron la caja fuerte.

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“Procedieron a golpearme en la espalda y a mi compañero tratar de lastimar con el arma blanca, de repente me conmoví por la reacción de mi compañero y recordé a uno de mis hijos, con cada golpe y patada que recibía mi compañero. Me daba una sensación de ira en contra de estos individuos”, expresó Édison.

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Los delincuentes pedían la clave de seguridad, sin embargo, ellos no la sabían, solo el dueño de la farmacia. “Danos la clave de la caja fuerte o matamos a tu compañero”, gritaron los antisociales. Entonces, le nació una idea a Édison. Él les respondió que necesita enviar un mensaje a su jefe para obtener la misma, que ese siempre ha sido el protocolo.

Uno de los delincuentes le acercó el celular a Édison, pues les habían quitado al ingresar a las cajas registradoras. Édison envió: “por favor enviar la clave de la caja fuerte”, en ese momento el jefe comprendió que estaban en peligro y activó la alarma desde su celular.

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Los asaltantes se asustaron e iniciaron su escape, Édison se incorporó y salió tras ellos. Antes de que abandonen el lugar, se lanzó contra el sujeto que tenía el arma blanca y empezaron un forcejeo. Logró que suelte el arma, la puerta de metal seguía cerrada, pero el primero de la banda, que sí logró salir, regresó y empezó a herir a Édison con el cuchillo.

De pronto llegaron dos mujeres, de inmediato reconocieron que eran dos personas que acudieron a la farmacia días atrás. En ese momento levantaron la puerta enrollable y empezaron a correr. Édison gritó por ayuda, y los vecinos salieron al lugar. Uno de los asaltantes fue detenido a media cuadra de distancia, las mujeres en el lugar y el otro sujeto escapó.

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La gente empezó a encender los ánimos por dar un castigo a mano propia, hasta decidir empezaron por incendiar una de las motocicletas en las que planeaban la huida. Proponían amarrar a los delincuentes contra el poste y empezar a golpearlos. Sin embargo, la Policía llegó al lugar y tomó el orden en la situación.

Un dependiente de farmacia se enfrentó a delincuentes que amenazaron con quitarle la vida y la de su compañero. Foto: Captura de video

Los tres sujetos fueron trasladados a la Unidad de Policía Comunitaria (UPC), entre los gritos y empujones de los habitantes. Finalmente fueron puestos a órdenes de la justicia, dos guardan prisión preventiva y una mujer obtuvo medidas alternativas, pues se encuentra embarazada.

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Édison recibió varios puntos de sutura en su pierna y mano, ahora está recuperándose, aunque el miedo con mezcla de indignación no se ha ido, solo espera que los delincuentes paguen por su delito. (I)