Moorthy mató a 21 personas y aterrorizó aldeas enteras durante años en el sur de India. Escapó de una sentencia a muerte y fue reeducado para ganarse una nueva vida evitando ataques de otros elefantes salvajes acechados por la deforestación.

El enorme plantígrado gris de 58 años, reconocible por las brillantes manchas rosas que motean su rostro, mató a doce personas tras pisotearlas en el estado meridional de Kerala.

Aunque las autoridades ordenaron su muerte, Moorthy escapó al estado vecino de Tamil Nadu, donde causó la muerte a otras diez personas.

Publicidad

Pero los gobernantes de ese estado “prohibieron hacer daño al elefante” que fue capturado en 1998 y enviado al campo de adiestramiento de Theppakadu, dice su domador Kirumaran.

“Desde que adiestro a Moorthy, ya hace muchos años, ha sido un niño inocente y no ha herido a nadie”, asegura este hombre de 55 años a AFP.

En esta fotografía tomada el 18 de septiembre de 2021, un adiestrador de elefantes camina con uno en el Campamento de Elefantes Theppakadu dentro de la Reserva de Mudumalai, a unos 35 km de Ooty, India. Foto: AFP

“Es tan tranquilo que incluso si un niño pequeño juega con él o lo abrazo, no le hará daño”, insiste.

Publicidad

Fundado en 1927, el campo de elefantes de Theppakadu es el más grande de India. Semisalvajes pero adiestrados, estos elefantes llamados “kumkis” como Moorthy son traídos cada mañana para una limpieza en profundidad, y soltados después por la noche a los bosques.

Estos animales han sido entrenados para ayudar a las labores manuales. Su habilidad para cargar hasta 150 kilos los convierte en útiles trabajadores.

Publicidad

Pero los herbívoros también se desempeñan como “ingenieros de ecosistemas”, que pasan 16 horas cada día buscando comida en sus alrededores, diseminando semillas a su paso que ayudan a la reforestación.

Miedo a los ataques

Aunque lo más importante para las comunidades que rodean el campo es que estos animales disuaden las incursiones, cada vez más frecuentes y agresivas, de elefantes salvajes que se aventuran en zonas habitadas en búsqueda de comida.

“Los elefantes salvajes vienen al poblado y nuestros niños son vulnerables”, dice Shanti Ganesh, una mujer que vive cerca.

“Los niños deben ir por la carretera principal hacia la escuela. Siempre estamos preocupados de que puedan ser atacados”, insiste.

Publicidad

Trabajando con sus “mahouts”, los adiestradores de elefantes, la manada de Theppakadu está entrenada para confrontar físicamente y alejar a los plantígrados salvajes de la aldea.

A veces también ayudan a rodear y atrapar a los intrusos para que sea internados en el campo y adiestrados para servir a la población local.

“Aquí, Sankar, había atacado y matado a tres personas en el poblado y se nos ordenó que lo capturáramos”, explica el “mahout” Vikram, señalando a un animal detrás suyo.

“Lo capturamos con la ayuda de otros ‘kumkis’ y ahora lo estamos entrenando a él también”.

‘Atacan porque tienen hambre’

India tiene una población de alrededor de 25.000 elefantes, según el Fondo Mundial para la Naturaleza. Eso supone un 60% de la población de elefantes salvajes en Asia.

Pero la intrusión humana en sus bosques ha generado conflictos. “El motivo de que un elefante ataque a humanos o propiedades es solamente por la pérdida de hábitat”, dice Kirumaran, el adiestrador.

En esta fotografía tomada el 18 de septiembre de 2021, cuidadores de elefantes bañan a uno en el río Moyar en el campamento de elefantes Theppakadu dentro de la reserva de Mudumalai, a unos 35 km de Ooty, India. Foto: AFP

“Todos los bosques donde solían vivir se han convertido en pueblos o aldeas para humanos. Atacan porque tienen hambre”, argumenta.

Más de 2.300 personas murieron por ataques de elefantes en cinco años hasta 2019, según los datos del gobierno indio. En el mismo periodo, más de 500 elefantes murieron, 333 electrocutados y un centenar cazados o envenenados.

Ananda Kumar, de la Fundación por la Conservación de la Naturaleza de India, asegura que los elefantes implicados en ataques fatales posiblemente fueron provocados por actitudes violentas de humanos que trataron de repelerlos.

“Ese elefante puede haber sido perseguido durante meses”, dice a AFP. “Es un tipo de tortura que sufren los elefantes que tienen que pararse”, añade.

Este activista asegura que ha visto personalmente un elefante disparado tantas veces que un veterinario extrajo cien balas de su cuerpo una vez murió.

Los expertos aseguran que terminar con este conflicto entre humanos y elefantes depende de proteger y expandir el hábitat de estos grandes animales y de conectar zonas aisladas de bosque para crear corredores por donde moverse.

“Cuando se plantea un proyecto de desarrollo, debe tener en cuenta el efecto en especies como los elefantes y en la gente de estas zonas forestales”, indica Kumar. (I)