Los estados miembros de la ONU reiniciaron el lunes conversaciones destinadas a finalizar un tratado para proteger la altamar, un recurso vital pero frágil que cubre casi la mitad del planeta.

Tras cuatro sesiones inconclusas y de dos años de interrupción por la pandemia de covid-19, el nuevo ciclo de deliberaciones se extenderá hasta el 26 de agosto en la sede de Naciones Unidas en Nueva York.

“Durante estas dos semanas, tratemos de llegar a un acuerdo justo, equilibrado, que se pueda implementar y que permita la participación universal”, dijo en la apertura de los debates la presidenta de la conferencia, Rena Lee, quien pidió “la máxima flexibilidad para alcanzar un consenso y lograr la meta”.

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Los negociadores son “cautelosamente optimistas” sobre el resultado, dijo una fuente de la High Ambition Coalition, que agrupa a unos 50 países encabezados por la Unión Europea (UE).

La fuente dijo a la AFP que los participantes deben lograr compatibilizar dos “grandes ideas”: proteger el medio ambiente y regular las actividades humanas y, al mismo tiempo, proteger las libertades en altamar.

La altamar comienza en la frontera de las zonas económicas exclusivas (ZEE) de las naciones, que según el derecho internacional están a un máximo de 200 millas náuticas (370 kilómetros) de la costa de cada país y fuera de la jurisdicción de ningún estado.

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Pero aunque representa más de 60% de los océanos, y casi la mitad del planeta, solo el 1% de la altamar goza de protección legal.

Los científicos insisten en la importancia de proteger la totalidad de los ecosistemas oceánicos, claves para la vida humana pero amenazados por el continuo aumento de los niveles de dióxido de carbono (que intensifica el calentamiento y acidifica las aguas), así como por la contaminación y la sobrepesca.

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Por eso, la High Ambition Coalition y las oenegés de defensa del medio ambiente urgen a completar un pacto global sobre la altamar.

Entre los temas espinosos a resolver figura la creación o no de las llamadas Áreas Marinas Protegidas, los derechos de pesca y la eventual prohibición de ciertas actividades.

Otro tema delicado involucra la asignación de ganancias potenciales del desarrollo de recursos genéticos en altamar, donde las compañías farmacéuticas, químicas y cosméticas esperan encontrar insumos para medicamentos o curas milagrosas.

Si bien las investigaciones muy costosas en el mar son prerrogativa de los ricos, los países en desarrollo no quieren perderse los beneficios potenciales de los recursos marinos que no pertenecen a nadie.

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Julien Rochette, del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales (IDDRI por su sigla en francés), dijo a la AFP que entre los que más presionan para llegar a un acuerdo sobre este tema están la UE, Australia, Nueva Zelanda y los países en desarrollo, mientras que la oposición más fuerte proviene de Rusia y de países preocupados por los derechos de pesca, incluidos Islandia y Japón. (I)