Los anuncios de nuevas construcciones y proyectos en Guayaquil empezaron durante el segundo semestre del 2021 con una primera reactivación tras los efectos más fuertes de la pandemia del COVID-19, que implicó restricciones en Ecuador a partir de marzo del 2020.

Un segundo auge en el registro de construcciones se dio entre febrero y abril de este año, cuando se superó el número de proyectos del 2019. Pero nuevamente empezó una reducción, que se mantiene, más aún a partir de junio último, cuando ocurrió el paro nacional, según las cifras enviadas por la Municipalidad de Guayaquil a este Diario.

Desde enero hasta agosto de este año, el cabildo registra un total de 2.115 construcciones nuevas, aumentos y remodelaciones; mientras que en el mismo periodo del 2019 fueron 2.619.

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La mayor parte de los 2.115 proyectos de construcción registrados este año, hasta el 25 de agosto último en la ciudad, se hacen en las parroquias Pascuales, Tarqui y Chongón.

Son las zonas hacia donde crece la ciudad, principalmente en el noroeste y oeste del área ya urbanizada.

Los sectores donde más se desarrollan estos tipos de proyectos son Pascuales, en la autopista Narcisa de Jesús, con planes como Mucho Lote, Mi Lote, Bastión Popular, Vergeles, etc.; y en Tarqui y Chongón, en vía a la costa, Urdesa, Kennedy, Sauces, Samanes, etc., según datos del Cabildo.

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Desde enero del 2019 y hasta el 25 de agosto de este año hay 11.629 proyectos de construcción de viviendas y mixtas (también con uso comercial), de los que el 89 % se hicieron o hacen en las parroquias Pascuales, Tarqui y Chongón.

El crecimiento se concentra hacia el oeste, dice Luis Valero Brando, miembro de la Cámara de la Construcción de Guayaquil, en las inmediaciones de la vía a la costa. Al sur hay zonas de reserva de manglar y lo que queda de los ramales naturales del estero Salado, y al este ya está el límite con los cantones Samborondón y Daule, marcado por los ríos Daule y Guayas.

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“Desgraciadamente, la vía a la costa tiene deficiencias en los servicios de agua potable, problemas de aguas servidas y viales, porque está saturada; hay que hacer pasos a desnivel. Es por eso que la gente está acudiendo a los cantones Samborondón y Daule”, asegura.

La prioridad de la política municipal y del Gobierno central debe centrarse en la movilidad y en la infraestructura vial, manifiesta Valero.

La reducción del número de proyectos va de la mano con la situación económica y política que enfrenta el país, afirma Enrique Pita, expresidente de la Cámara de la Construcción de Guayaquil.

El sector de la construcción es el fiel reflejo en su actividad respecto a lo que sucede con la economía nacional, que está paralizada, no logra recuperarse”, indica.

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El impacto directo se da por dos razones. “Primero está la confianza que tiene el promotor de que venderá el producto; y en segundo lugar está el comprador, (con la esperanza) de que tendrá un crédito barato a largo plazo y de que mantendrá un empleo para poder pagarlo”, dice Pita.

Entonces, el uno no construye porque, si no, se queda con propiedades sin poder recuperar sus inversiones en el plazo previsto. El comprador tampoco se quiere comprometer en deudas, porque las tasas de interés no han bajado, a pesar de que sí hubo una percepción de que habría una recuperación desde que el actual presidente de la República, Guillermo Lasso, asumió el poder en mayo del 2021.

A este contexto se suma el paro de junio pasado, las amenazas de nuevas paralizaciones y la falta de confianza de que los diálogos entre los indígenas y el régimen lleguen a buen término. “Todos estos elementos: pandemia, pospandemia, paro, no conclusión de los diálogos... Todo esto desalienta tanto al promotor como al comprador”, asegura Pita.

Abril del 2020 es el mes cuando menos construcciones se registraron en Guayaquil, con un total de 40. El segundo mes con un menor auge en el sector fue julio último, con 110 proyectos registrados. Y hasta el 25 de agosto pasado se contabilizaron 64 en todas las parroquias urbanas del cantón.

En 2021 hubo un mayor número de construcción de casas (2.900) frente a las hechas en 2019 (2.674), pero se dio una reducción drástica de trabajos en edificaciones mixtas (vivienda y comercial), oficinas, consultorios y las que son de otros usos.

Si bien hay menos obras activas respecto a las que se dieron durante el 2019, el costo en conjunto reportado de todos los proyectos ha aumentado.

Las obras en el sector de la construcción costaron un total de 676,2 millones de dólares en el 2019, valor que bajó a 517,6 millones de dólares en 2020, pero en 2021 los trabajos sumaron y se valoraron en 708,5 millones de dólares.

Y desde enero hasta el 25 de agosto de este año, este valor alcanza los 560,4 millones de dólares.

Hay una mayor inversión que está más relacionada con el incremento de los fletes del transporte para el traslado de los materiales, y precios elevados del hierro y aluminio debido a factores externos, como la guerra entre Rusia y Ucrania, que continúa.

“Todos estos son costos que influyen en el precio final de un producto. Los constructores en algún momento tienen que privilegiar el hecho de bajar o sostener sus precios para efectos de poder recuperar la inversión, tener capital y empezar otro proyecto. El sector de la construcción no puede cargar al precio de su producto todos estos incrementos, porque, si no, llega el momento de que no se puede construir o seguir”, indica Pita.

El arquitecto Valero dice que la inversión estatal en obra pública bajó: se hace un 10 % o 20 % de lo que se construía antes de la pandemia. “Los atrasos en los pagos de los municipios reducen la velocidad de los trabajos”.

A partir del COVID-19 llegó la tendencia de trabajar en casa, lo que se mantiene en alguna medida, agrega Valero. “Calculo que hay exceso de oficinas, es decir, hay oficinas desocupadas como para dos años más de ventas: demasiada oferta ante la demanda existente. Mucha gente sigue trabajando en casa; perdieron su empleo ante la disminución de personal; y otros, como vendedores o ciertos tipos de profesionales, tampoco ya alquilan y se acostumbraron a trabajar desde sus viviendas”.

Además, hay lentitud en la venta de departamentos, en medio de la falta de liquidez en la economía, acota Valero. “Las áreas totales de construcción de los departamentos para la clase media se han reducido de 120 a 150 metros cuadrados, y ahora son de 105 o 95 m² (en promedio)″.

La disminución del área es para que no aumente el costo total de estos bienes inmuebles y así tengan una venta más rápida, al menos a los mismos precios que tenían los departamentos antes de la pandemia.

La inflación del sector de la construcción ha sido del 7 % y 9 %, por encima de la registrada en el país, que es entre el 2 % y el 3,5 %. “El costo del hierro, aluminio, cobre, materiales eléctricos, de todo lo importado ha subido; porcelanato, granitos, tumbados... todos los materiales de acabados, que representan el 60 % o 70 % de una obra. La mayoría de ellos son importados y sus precios son afectados por el transporte, debido a la guerra”, asevera Valero.

Del 2019 hasta la actualidad se construye con un 14 % más de costo, agrega. “Todo esto hace que la clase media tenga dificultades para adquirir un departamento. Los promotores inmobiliarios han bajado el área de construcción; no se pueden bajar los costos, porque el precio de la construcción ha subido. Sala, comedor más pequeños, cocinas abiertas para dar mayor ventilación. Los criterios han cambiado después de la pandemia”. (I)