Fratelli Tutti es el título de la encíclica que el papa Francisco lanzó en el 2020, en plena pandemia, en la que reflexiona sobre la fraternidad social evaluando la política, la corrupción, las migraciones, el diálogo, los encuentros y los desencuentros, y más situaciones de las sociedades de nuestros días. Y es también el nombre que lleva la escuela política que, con su aval, se creó este año de la mano de dos fundaciones. Una es Schollas Occurrentes, impulsada por Francisco cuando era todavía Jorge Bergoglio, obispo argentino, y que es liderada por José María Corrral; y la otra es Liderar con Sentido Común, presidida por el consultor político español Antonio Sola.

En un diálogo con este Diario, Sola explica de qué forma esta escuela busca crear liderazgos basados en una nueva forma de hacer política desde la compasión, desde el encuentro con el otro. Él es parte del directorio de la institución. Viaja constantemente por el mundo a causa de su trabajo como estratega de diferentes campañas políticas, pero su hogar, dice, es Guayaquil, porque aquí está su esposa, la prefecta del Guayas, Susana González. Aunque de entrada pide no hablar de la política local, pese a que la que conoce bien, pues ha trabajado en varias campañas, incluyendo la primera de las tres del ahora presidente Guillermo Lasso.

¿Cómo nace la idea de esta escuela política avalada por Francisco?

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Muchos intervinieron en esto. Por mi trabajo conocí a un cura argentino que se llama Fabián Páez, que, sabiendo de mi búsqueda de liderazgos políticos para construir un mundo distinto, me dice que debería hablar con un amigo suyo que se llama José María Corral, que es el presidente de Schollas Occurrentes, la fundación vaticana que puso en marcha Francisco cuando fue elegido papa, pero que viene de un movimiento anterior, cuando era Bergoglio en Buenos Aires. Schollas busca generar un nuevo tipo de educación “de aulas sin paredes”, que tiene que ver más con el corazón que con la razón, para chicos y chicas, con base en la cultura del encuentro que promueve el papa, y que es algo en lo que yo creo profundamente. Nos conocimos en un Zoom, conversamos un par de veces y nos vimos en Madrid. Y ahí el sugiere crear una escuela política con una dinámica nueva para formar líderes del sentido común, del sentir, pensar y hacer; y empezamos a soñar. Me pareció una idea fantástica. Y trabajamos varios meses en ello. Luego me dice: ‘¿Por qué no se lo mostramos a Francisco?’, y se lo mostró. A él le gustó, sugirió llamarla Fratelli Tutti, lo cual fue maravilloso.

Pero una cosa es que al papa le haya gustado la idea y otra que le dé su aval, su bendición y la apadrine… ¿Cómo se concretó esto?

No estuve presente cuando José María le contó la idea a Francisco; tengo entendido que fueron varias reuniones. Sí estuve en la audiencia privada de unos doce minutos del 20 de mayo pasado, en Roma, en la que nos dijo a las ocho personas que estábamos ahí: ‘Hay que hacerse cargo de esta porquería’, refiriéndose a la política. Lo que pienso es que el papa está muy comprometido con la cultura del encuentro y cerrar las grietas que nos dividen, cosa que yo comparto y José María también; y por eso decidió abrazar una iniciativa disruptiva en el marco de lo que él representa, como un gran líder y dentro de su papado. Entonces, acoge la escuela, nos da el permiso para llamarla Fratelli Tutti y hace dos semanas él dio en Roma la primera clase a chicos y chicas de todo el mundo, y dijo cosas durísimas de lo que está pasando en el mundo.

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¿Quién puede entrar en esta escuela? ¿Hace falta ser católico?

Ya hubo un primer proceso de selección con cientos de solicitudes de 50 países. Se seleccionaron 50 chicos de 34 países, de entre 18 y 30 años, cinco confesiones religiosas, aconfesionales y hasta ateos. Fue un proceso de selección en donde el dinero, lo natural y lo estándar no contaron para poder entrar: tenemos cuatro refugiados, un ruandés que vive en Sudáfrica cuyos padres fueron acribillados en la guerra civil…

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¿Y qué tienen en común estos chicos?

Vienen de abajo, de movimientos comunitarios, de la periferia, y sueñan con construir un mundo distinto a través de la política.

¿Cómo funciona la escuela?

Juntamos a los chicos y chicas una semana en Roma (en octubre pasado). Luego de esto tendremos una serie de participaciones con especialistas de vanguardia que están pensando el “presente futuro”, y no en el “presente pasado”, desde dinámicas que tienen que ver con la nueva economía (como la criptomoneda), los movimientos emergentes, las periferias, las miradas distintas de hacer política. Pero partimos de la cultura del encuentro, desde experiencias de entender el dolor del otro, y no solo el propio, el pensamiento crítico...

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¿Reciben clases virtuales, leen libros, toman notas?

Nada de eso. Los que llegaron con un bolígrafo y papel no lo usaron. No es una educación reglada al uso estándar; son fundamentalmente conversaciones e intercambio de experiencias. Luego viajarán en grupos de diez a diferentes países para hacerse cargo del entendimiento de problemas muy locales. Y después los volvemos a juntar a todos para hacer comunidad. Y así un año. De momento estamos creando la plataforma de la escuela que nos permita cumplir con el objetivo: sentir, pensar y hacer; formar en esa dinámica, que nos encontremos a nosotros mismos y desde ahí a los otros.

De diez en diez. El Evangelio decía que Jesús mandó de dos en dos a sus apóstoles…

Es una maravillosa coincidencia.

¿Y cuál es la política ideal que ustedes esperan que surja de este proceso?

Ahora te voy a hablar a título personal, no de la escuela. Creo que estamos viviendo un fin y un principio de la civilización por muchas manifestaciones que no vienen al caso…

Como la pandemia...

Sí, sin lugar a dudas, pero además hay otra: existe un interés claro de ciertos grupos de detonar los fundamentos religiosos que le dieron solidez a los procesos civilizatorios que vivimos ahora: el islamismo, el judaísmo y el cristianismo. Estamos presenciando el fin y el inicio de un ciclo político evidenciado en la muerte de las ideologías, de los partidos políticos y de esta clase de mala política. Y aquí hay manifestaciones de lo que viene. Ante nosotros está una Y: por un lado, movimientos autócratas muy ideologizados, que forman parte de la defensa propia de quien no quiere morir en este fin de ciclo; y por el otro, lo que hemos denominado “humanítica”, que es la política centrada en el ser humano, hija de la voluntad y del sentido común, que no está anclada en lo que nos separa sino en lo que nos une, y que tiene que ver fundamentalmente con romper los parámetros que esta clase de políticos nos han impuesto por décadas haciéndonos creer que es el único modelo posible. ¿Qué va a surgir de esta escuela? Una red de chicas y chicos políticos, periodistas, empresarios, que en sus posiciones crean que desde la mirada compasiva, que no es el término religioso, se construirá una forma distinta de hacer política. Una política como ejercicio por el cual la manera compartida de los problemas es la solución compartida de las personas, y la tecnología nos va a permitir eso. Eso es lo que viene de nuevo: la democracia digital directa, participativa y deliberativa. Lo que viene dentro de diez, quince, veinte años, es un cambio radical.

En la encíclica, Francisco habla de dos “taras” principales de la política: la inmediatez y el populismo…

Y yo coincido. Los populismos de cualquier ideología son una lacra, ha sido el pan para hoy y el hambre para mañana. Y al inmediatismo lo asocio con otras dos taras: el pragmatismo lacerante, que es el “todo vale”, aunque no en todo lado, pues sí hay política decente, aunque anónima; y la mentira. En la pandemia vimos, hablando en términos religiosos, los cuatro pecados capitales de una política abaratada: nos mintieron, subestimaron a los ciudadanos, cuando se tomaron decisiones se buscó rentabilidad política y no construyeron soluciones reales. Todo esto es una realidad, Francisco lo dice en la encíclica y lee muy bien la política. Todas las críticas que él hace yo las vivo por mi trabajo en los países. Y eso hay que cambiarlo.

Su trabajo como consultor es ganar elecciones. ¿Cómo se puede construir esa nueva política si para ganar hay que mentir en las campañas?

Esa mentira no es verdad… ¿Por qué hay que mentir para ganar? Que suceda es otra cosa. Y que suceda no significa que no se puede creer que es posible un cambio, porque hay gente que está dando ejemplo de que sí se puede.

¿Y un político que no miente en las campañas gana elecciones?

Sí, por supuesto, hay muchos ejemplos. Hay muchos candidatos que ganan honestamente con las normas de una democracia que está extenuada, una democracia que es estrecha para un futuro tan grande, que es débil, que se ha prostituido…

Usted habla de la muerte de los partidos políticos. Pero en países como Ecuador, por ejemplo, la única forma de participar en elecciones, la expresión real de las democracias, es a través de estos.

Es que usted mira el presente, no el futuro. ¿Quién crea la Constitución, las normas de los partidos políticos? Las personas. Si una Constitución o una ley nos quedan pequeñas, pues, hay que entrar a un proceso de renovación. La ley de hoy no será la misma en 50 o 100 años, y los ciudadanos pueden pelear para cambiarla. Nos sirvió hasta ahora, pero si ya no sirve, enterrémosla.

La política en América Latina, por ejemplo, tiene todas estas “taras”; tenemos regímenes autoritarios en Nicaragua, Venezuela, Cuba. Y no hay señales de cambios. ¿Cómo me puede hablar de estos giros en las civilizaciones que, según usted, son inminentes? Parece que me habla desde la fe...

Alguna vez me dijeron que todo esto es utópico. Y les contesté que en los años 50 una mujer luchó por el voto femenino y le dijeron lo mismo, igual que a la primera mujer negra que se sentó en un autobús de blancos. Esto claro que es una cuestión de fe. Pero con los pies en la tierra, pateando la calle todos los días. ¿Por qué hay que ser negativos? En la vida existe un mundo de luz, somo más la gente de buena voluntad que la de mala voluntad.

Luego de esta primera camada de alumnos, ¿qué viene? ¿Van a aceptar a políticos que de pronto quieran cambiar?

La escuela tendrá continuidad. Queremos más promociones, que la semilla crezca.

¿Quién financia los estudios de estos chicos?

Todos están becados. Estamos buscando financiamiento, y eso destáquelo (risas).

Aquí se habla también del “Gobierno del encuentro”, ¿qué opina de eso?

Que lo promuevan. (I)