En despensas o mercados, en semáforos o en locales que son parte de las cadenas de supermercados, los consumidores buscan lo más conveniente para el bolsillo en el momento de comprar alimentos, lo que nunca dejó de demandarse durante el confinamiento mundial por la pandemia del COVID-19.

Las restricciones de movilidad y la especulación generaron un incremento en el precio general de los alimentos entre los meses de marzo y agosto del 2020 en Ecuador con respecto al mismo periodo del 2019, según el reporte de inflación del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).

Hubo reducción de costos entre septiembre del 2020 y agosto del 2021, a excepción de febrero; pero en noviembre pasado se registró el tercer mes consecutivo de nuevos aumentos.

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Es una tendencia que se observa a nivel mundial, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), que declaró a noviembre como el cuarto mes consecutivo en que se disparan los precios de los alimentos en el planeta, alcanzando su mayor nivel en los últimos diez años.

El precio mundial del trigo, con el que se elabora el pan, subió 5 % por una menor cosecha. El aumento aún no se refleja en el país, donde en promedio se adquiere un pan en $ 0,10, pero todo depende de la panadería en la que se compre.

De acuerdo al índice de precios de la FAO, los aceites vegetales subieron 9,6 % en octubre, un máximo histórico. Esta tendencia mundial sí deja su impacto en Ecuador, donde el índice de precios de los aceites y grasas tuvo un alza de 28,05 % en noviembre pasado respecto al mismo mes del 2020. Este segmento es el que más contribuyó a la inflación de ese mes, seguido por el agua mineral, refrescos, jugos de frutas y de legumbres, el pan y cereales, las bebidas no alcohólicas, pescado y los productos lácteos (leche y queso), con aumentos que van del 1,87 % al 0,19 %, según el INEC.

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Son porcentajes que se calculan del consumo final de los hogares de ingreso alto, medio y bajo del área urbana del país.

Mónica Valencia (44), Andrés Carpio (38) y Pola Villegas (58) hacen las compras en sus hogares en Guayaquil. Ellos coinciden en que, tras el incremento que se dio en los primeros meses del confinamiento, sí bajaron los precios, pero el costo de algunos artículos no retornó al de antes de la pandemia.

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Un litro del aceite más económico valía $ 1,50, ahora cuesta hasta $ 2,3, dice Mónica, docente que reside en Mucho Lote I, en el norte de Guayaquil. “En la pandemia se aprovecharon de la necesidad. Lo que se gana está estable, incluso ahora hay reducción de sueldos”, indica.

Hay diferencia de costos entre los supermercados, los mercados y lo que se compra en los semáforos, despensas o camionetas, según un muestreo realizado por este Diario.

Un guineo costó $ 0,17 y $ 0,22 esta semana en los locales que los supermercados tienen en un barrio del norte y sur de Guayaquil; mientras que en un mercado del norte de la misma ciudad y en el de Quinindé, en Esmeraldas, dan siete unidades por $ 0,25.

En los mercados venden un aguacate por $ 1, y antes de la pandemia costaba $ 0,50, dice Mónica. Sin embargo, en los semáforos y en los supermercados de los barrios de Guayaquil dan hasta cinco por el mismo valor. “Uno se la juega, porque sí hay diferencia en la calidad”, afirma Pola, una jubilada que vive en el barrio Las Joyas, en el sur de Guayaquil.

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Las legumbres, los vegetales y las frutas son más económicas en los mercados o en la venta ambulante, afirman. Mientras que los productos industrializados, como el atún, el litro de aceite o el café (sachet), cuestan menos en los supermercados.

El atún se compró esta semana en $ 1,16 en el local barrial de un supermercado del norte de Guayaquil, mientras que se adquirió a $ 1,25 en el mercado de la misma zona.

Andrés hace compras semanales para su hogar de seis miembros.

El arroz lo adquiere directamente a unos distribuidores que llegan en un camión al barrio La Chala, en el sur de Guayaquil, donde vive. “El quintal (100 libras) lo vendieron en $ 23 la semana pasada, y los saquillos de una arroba (25 libras) en $ 5,50, marca Conejo (es decir, entre $ 0,22 y $ 0,23 la libra). En una tienda vale $ 0,40 la libra. No resulta comprar así, poco, pero este sí sigue igual que antes de la pandemia”.

La libra de papas se adquiría en $ 0,20 en los mercados antes de la pandemia, añade, pero ahora se vende desde $ 0,35. En un mercado del norte de Guayaquil dan cuatro libras por $ 1, solo si se compra ese volumen.

Pola prefiere comprar en las paradas de semáforos de la avenida Domingo Comín, a la altura de la Pradera. “Me dan hasta cinco libras de papa por un dólar; hacemos así para ayudar a nuestra economía”.

“La libra de carne de res estaba en $ 3,25, y actualmente la compro entre $ 3,50 y $ 3,80 por aquí en las tercenas del sur”, dice Andrés.

“Había un queso económico que antes del COVID-19 compraba en $ 1,50, ahora el mismo está en $ 2. La libra de canguil costaba $ 0,50, ahora me cuesta $ 0,80. Estamos con sueldos reducidos, pero tengo que destinar $ 20 más a la semana para comprar la misma canasta que adquiría antes de la pandemia”, acota.

Entre mercados de distintas ciudades también hay variaciones. En el de Quinindé, conocido como cantón con sembríos de palma de donde se extrae la materia prima para el aceite, un litro del producto cuesta $ 2; en el de Guayaquil vale $ 2,25.

Lo contrario ocurre con el atún: la lata más económica cuesta $ 1,25 en un mercado del norte del principal puerto del país; y en Quinindé, $ 1,50. La libra de carne de res, en cambio, es más barata en este último cantón, que también alberga ganadería: cuesta entre $ 1,50 y $ 2, según la calidad.

Jorge Ávila, ingeniero en Economía Agrícola y docente de la Universidad San Francisco de Quito, afirma que la pandemia del COVID-19 con la variante ómicron genera más incertidumbre y afecta las cadenas de distribución de los alimentos.

“La cuestión es que los costos de los productos en el país de por sí ya son más elevados que el promedio mundial, por eso no somos tan competitivos. Ponerle todavía el rubro por el incremento del precio de los combustibles y de los fertilizantes, que importamos y no usamos de forma eficiente, torna más complicado subir. Hay unos valores de sustentación y el comprador buscará pagar eso o menos. No hay más margen para aumentar los valores”, asegura Ávila.

El costo de la canasta básica familiar del país en noviembre pasado fue de $ 715, según el INEC. Y el ingreso familiar sería de $ 746 en un hogar de 4 miembros, siempre y cuando 1,6 personas en él trabajen y ganen el salario básico. (I)