Cuenca

Los fieles católicos de Cuenca vivieron con mucha esperanza este Viernes Santo. Luego de dos años retomaron la dramatización del viacrucis, una manifestación de fe, penitencia y agradecimiento por los favores recibidos en los últimos tiempos.

El barrio Miraflores, en el norte de la ciudad, es uno de los que hasta antes de la pandemia hacían la representación de las últimas horas de vida de Jesús de Nazareth. Quien lo encarnó este año fue Julio Ludizaca, un hombre de 50 años que participa desde hace 17 en el mismo papel.

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Aunque las líneas las sabía de memoria, confesó que retomar esta actividad le dio un poco de miedo, tal como le ocurrió la primera vez que salió. No tanto por equivocarse en los textos, sino por el reto que es representar al hijo de Dios y “cargar esa cruz” en medio del contexto que vive el mundo.

Por un lado, el dolor causado por el COVID-19, y por otro, la guerra en Europa y los asesinatos en las cárceles del Ecuador.

El montaje de esta obra realizada en el parque, al aire libre, les tomó dos meses y a pesar de los nervios, dijo que con todos sus compañeros regresaron con más fuerza y predispuestos a dar lo mejor, más cuando el tiempo que estuvo obligatoriamente encerrado en su casa por la pandemia le sirvió para encontrarse con sí mismo, en su interior.

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Otra preocupación que tenía era la cruz de madera que tuvo que cargar, pues era totalmente nueva, grande (4,5 metros de alto) y pesada (más de 20 kilos). Él estaba acostumbrado a una más pequeña y liviana, pero como ya estaba muy deteriorada la cambiaron. Como anécdota se mencionó que no iba a ser Julio quien la cargara, sino un vecino, pero que, por una situación de última hora, tuvo que viajar fuera de Cuenca.

Julio Ludizaca representó a Jesús en el viacrucis del barrio Miraflores, uno de los más tradicionales de Cuenca en este tipo de actos. Foto: Johnny Guambaña. Foto: El Universo

Aun así, dio su máximo esfuerzo y la llevó sobre los hombros durante ocho de las catorce estaciones. Eso sumado al azote y los insultos que recibía de los “romanos” a cada paso. Otro aspecto que le dio fuerza es ver la gran cantidad de gente que se sumó a verlos, no solo este viernes, sino también la semana pasada en el Domingo de Ramos.

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Al mando de este viacrucis estuvo el sacerdote Carlos Dussan, quien también analizó con optimismo esta representación, no solo porque se retoma a los dos años, sino porque sirve para que las personas, principalmente los creyentes, no sean solo espectadores de lo que sucede, sino que se involucren de alguna manera.

“Jesús no fue indiferente ante ninguna situación de injusticia (…), a través de estos actos oramos y sentimos el dolor de nuestros hermanos de Ucrania. Si miramos al interior del país vemos tantas situaciones de pobreza, no vivimos una guerra, pero sí hay violencia al mirar cómo el poder político simplemente busca beneficiarse, sin importarle el pueblo”, aseveró el religioso.

Pero los viacrucis se representaron en diferentes poblados de Azuay, uno de esos fue la parroquia Ludo, perteneciente al cantón Sígsig, en donde la población partió desde la iglesia central hasta el cerro El Carmelo. Paúl Ayora, uno de los revestidos y que representó a Barrabás, considera que esto no solo tiene una mirada religiosa sino también cultural, porque con el arte también se une la gente y a partir de este año anhela que el próximo se mantenga y mejore.

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Aquí las catorce estaciones se desarrollaron entre caminos de tierra, césped y piedras, lugares por donde algunos feligreses caminaron descalzos, como una manera de hacer penitencia y pedir perdón por los pecados cometidos.

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Para la noche, a partir de las 19:00, estaba previsto el viacrucis oficial, organizado por la Arquidiócesis de Cuenca. Partirá desde la Catedral de la Inmaculada, recorrerá las calles Sucre, Manuel Vega, Simón Bolívar y Benigno Malo, hasta retornar al templo. (I)