El sistema inmune está compuesto por órganos, células y sustancias químicas especiales que combaten las infecciones. Entre sus elementos más importantes se encuentran las células T, que son un tipo de glóbulo blanco que se desarrolla a partir de células madre en la médula ósea.

Estas células, también conocidas como linfocitos T, tienen un papel doble: atacar a las células que causan enfermedades como bacterias, virus y cáncer y “recordar” a los invasores pasados, la forma que tiene el cuerpo de asegurarse de que puede detectar una amenaza y montar una defensa rápida durante los encuentros posteriores con los mismos patógenos.

Una investigación realizada en Estados Unidos contribuyó a dar mayor precisión sobre qué ocurre con las respuestas del sistema inmunitario ante la infección del virus que da como resultado a la enfermedad del COVID-19. Este estudio, realizado en monos, encontró que las células T no son fundamentales para la recuperación de primates de infecciones agudas por COVID-19.

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La disminución de células T no induce una enfermedad grave y las células T no explican la resistencia natural de los monos macacos Rhesus, que fueron los sujetos de estudios, a casos de COVID-19 grave.

Este estudio fue publicado en Mbio, la revista de acceso abierto de la Sociedad Estadounidense de Microbiología el 27 de julio de 2021, la cual tiene implicaciones para el desarrollo de vacunas y terapias COVID-19 de segunda generación, que emplearían técnicas más sofisticadas para combatir este virus.

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“Comenzamos este estudio temprano en la pandemia, tratando de averiguar cómo hacer un buen modelo de estudio de la enfermedad en humanos usando animales. Los monos resultaron ser más resistentes a la enfermedad de lo que esperábamos”, afirmó el autor principal del estudio, Kim Hasenkrug, investigador principal del Laboratorio de Enfermedades Virales Persistentes, de los Laboratorios de las Montañas Rocosas, de los Institutos Nacionales de Salud, en Hamilton, Montana, Estados Unidos.

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Explicó que querían tratar de averiguar por qué sucedía esto, y así tratar de obtener algunos conocimientos sobre la enfermedad en humanos. En este estudio, los investigadores utilizaron reactivos clásicos que se sabe que disminuyen los niveles de las células T CD4+ y CD8+ en los macacos Rhesus.

Según apuntan los hallazgos de esta investigación, las células T no explican la resistencia natural de los monos macacos Rhesus a casos de COVID-19 grave. Foto: Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos

Mientras que las células T CD8+ atacan directamente a las células infectadas y las matan, las células T CD4+ son células T auxiliares que desencadenan la respuesta inmune al reconocer los patógenos y secretar citoquinas, pequeñas proteínas, que indican a otras células inmunitarias que actúen, incluidas las células T CD8+ y las células B productoras de anticuerpos.

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Una semana después de eliminar las células T CD4+, las células T CD8+ o ambas al mismo tiempo, los investigadores infectaron a los animales con el coronavirus. “Tras reducir los niveles de las células T, los infectaron y luego continuamos con las depleciones durante la primera semana de la infección”, señaló Hasenkrug.

Durante seis semanas, los investigadores estudiaron los hisopados nasales y los lavados broncoalveolares para medir el virus en la nariz, la boca y los pulmones, y los hisopados rectales para ver si el intestino desprendía virus. Al cabo de seis semanas, los investigadores volvieron a exponer a los monos con el coronavirus y repitieron la toma de muestras de virus y sangre, lo que permitió a los investigadores evaluar las respuestas de memoria inmunitaria.

“Si hay una respuesta de memoria, se obtiene una respuesta inmunitaria mucho más rápida y el control del virus. Así es como funcionan las vacunas. Una vez que el cuerpo ha visto un patógeno viral, la próxima vez que lo vea, puede obtener una respuesta inmune mucho más rápida y fuerte”, dijo el doctor Hasenkrug.

Los investigadores encontraron que los monos podían montar una buena respuesta de memoria contra el virus independientemente del agotamiento de las células T. “Ahora sabemos que la respuesta de anticuerpos es la respuesta más crítica para la protección mediante la vacunación, no la respuesta de las células T”, aseveró.

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Los resultados de esta investigación fueron inesperados para la mayoría de los inmunólogos, virólogos y vacunadores. “Descubrimos que obtuvimos muy buenas respuestas de memoria independientemente de si agotamos las células T o no. Básicamente, encontramos anticuerpos neutralizadores de virus muy fuertes, y son los anticuerpos más importantes para controlar la infección, dijo Hasenkrug.

Imagen de un macaco rhesus, que presentó buenas respuestas en su sistema inmunológico, independientemente de la presencia de las células T. Foto: Flickr

“La otra cosa que sucede durante una respuesta de memoria es que los anticuerpos maduran, volviéndose más fuertes y más potentes para unirse al patógeno viral. Vimos indicios de esto a través de lo que se llama “cambio de clase“, dijo el investigador principal.

El “cambio de clase” también fue inesperado en estos monos con células T agotadas. “No tenemos una explicación firme de por qué sucedió eso, pero creemos que implica algún tipo de respuesta compensatoria, que se puede ver en nuestro estudio. Por ejemplo, cuando agotamos las células T CD8 +, vimos células T CD4 + más fuertes o respuestas de las células B en algunos animales“.

“Entonces, cuando a los animales les falta algo, intentarán compensarlo haciendo más de otra cosa”, explicó.

El experto indicó que no conoce por qué las células T no resultaron ser más importantes, pero probablemente sea bueno que no sean necesarias porque entonces las personas que no logran generar suficientes respuestas de células T todavía tienen oportunidades de recuperarse.

“Esto implica que la respuesta inmune innata es fundamental para el control inicial del virus, en lugar de las respuestas inmunes adaptativas que estudiamos”, dijo el Dr. Hasenkrug. (I)