Por Sonia Yánez Blum (Twitter: @soniayanezblum)

¿Puede una autoridad afirmar que es víctima de un asesinato de su reputación?

Es posible, pero al hacerlo sitúa su persona y ego por encima de las preocupaciones de sus ciudadanos, quienes enfrentan asesinatos reales a diario. Ni el tino ni el momento eran apropiados para ello. Hacer esta declaración no se convierte en un argumento de defensa o de inocencia. El mensaje que reciben los ciudadanos, analistas y medios de comunicación tiene una lectura diferente: mi imagen está siendo afectada.

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Atacar a los demás como defensa no es señal de inocencia. Centrarse en cómo te afecta a ti y no hablar sobre qué acciones en territorio vas a ejecutar es un grave error. No puedes enfocar la discusión en cómo te sientes cuando hay un proceso legal en curso. Acusar de asesinato de un intangible, como la reputación, en un país donde cada día muere alguien conocido, refleja falta de criterio o de escuchar consejos que no deberían tener lugar en un palacio presidencial. Los mensajes grabados desde el espacio de poder no te otorgan legitimidad.

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La puesta en escena del mensaje, junto con las intenciones fallidas, incluye:

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  1. Rodearse de personas para mostrar que el pueblo lo respalda (error).
  2. Tener a la esposa junto a él para ratificar lo mal que se siente la familia por el daño a la reputación, con rostro triste (error).
  3. Gente aplaudiendo (error).

El asesinato de reputación ocurre cuando se difaman o propagan mentiras sobre una persona, empresa o institución con el objetivo de dañar su reputación mediante publicaciones en redes sociales, blogs, prensa o comentarios en línea. El “asesinato de reputación” no es un término inventado. En inglés se conoce como “Character Assassination”. En comunicación de crisis y gestión de reputación, es un tema que se trata con frecuencia. Incluso en instancias académicas y científicas, se han desarrollado teorías, publicado libros y ponencias. Existe el Laboratorio de Políticas de Reputación y Asesinato de Personajes (CARP), un equipo de investigación de académicos tanto de la Universidad George Mason como de la Universidad de Ámsterdam que lo estudian. Por eso, la certeza al momento de indicar el término en el mensaje presidencial; sin embargo, hay teorías que, frente a las realidades, parecen intrascendentes o indolentes.

El CARP define el asesinato de reputación como “la destrucción deliberada de la reputación o credibilidad de un individuo a través de ataques a su persona. Las técnicas incluyen campañas negativas, difusión de rumores, difamación anónima en línea y muchas otras tácticas”. Estos métodos son comunes en la política contemporánea, pero los ataques de carácter también se pueden usar contra celebridades, atletas, científicos y otros con un alto perfil público. Los atacantes apuntan a la vida privada, los valores y la identidad de sus víctimas en un intento de desacreditarlos y someterlos al desprecio y el ridículo.

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La difamación ha sido un método generalizado de lucha por el poder durante siglos. Sin embargo, en el contexto de lo que vive Ecuador en estos días, los tiempos y la responsabilidad política ponen más cosas en juego.

En tiempos de crisis, hay siete errores básicos que no debes cometer, y aquí se aplican casi todos:

  • Suponer que nadie observa detalladamente cada acción que realizas.
  • Creer que sabes más que los demás.
  • No revisar tu primera respuesta o declaración.
  • Pensar que no necesitas abordar el problema de manera directa.
  • Considerar que todos confían en ti y que eres intocable.
  • No solicitar ayuda fuera de tu círculo cercano.
  • Negar tener responsabilidad en la situación.

¿Es posible evitarlo?

No se puede garantizar completamente la prevención de un asesinato de reputación, especialmente en política, ya que esta práctica depende de la intención y acción de terceros. Según Ecuador Chequea, en los primeros 78 días de 2023, Ecuador registró 1,355 muertes violentas, es decir, 17,4 muertes violentas diarias. En ese contexto, pronunciar la frase “asesinato de reputación” fue lo menos coherente que se esperaba escuchar como primer mensaje de un mandatario enfrentando un juicio político, un hecho que no ocurría desde el siglo pasado.

Muchos hemos escuchado el término linchamiento digital, pero ¿en qué se diferencia del asesinato de reputación? El asesinato de reputación se refiere a la difusión intencional de información falsa o negativa para dañar la imagen de alguien, generalmente con fines políticos, económicos o personales. Es decir, es una estrategia consciente para destruir la reputación de alguien. El linchamiento digital, en cambio, es la difusión masiva de información negativa y a menudo sin fundamento en internet, que puede ocurrir como resultado de una situación de indignación colectiva, sin necesariamente haber una intención consciente de dañar la reputación de alguien.

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Caroline Ávila Nieto, especialista en comunicación política, opina que el mensaje que intentó construir el presidente no tuvo el momento adecuado. “El asesinato como expresión tiene una carga semántica fuerte, pero más aún en el caso de Ecuador, donde en esos mismos días habíamos perdido a dos gerentes de hospitales a manos de bandas. Esa misma mañana, Guayaquil se conmocionaba con una imagen en redes sociales que solo veíamos en series de criminales”. La frase “asesinato de mi reputación” se usa en el contexto de un país golpeado y sufriendo por inseguridad. Por eso, indica Ávila, “pensar que está preocupado por su reputación más que en los ciudadanos, cuanto menos es una lectura poco empática”.

Es decir, cuando la gestión no tiene una mirada profunda hacia lo que ocurre en el país, la reputación e imagen de la familia del presidente se percibe como la principal dificultad que enfrenta un gobierno frente a lo que sienten los ciudadanos. Una estrategia equivocada al enfrentar un asesinato de reputación es, simplemente, defenderse.

En su lugar, es necesario actuar rápidamente para limitar el daño y evitar que la crisis se propague. Una vez que se ha limitado el daño, es importante centrarse en la recuperación de la reputación y restaurar la confianza del público.

María Eugenia Molina, Ph. D. en Comunicación y experta en Gestión de Riesgo y Crisis, coincide: “No se puede olvidar en la elaboración del mensaje que estamos viviendo múltiples crisis para las que solo hay, en el mejor de los casos, respuesta reactiva. La gente busca y llora a sus muertos y teme por su vida; un mensaje presidencial no puede dejar de lado esa realidad”.

Estos errores o fallas de criterio ¿por qué ocurren?

Vamos a proyectar, en espacio de comunicación política y en medio de un juicio casi nada se deja al azar. El mensaje del presidente, la ropa que usa, si sale acompañado, en exteriores o en su despacho son puestas en escena con una intencionalidad: crear una narrativa.

Cuando la personalización de la imagen, la preocupación individual por encima del cargo o de la empatía ocurre, termina fallando el mensaje y fracasando la estrategia.

Hablando de ‘huevos’ en la política y en la imagen digital

Buscabas solidaridad, apoyo, que tus ciudadanos se pongan en tu lugar y ahí el grave error. Debías conectar con ellos, con sus preocupaciones. Decir “me están matando mi reputación”, “hay un asesinato con palabras y noticias falsas hacia mí”, seguía eternizando la primer persona y no el ustedes, nosotros, Ecuador.

Creer que la solución es decir soy igual a ti, en un momento en el que cada ecuatoriano conoce de cerca un caso de inseguridad o muerte, sea porque ha sido en su barrio, en su ciudad o con un familiar, es ilógico, desafortunado y hasta pecar de inocencia.

A los ciudadanos no les va a preocupar nunca la reputación de un político o de una autoridad. A los ciudadanos los mueve, los aterra y une lo que les afecta, aquello que les quita el sueño: salud, seguridad y dinero. Y de esos tres aspectos, en este momento en Ecuador, no existen certezas. (O)