Desde mediados de la década del 40 comenzó la producción de vacunas en el Instituto Nacional de Higiene Dr. Leopoldo Izquieta Pérez. Habían pasado solo cuatro años desde su apertura (1941), mediante decreto ejecutivo, cuando en 1945 empezaron a desarrollar la vacuna contra la tifoidea.

En 1950 fue la vacuna antirrábica humana. En el 60, la vacuna contra la viruela; en el 62, la que fue contra el tétanos; en el 63, la llamada DT (que era antitetánica y contra la difteria); en el 64, la vacuna BCG que era contra la tuberculosis; en el 68, la vacuna llamada DPT que servía para evitar la difteria, tétanos y la tos ferina); en el 78, la antirrábica animal; en el 80, el suero antiofídico (que era el antídoto para veneno que dejaban las picaduras de serpientes) y terminaron con la pentavalente en el 2011, antes de su cierre en el 2012. Incluso se destinó una planta, dinero y hubo cinco lotes que salieron primero, cuentan exdirectivos y trabajadores sanitarios del recordado centro de referencia sudamericana.

El Izquieta Pérez fue reconocido a nivel internacional por el desarrollo de la vacuna BCG liofilizada que se empleó en la lucha contra la tuberculosis y que implementó por completo en 1990, logrando aquello después de Brasil, recuerdan científicos y extrabajadores de esta entidad. Para los japoneses fue una de las mejores vacunas de América. Otra vacuna que tuvo gran renombre fue la vacuna antivariólica con la que se controló el brote de viruela. Llegó a ser tan famosa, dicen sus exdirectivos, que incluso la pedían en países vecinos como Colombia y Perú.

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También tuvieron la vacuna líquida porcina, la vacuna líquida de brucelosis, la vacuna líquida contra la papilomatosis, y prepararon diferentes antígenos para el diagnóstico del área de salud humana y animal.

Pero no fue lo único. También hicieron frente a las epidemias y brotes de enfermedades internacionales y nacionales. Una fue la encefalitis equina, en 1969. Esta epidemia la manejó el doctor Ernesto Gutiérrez Vera, duró algunos años y gracias a su labor e investigación se la pudo controlar con éxito. Por ello vinieron expertos de Estados Unidos para seguir de cerca aquello, cuenta la doctora Aracely Álava Alprecht, máster en Salud Pública y especialista en microbiología y virología, quien se preparó en Japón, Estados Unidos, Suiza y otras naciones en su paso por el Instituto Nacional de Higiene, desde 1968 hasta el 2013 cuando se jubiló. Ella también fue directora de este emblemático centro y fue la directora del proyecto de Biología Molecular aplicado a Microbiología que hubo en el país entre el 2008 y 2012.

También se hicieron estudios en toxoplasmosis, leishmaniasis; con la aplicación de técnicas modernas se pudieron analizar enfermedades y virus, incluido el VIH en recién nacidos. En el caso de la poliomielitis identificaron la cepa del virus predominante; también trabajaron con la elaboración de vacunas con el virus atenuado, entre otros trabajos.

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E hicieron frente a todas las enfermedades y virus que se presentaron como el sarampión (cultivaron además el virus del sarampión que se daba en el país), la rubeola, la papera, el VIH, los brotes epidémicos de dengue (también el de dengue hemorrágico), entre otros. En muchos de estos casos vinieron expertos del CDC de Estados Unidos y de otras naciones, menciona Álava.

Ya para el 94, y después de los viajes al CDC de Atlanta, empezaron a buscar la forma de implementar la técnica de biología molecular para los diagnósticos moleculares y mejorar con aquello los diagnósticos como los de VIH.

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Después del 2005 tuvieron la alerta del primer caso de SARS tipo 1 (que se originó en China), de un viajero peruano, que tras hacer las pruebas confirmaron que era negativo.

En el 2009, en cambio, registraron el primer caso de influenza. El diagnóstico lo dieron el 10 de mayo de 2009 y luego enviaron la muestra para la contramuestra a los CDC, que reconfirmaron el mismo diagnóstico, recuerda esta viróloga experta.

Los estudios, investigaciones, resultados… y todo lo realizado por el original Instituto Nacional de Higiene Leopoldo Izquieta Pérez, al que en 1980 mediante acuerdo ministerial le sumaron la Medicina Tropical, no alcanzan para escribir sus logros.

Leopoldo Izquieta Pérez, el padre de instituto científico en Guayaquil

Otra área fundamental fue la del registro sanitario de los productos que consumía la población. La doctora Elvira Marchán, quien se especializó en aquello en países a la vanguardia de entonces como Venezuela, cuenta que cada paso que se incrementaba era una garantía para la salud de la población. Y que los mecanismos y normas que tenían que hacer cumplir eran las impuestas por las autoridades sanitarias, que se basaban también en las normativas internacionales como las farmacopeas (normativa técnica internacional) mundiales.

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Cuenta con los procesos de verificación que hacían, donde repetían y comprobaban que los productos tuviesen lo que indicaban, encontraron muchos productos que no tenían lo que decía o que eran falsificados. Esta área tenía también una red internacional, con códigos y otros parámetros, a la que acudían para conocer incluso lo que se especificaba en el país de origen del producto.

Recuerda que una vez 20 productos (de un mismo cliente) que pretendían ingresar al país y a los que se les exigía el registro sanitario resultaron ser falsos... Y así con otros ejemplos. (I)