En las comunidades de Mogato, Pungoloma, Tiliví y Cuatro Esquinas la población de jóvenes se ha reducido. Desde que comenzó la pandemia del COVID-19, la migración se convirtió en una alternativa que escogieron jóvenes para hallar un sustento afuera.

No solo unos salieron a otras ciudades grandes del país, sino que una parte escogió salir del país e intentar entrar a Estados Unidos.

Sin un trabajo ni un ingreso fijo, jóvenes de poblados rurales de Tungurahua se fueron, mermando la mano de obra en sectores agrícolas. Dirigentes de comuneros consultados refieren que el 40 % de los que han salido lo han hecho en familia y el 60 % corresponde a una población joven.

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Los efectos de la migración se ven en diferentes comunidades porque para cualquier actividad o planificación que se realiza ya no hay la misma cantidad de personas, especialmente jóvenes, señalaron dirigentes.

Segundo Poalacín, presidente del Movimiento Indígena de Tungurahua (MIT), reconoció que eso es una debilidad que tienen al momento, porque incluso los jóvenes eran los que llevaban las ideas en la adopción de decisiones. “Ahora más están los mayores y mujeres”, comentó.

Parte de los que salieron en esta pandemia lo hicieron a Estados Unidos, usando rutas por México debido a que ese país no pedía visa a ecuatorianos.

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Desde que México decidió en septiembre del año pasado solicitar visa a los ecuatorianos el índice de viajes a ese país bajó. Se cree que México era parte del periplo para luego entrar Estados Unidos de manera ilegal. “Hemos visto que está en calma y ya no hay la migración como antes”, aseveró Poalacín.

Jaime Pacha, presidente de la junta parroquial de Pasa, aseveró que el año anterior desde este sector, así como de otras parroquias, se vio una ola migratoria importante, pero que con el requisito de la visa a México se redujo este efecto, aunque advierte que efectivamente muchos jóvenes salieron de las comunidades.

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La salida de jóvenes de comunidades agrícola dejó sin mano de obra joven a algunas parcelas. Pacha indicó que la gente adulta mayor es la ha quedado en las comunidades a realizar, por ejemplo, las labores agrícolas. Eso, dijo, es algo que les preocupa porque en algunos años no habrá quién trabaje en los terrenos.

En las comunidades rurales se comenta que gente de los mismos poblados suele actuar como enganchador de migrantes para contactarlos con coyoteros. Poalacín comentó que incluso se tuvo acercamientos con comuneros porque se presumía que había personas que hacían las funciones de enganchadores.

El dirigente indicó que en primera instancia se ha hecho el llamado de atención y advertencia para que no continúen con esas actividades. A ellos se les realizó la advertencia de que si siguen con esa actitud (de enganchadores) serán sometidos a la justicia indígena.

AMBATO, Tungurahua. Desde que México comenzó a exigir visa, el desplazamiento legal a ese país bajó. Se cree que esa ruta sirvió para llegar a Estados Unidos. Wilson Pinto. Foto: El Universo

Con relación a los enganchadores de los coyoteros en Pasa, Pacha comentó que el tema de identificar a quienes hacen esta labor en las comunidades es bastante complejo, que se conoce nombres de manera extraoficial, pero que no se puede confirmar con certeza que tal o cual ha estado ejerciendo esta actividad.

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Una explosión migratoria de antes de la pandemia

William Murillo, presidente ejecutivo de 1800Migrantes.com, comentó que la explosión de la migración irregular hacia los Estados Unidos no fue solo de los dos últimos años, como consecuencia de que mucha gente se quedó sin trabajo por la pandemia, sino que desde el 2018 cuando México no pedía visa se evidenció un aumento importante de ecuatorianos que viajaban a ese país y que no regresaban.

“Con la pandemia esto explotó por las circunstancias que se dieron, ya que en el Ecuador se cerraron empresas y la situación económica se puso más difícil, por lo que la no exigencia de visa para ingresar a México fue la oportunidad para llegar a los Estados Unidos”, dijo.

Aseguró que en el 2020 cerca de 60.000 ecuatorianos fueron detenidos, expulsados y deportados desde la frontera de Estados Unidos, en tanto que para el 2021 aumentó de manera considerable a 97.000, estadísticas que son muy distantes a los años anteriores en que se tenía un promedio de 12.000 compatriotas por año.

Murillo puntualizó que estas cifras son irreales sobre el número de ecuatorianos que realizan la migración irregular porque son de quienes fueron detenidos, pero que ahí no están contabilizados quienes sí pudieron pasar la frontera.

Comentó que hay provincias claramente identificadas desde donde sale la gente: Azuay, Cañar, Chimborazo, Tungurahua, Morona Santiago y Loja. En menor grado de Pichincha y Guayas, pero últimamente también se observa de Manabí y Napo, específicamente de Tena.

Argumentó que desde que se pide la visa para ingresar a México de un promedio menor a los 10.000 ecuatorianos detenidos por cada mes en la frontera de Estados Unidos, en los dos últimos meses bajaron a 600 en cada uno.

Pese a las restricciones, la gente sigue saliendo del Ecuador por la falta de oportunidades, de trabajo y necesidades básicas insatisfechas, por lo que la solución no está en detener a todos los coyoteros porque advierte que en meses se tendrían nuevos coyoteros y nuevas rutas.

Los costos por salir ilegalmente

La migración irregular es un negocio redondo, porque se habla de un promedio de $ 15.000 por cada persona que viaja a los Estados Unidos. Si esto solo se multiplica por los 97.000 detenidos, expulsados y deportados el año anterior se puede estimar que movió más de mil millones de dólares.

Ese flujo de dinero fue a parar a manos de los coyoteros, de los traficantes y de quienes manejan el tráfico de personas dentro y fuera del Ecuador.

El gobernador de Tungurahua, Fernando Gavilanes, manifestó que pidió a la Policía Nacional que se hagan labores de inteligencia para identificar a los coyoteros. Dijo que aún no se tienen resultados, pero que está pendiente del trabajo de seguimiento que se hace.

Consecuencias de la desintegración familiar

María Porras, directora de la carrera de Sicología Clínica de la Universidad Regional Autónoma de los Andes (Uniandes), recordó que el fenómeno de la migración en el país se vivió en el 2000 cuando mucha gente salió a Europa, especialmente a España, en busca de nuevas oportunidades laborales, y que se vuelve a repetir con fuerza a raíz de la pandemia en el 2020 con la salida principalmente a los Estados Unidos.

Comentó que la migración trae consigo varios fenómenos, como la desintegración familiar, depresión, cuadros ansiosos, dificultades en la salud mental, sobre todo de los hijos de los hogares quebrados.

La especialista indicó que como sociedad existen dificultades en lo emocional debido a que la ruptura de una familia implica complicaciones a nivel conductual, cognitivo y afectivo, que por esa razón probablemente los hijos de los migrantes no van a tener el mismo desarrollo y que por tanto no van a crecer de igual forma que alguien que se mantuvo cobijado por las figuras maternas y paternas.

Porras dijo que esto probablemente a la larga genere riesgo con niñas y niños, que pueden ser más propensos a caer en conductas delictivas, consumo de sustancias (sujetas a fiscalización) y con tendencia a la depresión, intentos suicidas e incluso actos autolíticos.

Por ello, dijo, se debe analizar a la migración como una temática multicausal, que advirtió son difíciles de afrontar, por lo que conminó a los docentes a identificar indicadores de alerta y alarma en los estudiantes con el fin de referir los casos a un profesional de salud mental. (I)