El litio sirve para hacer baterías. Esas baterías se necesitan para teléfonos móviles, placas solares y electromovilidad, léase vehículos eléctricos. O sea, estamos ante un mineral valioso, que puede reportar jugosas ganancias a los Estados que tengan reservas y sepan explotarlas. Tres de los países con mejores perspectivas para beneficiarse de este producto están en Sudamérica, y de hecho componen lo que se ha dado en llamar “triángulo del litio”. Se trata de Argentina, Bolivia y Chile, que concentran nada menos que el 85 por ciento de las reservas mundiales conocidas.

En ese contexto, se conoció la semana pasada que el gobierno de Chile había otorgado dos licencias para exploración y explotación del mineral a una empresa china y a una chilena propiedad de Francisco Javier Errázuriz, hijo del excandidato presidencial y exsenador del mismo nombre. Se trata de permisos para buscar litio durante un plazo de siete años y explotar hasta 80.000 toneladas, pagando un 60 por ciento de royalty. Por esta sola adjudicación, el Estado chileno embolsó 121 millones de dólares.

Y si bien la Corte de Apelaciones de Copiapó, en el norte del país, suspendió el proceso de licitación tras un recurso de protección presentado por el gobernador de Atacama, Miguel Vargas, en ningún caso puede hablarse de una anulación. El gobierno de Chile debe entregar una respuesta a la suspensión en los próximos días y es poco probable que el proceso legal prospere al punto de poner en juego la licitación. El gobierno saliente y el que asumirá en marzo, con Gabriel Boric al frente, coinciden en la importancia que tiene el litio para las arcas fiscales de un país necesitado de recursos para solventar su agenda social, y las cifras en juego son enormes.

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Producción más económica

En la actualidad, el mayor productor de litio del mundo es Australia, con 40.000 toneladas métricas anuales. Luego vienen Chile (18.000), China (14.000) y Argentina (6.200). Con esta licitación, que puso sobre la mesa una ínfima parte de las reservas conocidas del país, Chile busca mejorar su posición y generar una estrategia a largo plazo que permita producir más y eventualmente añadir valor agregado. El presidente electo, Gabriel Boric, incluso ha propuesto la creación de una Empresa Nacional del Litio, una idea que la derecha también ve con buenos ojos.

Los dos países sudamericanos mencionados, junto con Bolivia, disponen además de una ventaja respecto a Australia, el líder mundial. El litio sudamericano es de salar (salmuera), es decir, basta con un proceso de decantación que, si bien es complejo, resulta hasta 4 veces más económico que extraer litio de roca dura, que es el que se explota mayoritariamente en Canadá, Australia, Portugal y Brasil.

Bolivia ha intentado desde fines de la primera década de este siglo impulsar una industria del litio, firmando acuerdos de explotación con Rusia y Alemania. El objetivo del entonces gobierno de Evo Morales, que desde 2006 prometió que este mineral sería el impulsor del desarrollo económico del país, era extraer, pero también generar conocimiento y lograr transferencia tecnológica. La crisis del coronavirus y el caos político en el que se vio sumido Bolivia en los últimos años han ralentizado el proceso.

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En el caso alemán, en 2019 incluso fue derogado el decreto que autorizaba la creación de una empresa mixta conformada por la estatal boliviana y una firma germana. En marzo de 2021, Alemania y Bolivia retomaron las negociaciones sobre la materia.

En 2019, Evo Morales firmó un acuerdo con una firma china para la construcción de plantas de carbonato de litio en los salares de Coipasa. Ese mismo año, Bolivia logró producir 400 toneladas del mineral. Poco, si se compara con el nivel productivo de sus vecinos. Con 6.200 toneladas, Argentina es el segundo productor sudamericano y en su territorio operan empresas japonesas y australianas, y hay previstas inversiones de firmas chinas, surcoreanas y estadounidenses por más de 2 mil millones de dólares, principalmente en las provincias de Salta y Catamarca.

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El tesoro alemán

La importancia del litio tiene mucho que ver con el auge de las energías renovables. Tras el Acuerdo de París de 2015, los países se comprometieron a disminuir el uso de combustibles fósiles, y las baterías de litio juegan un rol central en esa transformación. Se estima que en los próximos años su uso aumentará exponencialmente, y como hemos visto, la producción de la materia prima es ya un negocio que mueve millones de dólares. Por lo mismo, ha adquirido también una importancia geoestratégica.

Europa completa depende principalmente de las importaciones de litio, toda vez que la producción local (centrada en Portugal) consigue abastecer apenas el 13 por ciento de las necesidades continentales. Depender de China o de terceros países puede ser un problema para el desarrollo tecnológico europeo, pero también en términos geopolíticos. Para solucionar la cuestión, Alemania espera inaugurar una enorme planta en Guben (Brandeburgo), que pretende producir a partir de 2024 hasta 24.000 toneladas de hidróxido de litio al año. La materia prima será importada desde Canadá por la empresa germano-canadiense Rock Tech Lithium.

Por si fuera poco, la empresa alemana Vulcan Energy Resources afirma que, bajo el río Rin, en el sur del país, yace una veta estimada en 15 millones de toneladas de litio, suficientes para fabricar 400 millones de baterías para vehículos eléctricos. La firma, liderada por el geólogo Horst Kreuter, necesita invertir 1.700 millones de euros para explotar el mineral, que se encuentra fundido a miles de metros de profundidad. Si lo consigue, puede llevar a Alemania a ser autosuficiente en materia de litio, impulsar la electromovilidad y acabar con la dependencia de otros países. (I)