“Decían que si un político lograba llenar esta plaza, candidato a alcalde o presidente, tenía la seguridad de que ganaba, porque creo que no hay otra plaza más grande que la que existe aquí”. Mientras camina ayudado por un bastón, el padre franciscano Fernando Pozo, de 91 años, recuerda todas las anécdotas vividas en el convento e iglesia de San Francisco, un complejo religioso ubicado en el centro histórico de Quito y en donde todavía preside varias misas.

En esta plaza se realizó, hace pocos días, el pregón de fiestas de Quito por los 488 años de fundación. Esto no es nuevo, el padre recuerda que todas las festividades se celebraban en aquella plaza. “La plaza se presta para cada fiesta religiosa, también distracciones populares como la quema de castillos, globos, la vaca loca. La gente sale de una fiesta religiosa de la iglesia y participan del pretil popularmente, ahí bailan, toman canelazo, eso le ha hecho más popular a esta iglesia que siempre estuvo con gente del pueblo, humilde”, enfatiza.

Fernando Pozo nació el 7 de mayo de 1931, en la propiedad de sus padres, ubicada en la esquina de las calles Valparaíso y Julio Castro. Entró al Colegio Seráfico y ahí empezó a conocer las enseñanzas de San Francisco de Asís.

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Sin embargo, esa no fue la primera vez que tuvo contacto con franciscanos, el primer encuentro fue en San Miguel de Nono, donde su padre tenía una hacienda, ahí conoció a Benito Navarrete, era muy pobre, andaba con su hábito café, no tenía zapatos sino sandalias.

Aunque Fernando venía de una familia acomodada, tuvo que aprender que los frailes acostumbraban a pedir limosna o donaciones. Recuerda que cuando era estudiante, los martes salían a pedir pan, y los días siguientes se comía pan con agua de café y a veces un plátano.

Su voz en tono grave es armoniosa, tiene un sentido de locución perfecto, no necesita repetir ninguna palabra. Además, su estado de memoria también está intacto, hasta ahora lee y sigue aprendiendo de la vida de San Francisco.

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QUITO.- Uno de los pasillos del convento San Francisco, en el centro histórico de Quito. El padre Fernando Pozo camina con los frailes por estos lugares y afirma que lo hará hasta su último día de vida. Foto: Alfredo Cárdenas.

Uno de los más memorables recuerdos que tiene es con el Coro Franciscano, que era muy famoso por sus cantantes y músicos, en la época que él ingresó estaba el padre Agustín de Azkúnaga, compositor del himno a Quito y demás temas musicales como el Panecillo, el Tundulí, Taita Quishpe, entre otros.

Misión en la Amazonía

Al alcanzar la juventud llegó el momento de su primera misión. Tuvo que viajar como sacerdote a Zamora, en el Oriente de Ecuador. Sin embargo, en aquel tiempo el padre cuenta que se demoraban un día entero en llegar a Cuenca, luego otro día hasta Loja. Desde ahí era un viaje de dos días en una mula (animal adiestrado para transportar carga y personas).

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Sonríe, mira hacia el frente y revive aquel tiempo en donde fue la primera vez que tuvo que dormir en el suelo, nunca había dormido en el piso de alguna casa. En un cuarto que estaban hombres y mujeres, cada quien se acostaba en donde podía, así su ropa esté seca o mojada, por la humedad de la zona amazónica.

“La experiencia es algo inolvidable, porque uno ahí comprende cómo es la gente, cómo vive, los frailes vivíamos como ellos, viajábamos juntos, se comía lo que tenía cada uno y compartíamos”, expresa.

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Para él fue un golpe de suerte estar en Zamora, a pesar de que en ese tiempo no había agua, ni luz eléctrica. Lo que aprendió fue más. “Todo el mundo bajaba a bañarse en el río Zamora, en el río Jambué, los militares cuidaban para que no haya alguna desgracia, porque todos los sábados y domingos bajaba la gente a bañarse ahí, ya que no había agua en la población”.

Una vida dedicada a San Francisco

Luego de permanecer por un año en Zamora fue enviado a una escuela en Milagro, la que con la compra de un terreno lograron convertir en colegio.

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Después viajó a los Estados Unidos a estudiar en la Universidad de Sienna College, en Nueva York, ahí estuvo cuatro años. Luego de ese tiempo regresó a Quito, al convento de San Francisco, en donde estará hasta su último día de vida, según lo afirma.

Pero los recuerdos siguen, es una entretenida conversa la que tiene dispuesta para las personas que lo conocen.

Relata la historia de la pileta original de San Francisco, que actualmente estaría instalada en Calacalí. Comenta que la gente protestó cuando fue movida y que se puso una réplica, la que existe hasta ahora. Pero dice que la pileta original debe contar todavía con las marcas de lo que la gente tomaba el agua de este punto.

QUITO.- Vista de la plaza e iglesia de San Francisco, en el centro histórico de Quito. Foto: Alfredo Cárdenas.

Afirma que fueron los frailes quienes llevaron el agua a esa zona de Quito. “Desde La Chorrera, unas peñas grandes desde donde se tomó el agua, ahí está la fecha de que el fray Jodoco Ricke hizo un canal para trasladar el agua hasta el convento San Francisco. Poco a poco, por lo que es la esquina de las calles Imbabura y Bolívar, por ahí bajaba el agua, pasó por el convento y terminaba en la pileta ubicada en la plaza, para que ahí se abastezca la gente de agua”, asegura.

Por eso indica que el Municipio no le cobraba el consumo del agua al convento de San Francisco, por la obra que realizaron hace años atrás.

El padre Fernando Pozo tiene una extensa lista de temas, como el inicio de la feria taurina Jesús del Gran Poder, que fue bautizada porque les pidieron una imagen religiosa como premio para el mejor torero de la época.

También sobre los diferentes gobernantes que han pasado por la plaza, entre los que más recuerda brindando un discurso, a Velasco Ibarra, Clemente Huerta, Rodrigo Borja, de los que se acuerda.

Sin duda se ha convertido en un ejemplo para los frailes que aprenden de su sabiduría y que se deleitan con cada historia, con cada enseñanza y anécdota. (I)