Eran las 11:40 del pasado viernes 29 de julio y el día estaba parcialmente nublado. Desde el kilómetro 23 de la vía a la costa, antes de llegar al peaje, un equipo periodístico emprendió el viaje hacia Punta Diamante, una playa o brazo de mar ubicado en Chongón.

Desde ese punto ingresamos a la parroquia hasta la Unidad de Policía Comunitaria (UPC). Continuamos en la única vía hasta llegar a un cartel que anuncia la ruta del nuevo aeropuerto.

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Seguimos esa vía, que era lastrada, pero ligeramente mejorada. La máxima velocidad que nos permitía ese terreno era de 40 kilómetros.

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@belenza11

Los invito a conocer Punta Diamante. Si pueden visitarla mejor, la pequeña población de ese lugar se los agradecerá. Para saber más en mi cuenta de Instagram. 😊😊😊#reportaje #playaenguayaquil #playadescubierta #puertodiamante #hermosolugar #naturaleza #airepuro #Chongon #Guayaquil #feriado @Punta diamante

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Pasamos la hacienda Esther María y Juanpa. Todo ese trayecto es rodeado de árboles, algunos son ceibos. A pocos metros de la hacienda Juanpa, en una esquina hay dos carteles claves para llegar al objetivo. Uno de no más de 60 centímetros que dice Pesalmar, esto es una camaronera. Y el de menos de 30 centímetros que dice Punta Diamante.

La entrada es por Chongón, largo por unos 8 km en asfalto y luego unos 17 km de lastrado a mano izquierda. Foto: Cortesía Prefectura del Guayas.

Desde ahí es solo seguir el camino. Nuestra velocidad descendió a 20 kilómetros porque íbamos en un Chevrolet Sail. Sin embargo, quienes tengan otro vehículo, por ejemplo, tipo SUV pueden manejar un poco más rápido.

Y fue desde ese instante que vimos cultivos de cacao, ceibos que resaltaban en el verdor de las plantaciones. E incluso algunos guayacanes con sus hermosas flores amarillas, algunas de la cuales caían mientras transitábamos.

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¿Cómo llegar a playa Punta Diamante de Guayaquil?

Unos 15 o 20 minutos después vimos grandes rejas en una colina. Y estaba un guardia de seguridad de una camaronera. Debimos anotarnos para ingresar. El proceso es muy rápido y se puede acceder a cualquier hora.

Este sitio nos indicaba que ya estábamos cerca al destino. Seguimos y el camino se volvía más hermoso. Eran pequeñas colinas de bosque seco tropical, aves y mucho silencio.

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Una gran cantidad de Ceibos se observan a lo largo del camino para llegar a Punta Diamante. Foto: Belén Zapata Mora.

Luego de quince minutos, esa vía angosta nos llevó a una camaronera donde se observa cómo realizan sus labores y muy de cerca estaban varias casas de madera con una salida al mar. Esa era Punta Diamante.

Al sitio arribamos cerca de las 12:45 y enseguida se siente la brisa de mar, se escucha el canto de gallos y ladridos de pocos perros.

Al bajar del vehículo me encuentro a Alejandría Cruz lavando a mano su ropa y me recibe con un abrazo. Ella nació en la comunidad Punta Diamante, que tiene una población de 60 habitantes, según datos de la Prefectura del Guayas proporcionados por la Asociación de Agricultores de Puerto Punta Diamante.

La comunidad lleva ese nombre porque en el mapa se ve representada como una punta de diamante. También tiene esta denominación porque a las orillas del brazo de mar hay pequeños fragmentos de todo tipo de moluscos y que reflejan a este sector con un brillo similar a este mineral.

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Los habitantes no han conocido una autoridad desde su nacimiento, sin embargo han sufragado por algunas. Tampoco saben lo que es tener agua potable ni luz eléctrica. Se abastecen de generadores. Ellos pasan sus días frente a esa brisa de mar y descansando en sus viviendas de caña y palos, que están a punto de caerse.

Julio Haoran se dedica a la pesca y los fines de semana cocinan con su familia para ofrecer comida a los turistas. Foto: Belén Zapata.

La comuna tiene una extensión de playa de 10 kilómetros donde se pueden realizar actividades turísticas como paseo en bote y caminatas. “Los fines de semana llegan las personas. Son los días alegres”, dice Alejandría, quien vive en una casa muy vulnerable junto a su nuera Ruth Leyton, de 40 años.

Ambas comparten su rutina junto a otras 30 personas aproximadamente que viven en 18 casas de las mismas condiciones. Menos los niños porque viven en la ciudad para estudiar.

Mientras conversaba con Alejandría, llegó Bolívar Arteaga, de 75 años. “Aquí los domingos ponemos música. Dialogamos con los turistas. Es el día de la felicidad”, asegura Bolívar.

Cerca de 500 personas visitan la playa Punta Diamante de Guayaquil, un lugar con grandes carencias

Cerca de la playa estaban los guayaquileños Roger Valencia y Roberto Sabando. Cada uno con su cámara. Ese día arribaron al sitio porque son aficionados al avistamiento de aves. Para Roger era su segunda visita y para Roberto la primera.

“Es un lugar bonito, interesante, tienes una hermosa vista. Yo no sabía que por aquí veías a los buques mercantes entrar al puerto de Guayaquil. Sin embargo, se ve bastante precaria la condición de las familias”, dice Roberto, quien logró fotografiar una garza blanca y una cuca.

En las cabañas hay hamacas para que los turistas puedan usarlas. Foto: Belén Zapata Mora.

Roger espera regresar a este sitio, del que se enteró porque es una ruta usada por ciclistas, en octubre próximo. “Para observar aves es interesante. Sobre todo, está cerca de la ciudad”, menciona.

En la comuna Punta Diamante no solo se pueden realizar caminatas o paseos en botes por $ 1, también hay alquiler de cabañas con hamacas a $ 5 el día y en dos viviendas ofrecen desayunos y almuerzos.

Por ejemplo, Julio Haoran, de 57 años, vende los fines de semana ceviches de concha, camarón, pescado frito, cangrejo y otros platos entre $ 2,50 y $ 4. Él se dedica a la pesca y con esos ingresos sale al pueblo de Chongón a comprar otros alimentos.

Julio lamenta que poco a poco se están quedando con menos espacio, esto porque las camaroneras se están acercando más. Además, indica que en la parte fluvial están desamparados. Ya han sido víctimas de piratas, lo que merma sus ingresos.

La comunidad Punta Diamante es un lugar poco conocido. Su origen ancestral data de hace más de 150 años, de acuerdo a información de la Prefectura del Guayas.

Las primeras familias que estuvieron ahí fueron los Cirino, Chamaidal y Mejillones. Posee 1.200 hectáreas de bosque seco tropical con gran diversidad de fauna y flora. En la zona también hay un ecosistema de manglar, donde existe un acuerdo con el Ministerio del Ambiente para la extracción de recursos de forma sostenible.

Una gran cantidad de caracoles hay en la playa de Punta Diamante. Foto: Belén Zapata Mora.

En las orillas de la playa hay una gran cantidad de conchas y caracoles. De hecho, para bañarse en el sitio es necesario usar zapatos.

“Yo no dejo a Punta Diamante porque Guayaquil es diferente. Hay mucha bulla, los gritos. Aquí uno está tranquilo y relajada”, dice Ruth.

Bolívar concuerda con ella y afirma que no le gusta salir mucho porque “en Guayaquil matan”.

Faltan servicios básicos, pero hay un pequeño sistema de reciclaje

La comuna Punta Diamante no tiene agua potable. Los habitantes compran tanques de agua desde Chongón para subsistir. Estos trayectos les cuestan $ 20. Y si es al centro de Guayaquil, de $ 30 a $ 40. Por eso, en cada viaje aprovechan comprar entre todos.

“Salimos a comprar verduras, arroz y otros alimentos para preparar platos acompañados de pescado, camarón y cangrejo”, menciona Alejandría.

En cuanto a la electricidad, cada vivienda tiene su generador comprado con mucho esfuerzo. La basura es otro problema puesto que al sitio no llega el camión recolector.

La estructura de las casas es de madera y caña. Foto: Belén Zapata Mora.

Según Bolívar, agrupan la basura en una zona cerca a las viviendas y la queman. Menos las botellas plásticas y de vidrio que son colocadas en una estación de reciclaje.

La falta de comunicación también es otro inconveniente. El celular de Bolívar es usado por toda la comunidad porque es el único. Y tiene señal cuando sale a Chongón. En Punta Diamante no pueden recibir ni realizar llamadas.

“Aquí la pobreza salta a primera vista cuando uno viene. Sería bueno que hagan algún proyecto turístico, que las autoridades hagan algo parecido a la isla Santay. Porque bañarse es bonito, no hay lodo, está todo lastrado, hay piedras. pero sí contrasta bastante”, dice Roberto, un turista. (I)