El gusto por los bolos de sus hijos Gael y Samir llevó a Landy Andrade, de 30 años, a buscar en YouTube un tutorial para prepararlos. Vio videos, pero también le consultó a su madre, Reny Peñaherrera, cómo se hacían, puesto que hace años vendía helados.

Entonces, Landy preparó unos cuantos bolos y su esposo e hijo quedaron fascinados. Después recibió la visita de una amiga, quien iba acompañada de más personas, y decidió brindar los bolos. “Por qué no los vendes”, le decía su amiga.

Landy lo pensó y cogió un cartón y pegó una hoja con los sabores y precios de los bolos. Y para empezar, su madre le regaló $ 20 y preparó tres sabores: nutella, galak y Oreo. Así fue tomando forma su negocio Bolos Gourmet Saga desde agosto de 2020.

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“Y yo le digo a mi esposo (Adrián): ¿Por qué no nos vamos a vender a la Terminal Terrestre? Entonces, los lunes y martes nos íbamos. Al principio nos daba vergüenza porque los (agentes) metropolitanos no nos dejaban (estar afuera), y yo decía: “¿Y si nos sacan y me quitan los bolos?”, pero mi esposo siempre me estuvo animando”, cuenta Landy. Así, dos días a la semana iban con una hielera y vendían 50 bolos diarios.

A medida que Landy incrementaba los sabores también se aventuró a preparar chocobananas, que admite al principio no eran de su agrado. “Me salían malísimas, pero fui intentando hasta que me quedaron bien. Mi mamá siempre me ha dicho que la cocina es imaginación”, dice Landy, a quien le faltó poco tiempo para graduarse de médica.

Landy oferta bolos de chicle, ron pasas, chocomenta, piña, unicornio, coco y otros a $ 0,75. En cuanto a chocobananas las tiene de chocolate negro y blanco con grageas de almendra, maní y demás. Foto Carlos Barros. Foto: Carlos Barros

Ya teniendo estos dos productos, Landy creó una cuenta de Instagram y casi nadie veía sus publicaciones. Decidió escribirle a un influencer y este promocionó su producto. “Le escribo y sin imaginarme que me iba a responder. Él me dijo que le envíe los bolos y quedó encantado. En un día tuve como 1.500 seguidores (en Instagram). Yo me quedé con la boca abierta y dije: Dios mío, esto no puede ser”.

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Y con esto Landy incrementó los pedidos y se concentró en entregas a domicilio y venta desde su casa, ubicada en Sauces, en el norte de Guayaquil. Los pedidos ya no eran de cinco bolos sino de 20, 30 y hasta más, y casi en la misma cantidad las chocobananas.

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Landy se amanecía realizando las preparaciones y su esposo la ayudaba a armarlos. Tanto fue su crecimiento que el congelador de su nevera quedó pequeño y los productos no se congelaban.

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“Como a la nevera nunca la había cargado de esa manera, los bolos no se congelaron. Yo lloraba y con vergüenza les decía a las personas, que venían a retirar, que no estaban congelados y si deseaban no podían llevarlos, pero fueron muy amables y ellos los congelaban en sus casas”, señala.

Según Landy, en ese momento llegó un ángel a su vida y fue una amiga, la cual le ofreció su ayuda para sacar un congelador pequeño a crédito. Pero no duró mucho porque se le averió. Y otra amiga la apoyó para sacar un congelador grande, que actualmente posee y ya terminó de pagarlo.

Después de dos años en ese negocio, Landy oferta bolos de chicle, ron pasas, chocomenta, piña, unicornio, coco y otros a $ 0,75. Posee además de cocteles como margarita, mojito, vodka gumi y saltamonte a $ 1. En cuanto a chocobananas, las tiene de chocolate negro y blanco con grageas de almendra, maní y demás.

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Al día suele vender hasta 100 bolos, que al mes pasan de los 3.000. En chocobananas tiene un promedio de 65 al día, es decir, un poco más de 2.000 al mes. Posee combos de 10, 15, 20 y más productos. Hace envíos a nivel nacional y cada dos o tres meses sus clientes llevan sus productos a Estados Unidos cuando viajan.

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“Tengo clientes que han venido a Ecuador, han probado y cuando tienen un familiar que viaje a Estados Unidos piden que les lleve”, cuenta.

Landy envía los pedidos a través de delivery y con esos ingresos paga la comida, escuela de sus hijos y otros gastos que comparte con su esposo, quien gana el básico.

“Ahora hay una estabilidad económica. Antes, por ejemplo, mis hijos me decían que querían comer morocho porque pasan vendiendo por la casa y se me partía el corazón. Les decía: ‘No tengo’. Y ahora les digo: ‘Mi amor, ¿quieres comer morocho?’”, dice Landy mientras seca sus lágrimas.

Este camino de mantener un negocio afirma que no ha sido fácil, pues antes intentó emprender con quesos y no le funcionó y quedó endeudada, pero con los bolos se dio cuenta de que eso es para ella.

“Sí, ha sido duro porque a veces uno quiere crecer y las puertas se te cierran. Yo sueño con comprarme una máquina de hacer bolos, la industrial, cuesta como $ 5.000, y he estado buscado un préstamo bancario, pero me dijeron que no puedo porque tengo dos años y necesito tres”, indica.

Landy espera mantenerse en el mercado, abrir un local y sacar su registro sanitario para proponer su producto a los supermercados. Sueña con construir “un imperio”.

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“Me veo como una empresaria generando trabajo, tener un local de bolos. Quisiera poner un espacio sin cobrar de otros emprendimientos. Quiero hacer mi imperio de bolos”, asegura.

Landy recomienda a otros emprendedores no tener miedo y confiar en su idea. “Uno tiene que arriesgarse y confiar en Dios. Yo desde el primer día confíe en Dios y aquí sigo soñando porque quiero hacer de esto algo grande”, sostiene. (I)