Junto al despacho del vicepresidente Alfredo Borrero hay una suite. Hay una sala amplia, un dormitorio, un baño y una cocina. Se encuentra en el tercer piso de la Vicepresidencia de la República, en la parte posterior del Palacio de Carondelet.

Allí, Borrero –médico nacido en Cuenca hace 66 años– asegura que pasó encerrado, de reunión en reunión con el gabinete, los 18 días de la crisis política que sacudió al gobierno de Guillermo Lasso.

Niega rotundamente que haya mantenido contactos con fines políticos para una eventual sucesión y jura su lealtad al primer mandatario.

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Cuando Lasso lo necesitaba, el vicepresidente bajaba las escaleras hasta la puerta de madera que le permitía el paso directo a Carondelet, sin tener que rodear la manzana.

Cuenta que a pesar de los momentos de tensión hasta pudo escaparse un par de tardes para saludar a los policías y para “traer ropa de la casa”.

En su estancia extendida, el vicepresidente se convirtió en el médico de cabecera de Guillermo Lasso, quien a los diez días de las manifestaciones, el miércoles 22 de junio, dio positivo por COVID. 72 horas después, se conoció que había superado al virus. ¿Cómo lo logró en tan poco tiempo? Borrero relata en esta entrevista con EL UNIVERSO detalles de un tratamiento de urgencia que, “en plena crisis, era una decisión de Estado”.

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Ahora, mientras reflexiona sobre las lecciones que dejan las protestas, el vicepresidente reconoce que el poder puede “crear burbujas”, la ilusión de que todo lo que se hace está bien y el espejismo de que se ha escuchado todo y a todos. “Reconsiderar es gobernar”, dice y, al comenzar la charla, subraya que “todos somos temporales”.

Al decir que ‘somos temporales’ ¿se refiere al ejercicio como funcionarios públicos?

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Somos temporales en cuanto a la vida y en cuanto a funcionarios públicos. En lo particular, fui elegido para cuatro años y en ese tiempo quiero hacer las cosas bien. Soy una persona extraña, no me aferro al poder, a mí no me cautiva.

¿Y eso es extraño?

A la mayoría le encanta estar en el poder. Cambian las personalidades, ya ni conocen a los amigos ni a nadie. Yo siempre he sido así como me ve.

A propósito del poder, ¿qué enseñanzas le dejan estos 18 días de crisis política?

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La enseñanza más importante es que nunca debemos dejar de escuchar. Nosotros tenemos que valorar todo tipo de consideración de la sociedad, que nos dice a los que estamos en el Gobierno “esto hace falta”.

¿Es una autocrítica?

Es una autocrítica total. Yo creo que una de las partes principales de las personas es aceptar las críticas y no enojarse.

¿Se refiere al Gobierno en su conjunto, al presidente Lasso y a usted incluidos?

Hablo en plural, de nosotros como Gobierno y de mí en particular. De todo el Gobierno.

¿Qué falló?

Creo que uno debe reunirse y aprender a escuchar, que algunas personas no lo hacen. Lamentablemente, cuando uno está aquí (en el Gobierno) a veces existen “burbujas” que impiden el contacto con la gente. Eso es lo que hay que evitar. Yo, cuando puedo, salgo a caminar en las cercanías del Palacio y la gente se me acerca. Me dicen: “Doc o señor vicepresidente, nos falta esto, esto y esto”.

Precisamente, una de las frecuentes observaciones de los analistas y expertos es que el Gobierno no supo escuchar y que eso, entre otras causas, le perjudicó. Y al vicepresidente casi ni se le vio. ¿Cómo ejerce el Gobierno esa capacidad de escucha?

Es importante definir para qué está el vicepresidente. No está para hacer un escalón para luego ser presidente. Partamos de ese concepto. Está para trabajar y no necesariamente tiene que estar todos los días en las cámaras.

La primera aparición pública del vicepresidente Alfredo Borrero ocurrió el 25 de junio cuando salió de Carondelet a saludar a las fuerzas del orden.

¿Usted se considera más un ejecutor de bajo perfil que un protagonista político?

Yo soy más de visitar la periferia, las ciudades, las parroquias… para empaparme de lo que está pasando, como lo hice en campaña. El vicepresidente estaba haciendo otras cosas y no necesariamente tenía que salir todos los días a contar lo que estaba haciendo.

Pero su cargo es político y en plena crisis tal vez era necesario.

En este proceso es muy importante no generar problemas internos y no quitarles espacio a las otras autoridades. No es conveniente que el vicepresidente llame a un ministro tal y le diga: ‘Verás, vas a tener que hacer esto, porque yo soy el vicepresidente’. No lo he hecho nunca. En los días del paro había voceros que uno respeta, en el sentido de que fue una disposición del señor presidente, quien con toda la autoridad que le compete definió que el señor ministro de Gobierno (Francisco Jiménez) presidiría el diálogo, el señor secretario general de la Administración Pública (Iván Correa) representaba a todos los ministros y el señor secretario jurídico (Fabián Pozo) también estaba. Esa fue la fase inicial del diálogo. Ahora vienen las mesas técnicas y si el señor presidente decide, por ejemplo, que esté en una, estaré.

Si pasaba la destitución de Lasso, bajo el artículo 130 de la Constitución, usted hubiese tenido que asumir la Presidencia de manera temporal. ¿Cómo contempló ese escenario?

Algo de lo que me siento orgulloso se llama lealtad. Yo soy absolutamente leal y lo que teníamos que defender en ese momento era la democracia. No me reuní con nadie. Debieron haber voces que querían que se vire la tendencia, para eliminar al presidente y, probablemente, suba el vicepresidente. Y había otros que querían que se elimine al presidente y al vicepresidente y suba un tercero.

¿Nunca tuvo contacto alguno con esos grupos?

No, porque saben que mi posición es muy clara y firme: yo tenía que apoyar al señor presidente de la República en uno de los momentos más críticos y defender la democracia. Porque yo soy un creyente total de los sistemas democráticos.

Pero el sistema democrático ecuatoriano contempla en la ley esa posibilidad de una sucesión temporal.

Desde luego. La única función que tiene el vicepresidente en el Ecuador es la de sustituir al presidente de la República en ausencia temporal o definitiva. Eso se podía dar, pero por suerte no se dio, porque creo que uno tiene que estructurar posiciones infranqueables. Porque el momento en que le ven... Como alguna vez dijo Velasco Ibarra: “El vicepresidente es un conspirador a sueldo”...

Si bien eso depende de las lealtades personales, el sistema político ecuatoriano da cuenta de una relación muy sui generis entre presidentes y vicepresidentes, cada uno con su matiz: Jamil Mahuad rompió con Gustavo Noboa, Lucio Gutiérrez con Alfredo Palacio, Rafael Correa con Lenín Moreno, en el periodo de Moreno hubo cuatro vicepresidentes… Y ahora usted estuvo a punto de asumir la Presidencia si se daba la destitución en la Asamblea.

Yo lo llevo a un tema médico. ¿Cómo me vería yo cuando un paciente está con un diagnóstico y una enfermedad muy complicada y en lugar de estar con él le dejo y me voy? Yo estaba con el señor presidente de la República. Yo dormía aquí (en la Vicepresidencia) todos los días. No podía moverme, tenía reuniones el día y la noche. Creo firmemente en él y sé de su vocación democrática. En el paro hubo fuerza de distintas tendencias: el movimiento indígena (quería) mejoras en el agro, en educación intercultural, en insumos, salud… y otros que querían que el sistema se fracture para cumplir sus objetivos.

Se refiere al correísmo, que quiso destituir a Lasso.

Correcto. Ellos colocaron en la Asamblea la posibilidad de destitución. No encontraron los votos y les falló. También querían la remoción del presidente y vicepresidente consiguiendo firmas (aplicando la figura de la revocatoria del mandato), pero el CNE ya les dijo que eso no tiene base. Ellos utilizaron varios caminos y entre esos estuvieron la violencia y el estallido social. De hecho, más heridos y muertos hay de parte de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.

Pasado este episodio, ¿cree que el Gobierno está más fortalecido, políticamente?

Aquí no hay que pensar en vencedores ni vencidos. Hay que pensar en que hay realidades a las que se debe dar respuesta y combatir. Probablemente, la sociedad está fracturada desde que un expresidente que está prófugo y vive en Bélgica (se refiere a Rafael Correa) nos dividió en buenos y malos...

Entiendo que no hay vencedores ni vencidos como país, pero, en particular, ¿el Gobierno salió fortalecido o no?

No. Como Gobierno llegamos a un proceso en el cual se tuvo que hacer un pare (freno). Ese es el arte de la política, es hacer una introspección y decir ‘ok, en esto hemos fallado, en esto tenemos que cambiar’. Porque el que dice que todo está bien, no está bien.

Es la “burbuja” de la que hablaba hace un rato.

Exacto, es parte de la burbuja. No está bien. Dicen que reconsiderar es gobernar.

¿Y han tenido que reconsiderar?

Por supuesto, el señor presidente ha hecho anuncios importantísimos, hay una remoción de ministros… Se delineó la estrategia…

¿En esa línea se incluye reconsiderar la relación con fuerzas importantes? Incluso antes del paro, el presidente Lasso ya se había abierto frentes con Correa (Revolución Ciudadana), Jaime Nebot (PSC), Leonidas Iza (Conaie)... hasta lanzó sus dardos contra Fidel Egas (cabeza del Banco Pichincha) y Xavier Hervas (excandidato presidencial de la Izquierda Democrática)… ¿Tiene el Gobierno autonomía suficiente para los tres años que le restan sin depender de esos poderes?

Antes había el reparto del poder. Venían y decían: “Yo quiero el ministerio tal, tal y tal, quiero las aduanas, quiero la salud…”. Entonces, ahí comenzaba la división de la torta. Al darse eso, esos grupos aventajados ya no protestaban porque estaban dedicados a sus negociados. Pero el presidente ha sido muy claro: este no es el gobierno del hombre del maletín ni del reparto. Pero eso no implica que no tengamos una inflexión y digamos ‘tenemos que conversar’ y, probablemente, el señor presidente, inteligentemente, diga ‘sentémonos a conversar’, pero por los altos objetivos nacionales, no por la troncha.

¿La renovación del gabinete no es parte de un reparto a las fuerzas que apoyaron al presidente?

Para nada. Se busca un objetivo y la visión de cambio no es el reparto.

¿Cómo está su relación con el presidente Lasso?

Mi relación con el presidente ha sido muy buena siempre. Le voy a contar algo: cuando (Lasso) se enfermó, yo estaba en una reunión aquí (en la Vicepresidencia) y alguien me llamó. Entonces, fui y lideré el grupo de médicos que lo trataron. E inmediatamente lo que hicimos fue darle el tratamiento adecuado. No sé si a usted le ha dado, pero el COVID le manda a uno a la cama.

Al presidente, el COVID le duró 72 horas. Usted es médico. ¿Se puede curar tan rápido?

Pero es que sí hay cómo. Nosotros conseguimos un medicamento que se llama molnupiravir (según la OPS, es un profármaco que inhibe de manera significativa la replicación del virus). Es un antiviral que bloquea la producción y crecimiento del virus. Era un tema de Estado, el presidente tenía que estar bien en un momento de crisis, porque las decisiones las debía tomar él.

¿Trajeron la medicina del exterior?

Conseguí aquí la única dosis que había y luego pedimos a Estados Unidos la reposición. Se utiliza en casos muy muy especiales. Además de eso, con un ánimo y una fortaleza únicas, el presidente al día siguiente ya estaba hablando por teléfono. Yo le dije: ‘Presidente, no puedes salir, tienes que estar tres días (confinado), porque si no, nos vas a contagiar a todos’.

Emergencia por falta de medicinas

En el despacho del vicepresidente Borrero destacan sus libros, pinturas y adornos. Hace poco más de un año, cuando asumió funciones, remplazó las imágenes y detalles religiosos que había dejado su antecesora, María Alejandra Muñoz (de Lenín Moreno). No es un hombre creyente y tampoco ateo. Más bien, se muestra práctico: cree en una fuerza superior que nos guía, pero lo importante es trabajar, afirma.

De la “herencia” solo dejó a un Quijote y a un Sancho Panza en la sala de espera. El resto lo remplazó por varios cuadros de Gonzalo Endara Crow, condecoraciones y recuerdos. “Los cuadros son míos”, aclara. Pero su favorito es el cuadro que lleva la firma “Luza” y que se encuentra junto a la mesa de reuniones. “Luza” es su esposa, Lucía Pazmiño, y la obra retrata a la familia.

Alfredo Borrero cuenta que como por el paro ya no podía salir a trotar en el parque Metropolitano se dedicó a leer desde las 05:00. Primero los periódicos y luego sus libros. Al lado de su escritorio están sus favoritos de ahora: Sapienses, Homo Deus y 21 lecciones para el siglo XXI, la famosa trilogía de Yuval Noah Harari. “Y en el Kindle acabé Línea de fuego, de Arturo Pérez Reverte”, dice, al tiempo que muestra orgulloso el libro Así dolarizamos al Ecuador, de Jamil Mahuad. “También lo terminé, son como 900 páginas”.

QUITO (05-07-2022).- El vicepresidente Alfredo Borrero muestra en su despacho los recuerdos entregados por parte de las Fuerzas Armadas. Carlos Granja Medranda / EL UNIVERSO Foto: Carlos Granja Medranda

La mesa de centro está destinada a los regalos que ha recibido de las Fuerzas Armadas, entre los que sobresale un tanque de guerra verde, como de juguete, enviado por la Brigada de Caballería Blindada Galápagos, que contrasta con las flores amarillas que el personal de la Vicepresidencia cambia todos los días. No hay detalles de medicina o relacionados con su carrera como médico y cirujano, al menos no visibles. Excepto que ahora Alfredo Borrero encabeza el gabinete sectorial de salud, un pilar de los compromisos adquiridos por el Gobierno.

Ahora usted preside el sector salud, ¿son nuevas funciones?

El presidente dictó un decreto el 24 de mayo (de 2021, día de la posesión) en el que al vicepresidente, siendo médico, le da la disposición de engranar a todo el Sistema Nacional de Salud, que está constituido por el Ministerio de Salud, Issfa, Isspol, IESS y el sector privado. A este gabinete intersectorial lo presido yo, con un solo objetivo.

¿Cuál objetivo?

Cambiar el modelo de atención de salud, de uno curativo a uno preventivo. Eso quiere decir que tenemos que fortalecer el primer y segundo nivel de atención de salud. dotar de agua potable, velar por la nutrición, prevenir que la gente caiga en drogas… Otro pilar es dotar de medicamentos. En este momento (el stock de medicamentos en los hospitales) está entre el 70 % y el 75 %, pero con la emergencia hay la obligación de tener el 100 % hasta agosto.

¿Hasta agosto el 100 %? Cuesta creer eso. Hoy no hay ni para insumos médicos; es una tragedia de todos los días y la gente se desespera, sobre todo los más pobres.

Y tienen todo el derecho. La única manera de revertir esto es que la gente, después de unos días, vaya al hospital y tenga medicinas. Justo estoy invitando a un grupo de veedores de la academia, de la sociedad civil, de los gremios… Porque como usted dice, puede que mañana yo vaya a un hospital y me tienen todo maquillado. Ya me ha pasado y no queremos eso. La única manera de cambiar la realidad es enfrentando la realidad.

Es decir, en agosto los pacientes no tendrán que ir a comprar paracetamol, de su bolsillo, en la farmacia de al frente.

En agosto queremos tener a las farmacias de los hospitales 100 % abastecidas. (A la par) desde hoy hasta agosto vamos a fortalecer el programa para que el paciente retire su medicamento de la farmacia privada sin pagar un solo centavo. Cuando ya avance este programa, iremos bajando poquito a poco a la farmacia del hospital (público). Ojalá hasta fin de año ya no tengamos las farmacias en los hospitales y el proceso de dispensación en las farmacias privadas camine correctamente. Esto no es privatizar la salud, es mejorar los sistemas.

¿No es privatizar?

No, no, no. Verá, actualmente en Ecuador de cada receta el ciudadano debe pagar el 40 %, a esto se le llama costo de bolsillo, que a nivel de Latinoamérica es uno de los más altos. Significa que si la receta cuesta $ 10, una persona debe pagar $ 4 y el Estado cubre los $ 6 restantes. Para hablar de cobertura de salud universal, el Estado debería cubrir los $ 10 y ser gratis a nivel público. Lo que yo quisiera, y lo he dicho en campaña, es que la salud pública sea mejor que la privada.

¿De verdad cree que es posible eso?

Claro que es posible

¿En qué plazo?

Yo espero que esto cambie en los tres años que estaremos aquí.

En tres años, usted se irá del cargo y los ecuatorianos tendrán una salud pública mejor que la privada. ¿Eso es lo que está diciendo exactamente?

Bueno, es mi sueño. Lo que desearía es que hayamos mejorado tanto como para evitar las colas y el maltrato, y que el paciente tenga derecho a ser atendido. Nosotros necesitamos en este proceso de ustedes, que la prensa sea crítica. Si usted me llama un día y me dice: “Vea, doc, en el hospital tal dicen que han implementado esto y no está funcionando”, tenga la certeza de que yo mismo iré al hospital tal a ver qué está pasando.

Si usted va personalmente a los hospitales a verificar esas denuncias, quizás, a diferencia de estos días convulsionados, lo veamos todos los días en la prensa.

jaja… ¡Me va a ver todos los días! Mire, en este año recorrimos 65 hospitales, levantamos los datos, los entregamos a las autoridades competentes, luego trabajamos para restituir el Consejo Nacional de la Salud (Conasa), lanzamos el programa de accidentes cerebrovasculares, vamos a ser un país libre de malaria, hemos hecho los clusters para digitalizar las historias clínicas… Es una serie de cosas. Y, como le digo, yo no soy de tomarme fotos todos los días, aunque ahora quizás tenga que hacerlo. (I)