Los ecuatorianos somos seres raros y únicos porque dormimos “tranquilos” en medio de crujientes volcanes… Así nos describió, en parte, Alexander von Humboldt, uno de los grandes geógrafos de la historia. Y es que Ecuador es sísmico y volcánico por excelencia. Según datos del Servicio Nacional de Gestión de Riesgos y Emergencias (SNGRE), en el país hay 96 volcanes. De estos, tres están en erupción, 14 activos, 16 potencialmente activos y 63 extintos o en reposo.

Su monitoreo constante es clave para minimizar los daños que puedan ocasionar sus erupciones. Pero, ¿realmente estamos tranquilos y hemos aprendido a vivir con ellos o estos colosos solo nos han dado una tregua? El Chiles-Cerro Negro (Carchi), El Reventador (Napo), Guagua Pichincha (Pichincha), Cotopaxi (Cotopaxi), Sangay (Morona Santiago) y el Tungurahua (Tungurahua) son considerados los más activos y están “totalmente” monitoreados por el Instituto Geofísico (IG), afirma, Rodrigo Rosero, viceministro del SNGRE.

Indica que actualmente el país cuenta con un protocolo de seguridad para erupciones volcánicas y alertas tempranas que fue actualizado en 2019 para incluir el uso de sirenas en poblaciones de riesgo. En todo el país hay 205 de estos dispositivos, 152 para alertas de tsunamis, 26 para monitorear subidas y bajadas de ríos y represas, y 27 para volcanes. Estos dispositivos están articulados con el ECU911.

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A diferencia, por ejemplo, de la erupción del Tungurahua en 1999, hoy hay un sistema descentralizado de riesgos. Las instituciones técnico-científicas están fortalecidas, sin decir que es lo mejor porque hay que seguir fortaleciéndolas”, dice.

En 1999, cuenta el funcionario, lo que hicieron las autoridades de turno no fue una evacuación de las poblaciones en riesgo sino un “desalojo”, en especial en el cantón Baños: “Sacaron a las personas por seis meses de sus territorios y esto rompió vínculos familiares”.

Silvana Hidalgo, directora del IG, cuenta que en esos años el monitoreo al Tungurahua no falló, ya que se generaron alertas desde 1994 hasta meses antes del evento. En tanto, en 2002 no se tenía tan monitoreado al Sangay y el tiempo para detectar anomalías se vio reducido, la respuesta a la erupción fue tardía: “Actualmente está totalmente monitoreado”.

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Instituto Geofísico advierte de enjambre sísmico y posible caída de ceniza del volcán Sangay en poblados de Chimborazo

Para determinar cuáles son los volcanes más activos se deben realizar varios estudios geológicos que implican visitas de campo, tomar muestras, levantar la cartografía del volcán, hacer las dataciones de los depósitos que ha producido cada uno de ellos para saber la fecha de su última erupción y el periodo de recurrencia.

Estos estudios toman años. En el caso de nuestro país vamos desde la década del 80 trabajando en esto. Tenemos una especie de catálogo de volcanes y los hemos dividido en cuatro tipos: extintos o en reposo, activos, potencialmente activos y en erupción”, dice Hidalgo. Afirma que un volcán puede ser reclasificado. Por ejemplo, puede pasar de extinto a potencialmente activo. Todo dependerá de las dataciones y los controles que se hagan.

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Infografía de Álvaro Chiriboga

El seguimiento que realizan los técnicos permite saber un aumento de la actividad volcánica. Si el riesgo incrementa se comunica a las autoridades encargadas para que estas procedan, por ejemplo, a activar las sirenas y el plan de contingencia de cada municipio. Además, de ser necesario, se da luz verde para evacuaciones.

En el monitoreo de los volcanes no se sigue la lógica de que si está en erupción hay que hacer mayor monitoreo, ya que debemos saber el tipo de actividad. Por ejemplo, si el flujo de lava se queda cerca a la zona del volcán prácticamente el peligro no es muy elevado. En cambio, si vemos que un volcán tiene grandes flujos piroclásticos y caídas de ceniza a distancias kilométricas, está cerca de poblaciones, el peligro es más elevado”, señala Hidalgo.

Si bien una erupción volcánica puede ser prevista y monitoreada, hay registros de eventos eruptivos tan rápidos que incluso con un excelente sistema de monitoreo no habría mucho tiempo para prepararse, aclara Hidalgo. Añade que la actual red de monitoreo en el país es buena y lo que se debe buscar es mantenerla a través de la reposición de equipos.

Volcán Reventador emite flujos piroclásticos, alerta Geofísico

Maurizio Mulas, profesor de Geología en la Facultad de Ingeniería en Ciencias de la Tierra de la Escuela Superior Politécnica del Litoral, afirma que los ecuatorianos debemos aprender a convivir con estas “bombas” naturales y que el único mecanismo para una buena convivencia es el monitoreo.

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“Los volcanes son como las personas. Unos tienen un carácter más tranquilo como el Wolf, en Galápagos. Pero hay otros que tienen el carácter fuerte como el Cotopaxi”, dice.

Según el docente, a los humanos siempre les ha gustado vivir cerca de los volcanes debido a que sus cenizas vuelven los suelos muy fértiles. Es por esto que los municipios deben generar planes urbanísticos donde haya mapas con zonas clasificadas por colores, por ejemplo: “En la zona roja nadie debería vivir, en la amarilla y verde serían poblaciones que deben ser evacuadas. Ciudades como Quito y Latacunga deberían tener este tipo de planes”.

Las cenizas del volcán Sangay han llegado a ciudades costeras como Guayaquil. Foto: Cortesía Instituto Geofísico

Pese a los protocolos establecidos en el país, Rosero reconoce que hay que seguir trabajando con los municipios para que actualicen las rutas de evacuación y se incremente la señalética. Además de la realización de simulacros: “No esperemos que el volcán X entre en actividad para realizar estas actividades”.

Entra en erupción el volcán Wolf de la isla Isabela, en Galápagos; allí habitan las iguanas rosadas

Indica que el 80 % de los municipios del país ya tienen unidades de gestión del riesgo, pero falta fortalecerlas, ya que algunas personas que están a cargo de estas dependencias confunden el manejo del riesgo con seguridad ciudadana. “Hay cabildos que tienen a una persona en estas unidades y otros un equipo de 20. Además, cuando cambia el alcalde, en ocasiones, hay retrocesos”.

Varios proyectos para concretar la Ley de Gestión de Riesgos reposan en la Asamblea. La normativa mejoraría las gestiones de los cabildos y garantizaría los recursos para que manejen los riesgos en sus territorios. El aluvión reciente en Quito y las fuertes lluvias en la Costa han vuelto a presionar al Legislativo para que apruebe la ley. (I)