Cuenca

Narcisa de Jesús Guayllazaca Puin sonríe desde la cama del hospital. Se la ve fuerte y con más ganas de vivir luego de la experiencia que pasó la tarde del domingo 27 de marzo. Mientras estaba en la escuela de Sayausí, el aluvión la enterró.

Estuvo tres metros bajo tierra durante seis horas, pero fue rescatada por los que ahora llama sus “ángeles sin alitas”: los bomberos.

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En el deslave del pasado domingo, cuatro personas murieron sepultadas. Pero, aunque parecía que el destino le tenía preparado lo mismo a Narcisa, la realidad es que está viva. Estuvo con la tierra encima desde las 16:00 hasta las 22:00.

Su pierna derecha está rota y tiene otras lesiones, pero sabe que son situaciones pasajeras.

En medio del dolor afectados por el deslave en Sayausí entierran a sus familiares; ayuda se distribuye desde centro pastoral

Cerca de las 16:00, ella estaba en su casa, ubicada en el sector de Marianza, y vio que las lluvias eran intensas, pero no pensó que fuera algo tan grave, por lo que decidió salir a llamar por teléfono desde la cancha de la escuela; cuando, de repente, le vino todo el material encima: toneladas y toneladas de tierra sobre su humanidad.

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A pesar de que estaba enterrada, cuenta que nunca perdió la consciencia y escuchó que alguien estaba cerca. Ella le decía a esa persona, de sexo masculino, que no dejara de respirar y gritara para que alguien la encontrara, pero al poco tiempo el hombre se quedó en silencio.

“Cuando me doy cuenta de que estoy hablando y dando órdenes a este señor, digo: ‘¡Estoy viva!’. Muevo mi cabeza, me cae un poco de tierra y veo un pequeño hueco con luz”. A pesar del estrecho espacio que le impidió moverse, relata que empezó a gritar con la esperanza de recibir ayuda, lo que finalmente se dio.

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En uno de esos instantes, oró y pidió a Dios: “Me dejaste vivir aquí, estoy sepultada, no puedo salir. Ahora mándame a alguien para que me saque. Tú tienes el poder, mándame unos ángeles”.

El rescate de Narcisa fue un trabajo intenso que llevaron adelante los bomberos de Cuenca que acudieron a la emergencia. Sixto Heras, primer jefe encargado, explica que escucharon “un grito desesperado”, que lo estremeció, porque sabía que en medio de la montaña de lodo había una vida.

A pesar de su experiencia, tenían cautela, porque un paso en falso en medio del complejo panorama podría haber sido fatal. Activaron su experticia y empezaron a excavar con las manos y algunas herramientas; no podían usar maquinarias, porque podía haber lesiones.

Personal del Cuerpo de Bomberos de Cuenca y otras instituciones realizan labores de limpieza y de ayuda a las personas del sector donde hubo el deslave. Foto: API Foto: API

Ahí notaron que una viga de concreto estaba a pocos centímetros de su frente, lo que, si bien es altamente peligroso en esas condiciones, fue lo que finalmente la salvó, porque por ahí se generó un agujero por donde le entró el aire.

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Por eso, el rescate tenía que ser extremo, a cargo del Equipo de Búsqueda y Rescate de Estructuras colapsadas, conformado en este momento por 20 casacas rojas. Otro problema que se presentó es que sobre las piernas de Narcisa estaba un cadáver, por lo que aplicaron una estrategia desde varios frentes, emocional, técnico y médico, que finalmente sirvieron.

Una vez afuera, segura, vio que el panorama era desolado y oscuro, nada que ver con el verdor que tenía hasta antes del desastre.

Así, consciente pero desorientada, la llevaron al hospital en donde permanece hasta hoy. Confiesa que está un poco traumada y desesperada por lo que está pasando, pero al mismo tiempo ya planifica lo que será el resto de sus días cuando le den de alta.

Volverá a trabajar en lo que mejor sabe hacer, limpieza y cocina, pero llevando un firme testimonio: “Dios existe y (...) cada uno lo encuentra a su manera (…). Yo soy creyente total”.

Los afectados por el deslave en Sayausí, en Azuay, esperan ayuda en medio de un escenario desolador

Pero también empezará a vivir más por ella, porque antes daba mucho de sí para otras personas. “Estaba viviendo una vida que no era la mía”, confiesa.

Desde su cama se mantiene informada en las redes sociales de lo que sucede en su amado Sayausí. Le duele lo que pasaron sus vecinos, pero también sabe que tiene una nueva oportunidad para disfrutar con sus dos hijas y seres queridos. (I)