Abigail Mena y Luis Miguel Conza se conocieron por un accidente de tránsito. Él chocó el vehículo de ella y en medio de los trámites y arreglos nació una historia de amor. Ese siniestro se registró en el sector cercano a la funeraria Los Pinos, en el norte de la capital. En el mismo lugar, Luis Miguel sería velado quince años después, luego de perder la vida en el aluvión que arrasó a La Comuna y La Gasca.

Luis Miguel Conza -llegado de El Puyo, capital de Pastaza, situada en la región Amazónica- era uno de los 23 socios de la cancha de ecuavóley que fueron arrastrados por la fuerza del agua, lodo y escombros que bajaron por la calle José Berrutieta. Sus amigos lo conocían como El Cejas y se caracterizaba por acudir a la cancha todos los días. Estaba desempleado y jugaba de volador o ponedor (puestos del ecuavóley).

“Él decía que venía aquí para ganar algo; para poder comer. No decía cuánto ganaba o perdía. Solo me contaba cuando le iba bien. Cuando le iba mal me decía: ‘Hoy perdí, pero no importa, ya nos recuperaremos’́”, expresa su esposa en la cancha de La Comuna, mientras le pide a su madre que cuide a su hijo de un año para hablar con EL UNIVERSO.

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Recuerda que en varias ocasiones solo le fue a dejar a Luis Miguel a la cancha, pues ella tenía que volver a cuidar a sus hijos: Nicolás, de 9 años, y Christopher, de uno.

Abigail no olvida la última conversación con su esposo y es vencida por las lágrimas. “Cuando se fue de la casa me dijo: ‘Mi amor, hoy voy a llegar tarde porque tengo Pico y Placa (restricción vehicular en Quito) y me voy a demorar’. Fue lo último que supe de él, desde entonces, no le vi más, nunca llegó, nunca volvió”.

En la noche del 31 de enero se enteró por las noticias del aluvión. Intentó comunicarse con su esposo, pero no le contestó. Llamó a su hermano y salió con él, con la esperanza de encontrar algún rastro; sin embargo, solo hallaron una zona devastada y ninguna señal de Luis Miguel.

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Luego de recorrer los hospitales, se dirigieron a la morgue. A las 02:00 del martes 1 de febrero allí le confirmaron que su esposo era una de las víctimas mortales del aluvión. Sus restos estaban allí.

El miércoles lograron retirar el cuerpo. Todos los gastos del funeral y nicho fueron pagados con un préstamo de un familiar.

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Después de despedir a su esposo, Abigail empezó a buscar su vehículo. “Teníamos un Aveo, que sale (siendo arrastrado) en las noticias y redes sociales…, ahora necesito el carro para llevarles a mis hijos a las consultas que tengo (es doctora) cuando alguna persona me llama (para atención) a domicilio, porque también estoy desempleada”, expresa al tiempo que suspira con la mirada fija en la cancha. Ella se quedó sola, a cargo de sus dos hijos. (I)