Nicaragua es un país que pasa por una grave crisis de democracia y, como siempre en estos episodios, hay personas que tienen que salir al exilio, desde donde tratan de seguir pidiendo justicia para su país. Ese es el caso del caricaturista, ilustrador y periodista Pedro X. Molina (45 años), que vive exiliado desde 2018 en EE. UU. y recientemente fue premiado con el Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabo 2021 por su trabajo.

Molina publica actualmente sus trabajos en el medio nicaragüense Confidencial y en Counterpoint, en Estados Unidos.

Este es su segundo exilio, ya que en los 80 vivió junto con su familia en Guatemala, debido al temor a represalias contra su padre por criticar al sandinismo desde su interior.

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¿Cómo recibió el que le concedieran este premio?

Fue inesperado, pero muy grato. Obviamente hubiese querido poder recibir este premio en mi país, Nicaragua, pero desgraciadamente las circunstancias no me lo permiten y lo recibo estando en el exilio, debido a la situación de represión y dictadura que vive mi país.

Cuando decidió salir, ¿fue por la respuesta de algún trabajo en específico o por lo que hacía en general?

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En el trabajo de caricaturista uno desarrolla cierto callo contra las críticas. Pero hay una diferencia entre eso y recibir amenazas, que pueden surgir dentro de una dictadura y un sistema represivo asesino liderado por una banda que para mí es terrorista, que el FSLN en Nicaragua. Por ejemplo, en 2018, antes de secuestrar a alguien llegaban a la mitad de la noche y te pintaban “plomo” en la pared de tu casa... En el caso particular mío, yo recuerdo que una de las noches en 2018 ya estaba acostado y entonces el perro del vecino comenzó a ladrar, pero una cosa desaforada. Me llamó la atención y quise asomarme a la calle. Ahí había un tipo con suéter, con gorra, tapado e inclinado sobre la pared de mi casa. Cuando encendí la luz de afuera el tipo se levantó y se fue corriendo. Al día siguiente, la casa que amaneció marcada con “plomo” fue la casa frente a la mía... Yo ya estaba reportando a organizaciones internacionales, de periodistas y de caricaturistas lo que venía pasando con el gremio en general, con Nicaragua en general, pero también a nivel personal... Entonces, luego de la toma de Confidencial en diciembre, me dijeron: “Mira, es claro de que tenés que salir de Nicaragua, porque desde nuestra experiencia, y ellos tienen experiencia en ese tipo de casos, lo que va a pasar es que si te agarran ya no vas a poder seguir trabajando. No vamos a poder hacer más que sacar nuestros comunicados de protesta y todo eso. Y ya vimos que a la dictadura eso ni fu ni fa, te van a tener ahí a saber cuánto tiempo, y lo más recomendable es que salgas”, y por eso fue que terminamos exiliados. Después he recibido amenazas que me han enviado con terceras personas.

Caricatura de Pedro Molina. Foto: Cortesía

Las elecciones del 7 de noviembre en Nicaragua son cuestionadas. ¿Cuál cree que debería ser la reacción de otros Gobiernos en la región?

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Yo esperaría que fuera una reacción de rechazo, de no reconocimiento de lo que a todas luces, todo el mundo, la comunidad internacional, la gente dentro de Nicaragua, tiene claro que es una farsa electoral. Esto no registra el más mínimo índice de credibilidad para poder ser llamado una elección formal como tal. (...) No es que las estoy rechazando, es que estoy exigiendo que tengamos elecciones, y esto no es una elección, así de simple. A mí lo que me preocupa es que dentro de la región propiamente centroamericana hay muchos intereses mezclados ya con la dictadura, que envenenó el pozo centroamericano, y eso es una cosa que me tiene muy alarmado a mí y a mucha gente en Nicaragua y en Centroamérica. Ortega ha hecho desastres, o sea, mató un montón de gente. Hay un montón de asesinatos en la impunidad, destruyó la economía del país, destruyó las libertades, secuestró, torturó, exilió a decenas de miles de nicaragüenses, y los costos personales que él debería estar pagando por todo esto, pues, no han sido para él mayor cosa. Entonces, todos los que de alguna forma han tenido, digamos, un autoritarismo maquillado o por debajo de la mesa, o una tentación al autoritarismo en el resto de la región centroamericana, ahora ven todo esto y dicen: “Bueno, pues, si Ortega hizo todo esto y no le pasó nada, pues, nosotros hacemos lo mismo, porque da igual, ¿no?... Me preocupa porque puede extender la crisis al resto de la región.

¿Qué sostiene a Ortega?

Él mismo se sostiene por las armas y el miedo y la represión. ¿Que tiene recursos económicos? Por supuesto que los tiene. Él mamó la teta del petróleo venezolano por más de una década, y la supuesta plata que llegaba de ayuda venezolana a Nicaragua... la familia Ortega Murillo se quedaba con la mayoría de esa plata. Recordemos, por ejemplo, que la situación de los medios independientes se volvió tan crítica en Nicaragua porque todos los grandes medios tradicionales del país fueron precisamente comprados en el curso de una década por la familia Ortega Murillo, y luego Daniel Ortega y Rosario Murillo le regalaron un canal a cada hijo... Entonces, todos los grandes medios están en poder de ellos. Es una situación realmente extrema y preocupante. Él se sostiene y mantiene únicamente por la corrupción del Estado y por la represión. Y sí que hay gente fanática que lo sigue apoyando, pero hay muchísima gente también que sé que se les ha volteado finalmente. Después de toda la masacre que cometieron en el 2018, fueron capaces de abrir los ojos y decir: “Esto no es ni de cerca lo que alguna vez fue el sandinismo”, si es que alguna vez fue otra cosa que no sea un partido familiar en manos de Ortega.

Caricatura de Pedro Molina. Foto: Cortesía
Caricatura de Pedro Molina. Foto: Cortesía

¿Cree que el sandinismo tiene ahora muchas semejanzas con la familia Somoza?

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Yo creo que el fenómeno no es una cosa nicaragüense, creo que es un vicio latinoamericano. El caudillismo, esta idea, este sueño, esta idealización que hacemos los latinos de nuestros líderes políticos, en que los endiosamos y siempre estamos con la idea de que va a venir un mesías que va a arreglar todos los problemas del país, y nosotros vamos a estar bien solo con el mágico requerimiento de hacer todo lo que ese mesías nos diga, y él va a pensar por nosotros y va a resolver la cosa de la noche a la mañana... Ese caudillismo tan nocivo a lo largo de la historia latinoamericana es la semilla de lo que que tenemos en Nicaragua, y después lo que pasó con el Frente Sandinista es lo que usualmente pasa con todos los movimientos revolucionarios, como pasó con Cuba y Venezuela... El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente... La familia Somoza era una dinastía, esta es la misma cosa. Nosotros hemos tenido ya dictaduras de extrema derecha y extrema izquierda, y al final nos damos cuenta de que son la misma cosa. Cuando me preguntan por ideología, yo me defino como ateo ideológico. A esta altura de mi vida, por mi experiencia como nicaragüense, las ideologías no me sirven más para para explicarme ni mi país ni el mundo siquiera.

¿Qué opción queda para tratar de resolver el problema de Nicaragua?

Es difícil... casi una pregunta filosófica. Hay gente que de repente pueda pensar que, si esta dictadura es igual a la de Somoza, la forma de salir de esta dictadura es como salimos de la de Somoza y que tiene que haber una revolución armada... Pero yo no estoy de acuerdo con eso, porque la misma historia también nos ha enseñado que, si las balas fueran la respuesta a nuestros problemas como sociedad, como país, como nicaragüenses, hace 40 años que no tendríamos problemas. Para mí la solución sigue siendo la lucha cívica, y entonces la gente me cae encima. ¿Cómo vamos a hacer eso si no podemos ni salir con la bandera a la calle? Entonces es ahí donde tiene un papel la sociedad nicaragüense resistiendo como pueda y expresándose como pueda, pero también tiene un papel importantísimo la comunidad internacional. A mí me gusta recordar que cuando hubo las elecciones de 1990, cuando pudo retornar Nicaragua al cauce democrático y Violeta Barrios de Chamorro fue elegida como presidente. Teníamos gente del lado de Gobierno del Ejército Sandinista viviendo de vecino junto a otro que era de la Contra. Hubo un gran proceso de pacificación y de enseñarles a los nicaragüenses que los conflictos y las diferencias que podíamos tener de ahí para adelante tenían que ser resueltas por vías pacíficas. A la gente en realidad le caló esto y trató de hacer eso, porque lo que vimos en abril de 2018 fueron precisamente protestas pacíficas masivas. Se quiso hacer un diálogo y la dictadura más bien lo instrumentalizó para ganar tiempo y secuestrar más gente y seguir ahondando con la represión. Entonces no es que no hayamos hecho la tarea como pueblo. Sí la hicimos, entonces, tiene una responsabilidad grande la comunidad internacional, que nos ha enseñado que estos son los parámetros de la democracia que deben usarse y que van a estar ahí cuando tengamos problemas. Esa comunidad internacional tiene también una gran responsabilidad en ayudarlos a adquirir esos mecanismos cívicos que nos puedan ayudar a salir de esta situación. En resumen, yo sigo pensando que la salida de Nicaragua para empezar son unas elecciones de verdad.

¿Cuánto tiempo ha estado en el exilio?

Mi primer exilio fue de cuatro años (con su familia), que fue el del 86 al 90. Yo regresé en diciembre del 90. Ya este va para los tres años. Yo salí el día de Navidad del 25 diciembre de 2018; se escogió ese día porque precisamente la vigilancia en los puestos fronterizos podía haber estado más relajada. En realidad fue así, así que fue menos conflictivo salir. Así que llegábamos y vamos a tres años. Qué más quisiera yo que, si mi primer exilio fue alguna referencia, decirte que solo me queda un año más de exilio para poder volver a mi país. No lo sé. Yo quisiera volver mañana, pero en realidad esto depende del esfuerzo personal de cada uno, pero también del conjunto de todo el pueblo nicaragüense y la comunidad internacional. (O)