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Vista del escudo de Transnistria (Moldavia) que se encuentra situado en la plaza central de la capital de ese enclave prorruso, Tiráspol. Foto: EFE

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Ningún lugar conserva la esencia de la URSS como la moldava Transnistria, que luce con orgullo la hoz y el martillo, y donde treinta años después la figura de Lenin sigue presidiendo los principales edificios estatales.

“Sin pasado no hay futuro”, señala un cartel de la corporación Sheriff, amo y señor del enclave prorruso, en su capital, Tiráspol.

Este territorio se mantuvo fiel a la URSS y a su Constitución hasta el último momento (1991), cuando las quince repúblicas soviéticas ya habían roto lazos con el entonces inquilino del Kremlin, Mijaíl Gorbachov.

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La hoz y el martillo en la piel

Treinta años después de la caída de la URSS, bustos y estatuas de Lenin aún resisten el paso del tiempo en muchos lugares del espacio postsoviético, desde Crimea a San Petersburgo, pero es que en Transnistria ocupan un lugar de honor.

El fundador de la Unión Soviética preside el edificio del Parlamento y el Gobierno, y también la Casa de los Sóviet, la actual administración municipal en Tiráspol.

“A Lenin le debemos todo”, comentó a Efe una residente de Transnistria, donde un tercio de la población son pensionistas, muchos de ellos nostálgicos de la URSS.

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La hoz y el martillo figura en la bandera y en el escudo de la república en la orilla izquierda del río Dniéster, donde el ruso es la lengua franca y la mitad de sus habitantes tienen pasaporte ruso.

En el corazón de la ciudad hay un memorial dedicado a los caídos en la Gran Guerra Patria entre el Ejército rojo y los nazis. La estrella es el legendario tanque soviético T-34 con el lema “¡Por la patria!”.

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Vista del busto de Lenin en frente de la Casa de los Sóviet en Tiráspol, capital de la autoproclamada República de Transnistria, Moldavia. Foto: EFE

“Transnistria está integrada en su mayoría por personas que nacieron en la URSS. Nuestro pueblo quiere vivir y desarrollarse en su tierra y en el paradigma cultural y la civilización que les es más cercana”, comentó a Efe el ministro de Exteriores transnistrio, Vitali Ignátiev.

La nostalgia soviética como negocio

En medio de la ciudad uno puede toparse con un gigante cartel del primer cosmonauta de la historia, Yuri Gagarin, que también tiene un busto y una calle con su nombre.

Las autoridades locales abrazan ese pasado soviético. De hecho, muchos turistas occidentales viajan a Tiráspol en busca de ese paraíso socialista ya perdido. En Tiráspol no hay donde encontrar un McDonald´s, pero sí un restaurante que se llama “Snova v CCCP” (De vuelta en la URSS).

Los vestidos de las camareras parecen sacadas de una película soviética, al igual que la lámparas y la música que ameniza a los comensales.

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Vista de un cartel del primer cosmonauta de la historia, Yuri Gagarin, colgado en un edificio de Tiráspol, capital de la autoproclamada República de Transnistria, Moldavia. Foto: EFE

Un busto de Lenin da la bienvenida al visitante en la calle y nada más entrar cuadros y estatuillas de Marx y Stalin lo introducen en una máquina del tiempo cuya parada es la URSS.

“Es nuestra historia. ¿Por qué avergonzarse?”, comentó a Efe Ígor, el dueño del restaurante.

El menú se debate entre el siglo XX y el XXI, pero soviéticos son los muebles y la televisión, el gramófono, la decoración y la radio que adornan la sala donde se celebran banquetes. Hasta para pagar hay que introducir el dinero en una Matrioshka, un auténtico homenaje al kitsch más socialista.

Próxima parada, Rusia

Transnistria mira atrás con orgullo, pero no vive en el pasado. Argumenta que, como Moldavia renunció a su pasado soviético, no tiene “ningún derecho político, jurídico o moral” sobre un territorio que formó parte de la misma república entre 1945 y 1991.

“Somos un pequeño Estado que vive bajo una permanente presión exterior. No hay alternativa a nuestra independencia. Es nuestra mejor defensa”, resalta Ignátiev.

Vista de los cuadros de Lenin y Stalin, y Karl Marx en el restaurante "De vuelta en la URSS" en Tiráspol, capital de la autoproclamada República de Transnistria, Moldavia. Foto: EFE

En la sala de recepciones del presidente transnistrio, Vadim Krasnoselski, una foto destaca sobre el resto, la del jefe del Kremlin, Vladímir Putin.

Con Putin, el lema “Una Rusia fuerte es una Rusia unida” y el símbolo del partido del Kremlin, un oso, de fondo, varias personas solicitan la ciudadanía rusa con la esperanza de viajar, trabajar o recibir pensiones de Moscú.

“Por supuesto, Transnistria quiere estar cerca de Rusia. La forma más óptima de integración la decidiremos conjuntamente”, explica el diplomático y recordó el referéndum de 2006 en el que los habitantes del enclave apoyaron la independencia y una futura y “libre” integración en la Federación Rusa.

Por eso, llama a Occidente a mediar ante Moldavia, ya que, argumenta, cuanto antes se arregle el conflicto que desató una guerra en 1992, antes se reducirá la presencia de las fuerzas de pacificación rusas y se retirará el armamento soviético almacenado en un polvorín en el norte del territorio.

“¿Acaso Europa necesita un antiguo conflicto congelado? No, no lo necesita ¿Acaso este conflicto es una amenaza para la seguridad? Esto no es como Kosovo y tampoco como el Cáucaso sur. Es totalmente diferente”, subraya. (I)

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