La dictadura comunista equipó la costa albanesa con búnkeres, de cara a un eventual ataque nuclear. Al final, ningún arma atómica desafió la resistencia de estos vestigios de la Guerra Fría que ahora sucumben ante otro enemigo, el aumento del nivel del mar.

“Se suponía que los búnkeres debían resistir a todo, pero han fallado en su única batalla, contra el mar”, dice a AFP Ilir Zani, de 80 años, en las costas de Seman, en el centro de este pequeño país balcánico.

Allí se levantaron varios refugios nucleares durante la dictadura de Enver Hoxha que, enemistado con Occidente, la antigua Unión Soviética, la antigua Yugoslavia y China, temía un ataque desde cualquier frente.

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Ahora, el agua los ha acabado cubriendo a todos. También la comisaría de policía, los terrenos deportivos o los pozos de petróleo han sucumbido. Y en las playas, troncos de árbol arrancados y techos derrumbados dan fe de la impotencia ante el inexorable avance del mar.

Los científicos señalan el litoral albanés entre los más afectados de Europa por la erosión del cambio climático y la urbanización salvaje.

Un pescador sostiene su caña de pescar junto a una torre de agua sumergida en la orilla del Adriático en Seman, Albania, el 18 de noviembre de 2021. Foto: AFP

Según los habitantes de Seman, el mar Adriático ha avanzado 800 metros en tres décadas. Izmir Mernica, de 47 años, teme que el agua devore su pequeño bar, del que vive su familia.

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El hombre señala una antigua torre de agua, ahora parcialmente sumergida varias decenas de metros dentro del mar. “Estamos todos inquietos, el mar se está tragando todo. Mira esa torre frente a la que antes estacionábamos los autos”.

“Dos metros por año”

En 2009, las autoridades desplegaron tanques militares para arrastrar nuevamente hasta la orilla siete búnkeres sumergidos, después de que varios turistas murieran ahogados por los remolinos que la corriente crea alrededor de estas estructuras.

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Ahora, el mar “las ha vuelto a atrapar”, dice Izmir con amargura.

Según informes de expertos del cambio climático del Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD), “más de un tercio” de los 427 kilómetros de costa están “afectados por la erosión, a un ritmo de uno a dos metros por año”.

Abdulla Diku, especialista en medio ambiente, asegura que por cada hectárea, unas 27 toneladas de tierra terminan en el mar cada año, once veces más que la media europea.

En Qerret, en el norte, Vlash Moçi, de 64 años, todavía conserva su búnker, que en el pasado albergó cañones antiaéreos.

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Lo ha transformado en un bar que atrae a turistas extranjeros curiosos por el reinado paranoico de Hoxha, que hizo construir más de 170.000 búnkeres y numerosos túneles subterráneos supuestamente resistentes a un ataque nuclear.

El búnker vecino, una estructura de color verde pálido con aspecto de platillo volante, ya tiene su base en el agua.

Esta fotografía tomada en Qerret, Albania, el 18 de noviembre de 2021 muestra una vista aérea de un bunker de la era comunista (frente) y los espigones construidos en la costa del Adriático. Foto: AFP

“Tenemos miedo de que un día las olas enormes nos traguen. Es terrible”, dice a AFP.

Voluntariosos, propietarios de casas y hoteles en Qerret han construido ilegalmente rompeolas de rocas perpendiculares al mar. Pero estas estructuras han modificado las corrientes y han empeorado la situación, según los especialistas.

Todo en contra

“Se trata de soluciones individuales que agravan el problema y perjudican a la biodiversidad y los ecosistemas marinos”, advierte Mirela Kamberi, especialista del PNUD.

Todo se une a favor del avance del mar.

En primer lugar, está el cambio climático, que multiplica los fenómenos meteorológicos extremos e incrementa las temperaturas y el nivel del mar. Los expertos prevén que el agua en Albania esté en 2100 entre 40 y 105 centímetros por encima del nivel medio de 1986-2005.

Pero también figuran la deforestación, la extracción de la arena del litoral, que acelera este proceso, y el urbanismo salvaje en el litoral.

“El problema es que la gente ha cortado casi todos los abetos para construir edificios, destruyendo los sistemas de la naturaleza”, protesta Besnik Zara, de 66 años, lanzando su caña de pescar al agua. “Aquí, incluso los peces han desaparecido”.

En las montañas Shupal, cerca de Tirana, capital de Albania, el daño por erosión ha sido causado por la deforestación y los ríos que alimentan un embalse cercano. Foto: AFP

Desde la montaña de Shupal, cerca de Tirana, es fácil constatar el daño de la erosión, la degradación de tierras y del agua de los ríos que desembocan en el lago Bovilla.

Este lugar, que alimenta la capital de agua potable, “está considerado como un punto caliente de la erosión”, señala Abdulla Diku.

Para hacer frente, las autoridades prohibieron en 2016 la explotación de los recursos forestales y adoptaron los compromisos de las cumbres climáticas de la ONU de París y de Glasgow.

El gobierno también reforzó la legislación. “Los delitos ambientales serán tratados por el código penal como un crimen contra la vida, la propiedad o en banda organizada”, advirtió el ministro de Interior, Blendi Cuçi. (I)