Hay quienes ya decidieron su respaldo a cierto candidato, pero públicamente -por miedo al qué dirán, a los reproches o a las burlas- dicen que votarán por otro. Hay algunos que no expresan abiertamente por quién van a sufragar porque no quieren influir en terceras personas o también por vergüenza, y dicen que el voto es “secreto”. Y, finalmente, hay quienes no dicen nada porque realmente no han decidido su apoyo a ninguna de las opciones y pueden cambiar de opinión a última hora.

Estos tres tipos de comportamiento de los electores reciben diferentes nombres, según analistas consultados por este Diario, cuando faltan pocos días para volver a las urnas y elegir a las autoridades seccionales y a los siete vocales del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, y pronunciarse en el referéndum promovido por el presidente Guillermo Lasso.

Al primero, Francis Romero, director de la encuestadora Click Report, lo describe como “voto vergonzante” o “voto de la vergüenza”. “El Ecuador tiene una larga trayectoria de elecciones en las cuales el ciudadano se ha avergonzado de por quien va a votar”, dice el analista, que cita como ejemplo las elecciones de 1996, cuando Abdalá Bucaram le ganó inesperadamente a Jaime Nebot.

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“En toda elección va a haber un porcentaje del electorado que tenga este voto vergonzante, mínimo un 10 % y puede llegar hasta el 15 %, yo creo que en todas las últimas elecciones desde 1966 hemos tenido reiteradamente estos mismos episodios”, dice Romero.

“Mucho vemos ahora que los políticos con un historial en la Función Judicial tienen simpatía de la ciudadanía, puede haber gente que va a votar por uno de ellos”, agrega.

Para las elecciones del próximo 5 de febrero, de los más de 62.000 candidatos hay quienes enfrentan procesos penales, entre ellos, Jorge Guamán, quien era prefecto de Cotopaxi, y ahora aspira a llegar a la Alcaldía de Latacunga; y Jorge Yunda, quien busca ser nuevamente alcalde de Quito.

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Guamán estaba siendo investigado por delincuencia organizada, pero una jueza dispuso la suspensión de la investigación, luego que su candidatura fuera aceptada. Mientras, Yunda era uno de los 14 procesados por el delito de peculado por la sospecha de irregularidades en la adquisición de 100.000 pruebas para detectar COVID-19 por parte de la Secretaría de Salud del Municipio de Quito. Además, el Tribunal Contencioso Electoral suspendió por dos años los derechos políticos del exalcalde y lo sentenció al pago de una multa de 30 salarios básicos por incurrir en una infracción electoral grave.

Esteban Ron, decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas de la Universidad SEK, describe al segundo tipo de comportamiento como voto “secreto”, que es aquel que no se manifiesta de manera pública por varias razones, sea por miedo a la crítica o por no influir en otros.

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El analista advierte que no es lo mismo que el “voto oculto”, que se manifiesta “cuando no se conoce el número de electores dentro de una circunscripción y que realmente le cambia las proyectivas”.

Ron dice que en los próximos comicios sí habrá voto “secreto”. Y cita como ejemplo a Quito, donde hay aspirantes que, según él, son socialmente rechazados, pero que de todas maneras tendrán apoyo de una parte de la ciudadanía.

“En el caso de Quito está el candidato (Jorge) Yunda, quien efectivamente tiene un proceso penal en su contra y señalar socialmente un apoyo al mismo en virtud de la reprimenda social o del escrutinio social sí podríamos decir que hay un (sufragio secreto)”, apunta.

Asimismo, comenta que el caso es similar para quienes van a votar por Revolución Ciudadana. “Con miedo al escrutinio social o a la crítica social no lo dicen”, anota.

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Ron se refiere a tres fenómenos para el sufragio secreto. Dice que en el primero se debe hacer una separación de acuerdo a las provincias y a los estándares culturales de cada región. “No se puede encasillar al país en toda una definición”, asegura.

En ese contexto, señala que en provincias de la Sierra centro “la gente es muy reservada, no conversa de temas políticos”, y algo similar ocurre más al norte y citó como ejemplo la capital de Pichincha, Quito, donde también considera que “la gente es muy reservada al decir por quién va a votar”.

El panorama es diferente en las provincias costeras, donde, según Ron, “la cultura política es totalmente diferente”, y aquello se puede ver reflejado en la campaña cuando expresan directamente por quién se va a votar.

Con respecto a la región amazónica, dice que no “podría definir cuál es la realidad sociológica”.

Como otra variante menciona al tipo de candidatos y como tercer fenómeno atribuye a la desavenencia política de decisión, es decir que a un determinado grupo de la sociedad o ciudad no le interesa realmente el quehacer político ni la cosa pública, entonces le da igual por quién votar y, en ese sentido, no manifiesta su intención de voto.

“Bajo esas tres premisas en el Ecuador todavía existe un voto secreto, un sufragio secreto, un voto oculto, un voto vergonzante”, señala.

En tanto, Medardo Oleas, expresidente del Tribunal Supremo Electoral, y Oswaldo Moreno, consultor político, se refieren al voto indeciso en diferentes contextos.

Para Oleas, en Ecuador hay es indecisión y confusión en los electores por el gran número de candidatos, partidos sin ideologías y una mala promoción. Con este criterio coincide Romero, quien señala que ante la mala comunicación electoral de los candidatos, la ciudadanía no ha identificado por quién va a votar y se ha manifestado la indecisión.

“Existe falta de motivación, por eso los niveles de indecisión superan el 40 o 50 %”, asegura Oleas.

Por su parte, Moreno dice que existe la fragilidad de la opinión pública, es decir, lo rápido que puede cambiar la gente su manera de pensar.

“Entonces, en ocasiones cuando un resultado es distinto a lo que las encuestadoras plantean, se habla de equivocación de encuestas, de voto oculto, etc., pero realmente en ocasiones lo que sucede es que en estos tiempos la comunicación es tan fugaz y la opinión de la gente es poco estable”, sentencia.

Y aunque se den esos cambios, Moreno añade que no son necesariamente por vergüenza o por ocultar el voto, sino porque hay un gran segmento de la población que le es indiferente la política, que a veces responden a los encuestadores e investigadores con respuestas diferentes a lo que realmente creen. (I)