Los socialistas alemanes miran con envidia a sus compañeros en la vecina Francia. La alianza de la izquierda francesa forjada por Jean-Luc Melenchon se convirtió en la segunda fuerza política en las elecciones parlamentarias de junio. En el sur de Europa, los partidos socialistas llevan varios años en el Gobierno, con Pedro Sánchez, en España, y Antonio Costa, en Portugal. A esta ola, se acaba de sumar en América Latina el exguerrillero Gustavo Petro, recientemente elegido presidente de Colombia.

El mensaje de la izquierda aún funciona entre los votantes. Pero no en Alemania. Al menos no el del radical partido La Izquierda (Die Linke), el más pequeño en el Parlamento, que ha sufrido una serie de fracasos electorales en los últimos años. Y, en la actualidad, solo tiene representantes en nueve de los 16 parlamentos regionales del país.

Las constantes luchas internas les han pasado factura. En abril, el partido se vio sacudido por acusaciones de sexismo y acoso sexual, después de que la revista Der Spiegel revelara denuncias de ese tipo dentro de la formación en el estado federado de Hesse. La Izquierda también se ha visto perjudicado por su posición contradictoria en política exterior y de seguridad, especialmente en respuesta a la guerra de Rusia contra Ucrania.

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En la reunión del partido celebrada en junio, la mayoría delos delegados apoyó una moción que calificaba a Vladimir Putin de “agresor y conquistador brutal” y respaldaba las sanciones contra los oligarcas rusos. “La criminal guerra de Rusia no puede justificarse con nada”, dijo la recién reelegida colíder de la formación, Janine Wissler. Pero la política también reiteró la postura de su partido contra la OTAN. Algunos delegados fueron incluso más allá, criticando al “imperialismo” occidental.

Críticas contra el ala extrema

Antes del evento, el portavoz de política exterior y antiguo líder del partido, Gregor Gysi, acusó al ala más extrema de su partido de aferrarse a su “vieja ideología” de que “la OTAN, Estados Unidos y el Gobierno alemán son malvados”. Gysi subrayó que la OTAN “no ha cometido un solo error que justifique la guerra de Rusia”. A pesar de estas divisiones, todos los delegados coincidían en su rechazo a los planes de reforzar el Ejército alemán y al fondo especial previsto de 100.000 millones de euros para comprar nuevos equipos.

Por tradición, el partido La Izquierda mantiene buenas relaciones con Moscú, en parte porque sus raíces se encuentran en el Partido de Unidad Socialista (SED) de la dictadura comunista de la República Democrática Alemana (RDA), que llegó a su fin con la revolución pacífica de 1989/90 y la reunificación del país. Pues La Izquierda surgió de la unión de los postcomunistas del SED, los sindicatos y miembros desencantados del partido socialdemócrata (SPD) del hoy canciller federal Olaf Scholz, de centro-izquierda.

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Socio de coalición en solo cuatro estados

El mayor éxito nacional de esta agrupación política llegó con las elecciones de 2013, cuando se convirtió en el mayor partido de la oposición. Pero los mejores resultados de La Izquierda fueron a nivel estatal en el este de Alemania, donde los inconformes, que se sintieron abandonados tras la reunificación, encontraron un hogar en La Izquierda.

El partido trató de situarse a la izquierda del SPD en todo el país, aunque en algunos lugares, como las regiones ricas del suroeste de Alemania, no ha logrado avanzar, y nunca ha llegado a un Parlamento estatal. Por ahora, La Izquierda solo puede conformarse con ser socio de coalición en cuatro de los 16 Gobiernos estatales de Alemania: Berlín, Bremen, Mecklemburgo-Pomerania Occidental y Turingia.

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Ante ello, la propia líder del partido, Wissler, hace un mea culpa, pues frente a temas clave como la pandemia de COVID-19, la política de refugiados y la protección del clima, La Izquierda se ha preocupado más por sí misma que por enfrentarse a “nuestros oponentes políticos”. (I)