Ossie ha salido a pasear a su perro solo para ser testigo de la historia. En una calle de Tel Aviv se une a una multitud de israelíes que observan la elección de un gobierno de oposición a Benjamin Netanyahu.

Los ojos de la mujer de 60 años están pegados a la pantalla de televisión de un bar cuando el presidente parlamentario da a conocer los resultados de la votación: 60 votos a favor, 59 en contra.

“No puedo ni hablar, es un sueño hecho realidad”, exclama Ossie. “Espero que dure al menos un año”.

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Al ganar el voto legislativo en la Knéset (Asamblea) israelí, la variopinta coalición gubernamental encabezada por el derechista Naftali Bennet ha puesto fin a los 12 años de Netanyahu en el poder.

En la Plaza Rabin de Tel Aviv, donde manifestantes han clamado desde hace más de un año por la salida de Netanyahu, la música está a todo volumen.

En el mismo lugar donde fue asesinado el exprimer ministro laborista Yitzhak Rabin en 1995, a manos de un extremista judío, un cañón lanza espuma a la multitud, que festeja bajo un mar de banderas de Israel.

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“Bibi, a casa”, arenga un hombre desde el podio.

En la liberal Tel Aviv, el fin de la era Netanyahu se considera como un momento histórico, dice Chen Nevo, quien trabaja en el sector del marketing.

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“Estoy un poco conmocionada porque esperamos por este momento tanto tiempo”, comenta la mujer de 49 años, quien llegó a la plaza con sus hijos pequeños pese a la hora avanzada.

En la Plaza Rabin de Tel Aviv, los israelíes festejaban con música y espuma. Foto: -- JACK GUEZ

El nuevo primer ministro es una figura de la extrema derecha, un nacionalista religioso cuyos seguidores incluyen a los polémicos colonos.

Y aunque para Nevo el gobierno puede resultar “extraño”, asegura que confía en él.

“No sé si el gobierno va a durar, pero es un cambio y necesitábamos un cambio”, dice mientras en el fondo suena una rendición en hebreo de “Imagine”, de John Lennon.

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Rubi Sofer, de 48 años, también llegó a la celebración con su familia a cuestas.

Él, su esposa y sus dos hijas llevan camisetas negras con las cuatro letras que simbolizan el movimiento de protestas contra Netanyahu y se ha convertido en una presencia de la vida israelí cada sábado del último año bajo el lema de “¡Lárgate!”.

“Nosotros no queremos a Bibi para nada”, comenta Sofer, quien dice que ha participado en las protestas de cada fin de semana los últimos 10 meses.

Aunque reconoce que Bennett no es el sustituto de sus sueños, este trabajador de la construcción dice que “para ganar una pelea, hay que perder pequeñas batallas”.

“La sociedad israelí necesita una cura”, asegura. (I)