La automedicación, el fácil acceso a fármacos sin prescripción médica, dosis incorrectas y no finalizar los tratamientos recomendados son las principales causas por las que se genera la farmacorresistencia, un problema que puede causar la próxima pandemia, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), y que las autoridades en Ecuador buscan evitar.

El expendio de fármacos sin supervisión médica para tratar cualquier sintomatología desencadena la mutación de los patógenos, lo que dificulta el tratamiento de las infecciones e incrementa los riesgos de propagación en todas sus variantes, dice un informe de la OMS.

La entidad muestra cifras alarmantes sobre la farmacorresistencia en una muestra de 500.000 personas de 22 países de todo el mundo, ocasionada por el uso deliberado o incorrecto de antibióticos, que en lugar de eliminar los virus o bacterias los vuelven resistentes y ocasionan un fracaso terapéutico contra el virus o bacteria que produce la infección.

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Ante esa alerta, la Agencia de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (Arcsa) exhorta a la industria farmacéutica a abstenerse de recomendar una línea de tratamiento adicional que pueda alterar el compuesto activo de una receta médica; y también hace un llamado a los ecuatorianos a evitar automedicarse cuando se desconocen los efectos secundarios que podría tener un fármaco en el organismo.

El médico Javier Flores dice que el pedido del Arcsa es acertado. “Desde el punto de vista de Salud Pública es incorrecto e irresponsable permitir la compra de medicamentos, sobre todo antibióticos, sin prescripción médica”, comenta.

De acuerdo con Arcsa, se ha normalizado entre la población el “reciclar” recetas médicas entre familiares y amigos, muchas veces por desconocimiento; por eso advierte que el riesgo de la automedicación o cambiar el fármaco especificado en la receta médica son riesgos que no presentan consecuencias inmediatas, pero sí a largo plazo, más aún si el paciente precisa un tratamiento farmacológico para el que tiene una resistencia adquirida.

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La industria farmacéutica señala que, incluso antes de la exhortación de la agencia reguladora, ya se hacían campañas internas para respetar la receta.

Christian Coll Baquerizo, gerente de División de Farmacias del Grupo Difare, que cuenta con 4.500 puntos de venta a nivel nacional, entre Pharmacys y las franquicias de Cruz Azul y Farmacias Comunitarias, señala: “Desde el año 2016, implementamos la campaña interna ‘La receta se respeta’, dirigida a nuestro personal de todas las farmacias”.

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Así, asegura, se ha venido “reforzando el mensaje de que, si un cliente se acerca con su receta, debemos entregarle los mismos medicamentos recetados por su doctor, ya que los medicamentos tienen componentes que pueden generar complicaciones por un mal uso, y es clave consumirlos responsablemente, y siempre con la orientación de un especialista”.

Y hace una diferenciación: “Dentro de la oferta de medicamentos, existen los productos de venta libre, conocidos también como OTC; dichos productos previenen y alivian malestares del paciente hasta que pueda acudir a su médico de confianza”. Es lo que se puede vender de forma libre, o así debería ser.

Santiago Salguero, director ejecutivo de la Asociación de Laboratorios Farmacéuticos (Alafar), sostiene que “respetar la prescripción médica es importante, porque representa un punto de contacto entre el médico y el paciente, mediante el cual el profesional de la salud indica el consumo exacto de medicamentos con el objetivo de lograr la recuperación de la salud del paciente”.

Pero, si eso no lo respeta el propio paciente, entonces creará una resistencia. Enrique Terán, docente de la Universidad San Francisco de Quito y Ph. D. en Farmacología, también ha observado errores en los médicos en el momento de recetar.

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“Se ha perdido la costumbre de calcular la dosis (de antibióticos) por kilo de peso. Hemos entrado en un proceso de masificación y el tratamiento se ha estandarizado, es decir, a todo paciente le dan la misma dosis sea gordo o flaco, y esto es una gran equivocación”, aseguró el galeno a propósito de un reportaje de este medio sobre el uso excesivo de antibióticos en Ecuador.

Las bacterias se vuelven más agresivas y se debe buscar un agente (antibiótico) aún más agresivo para poder tratar a un paciente; pero mientras más alto es el nivel de agresividad del antibacteriano, más daño se le puede causar al individuo, explica Terán. Por eso la OMS pide fortalecer controles. Además, los antibióticos más agresivos son escasos y, por eso, cuestan mucho más.

Del total del mercado farmacéutico ecuatoriano, la participación de productos de venta libre representa el 25 %; y en Difare y sus cadenas, por ejemplo, este porcentaje es similar, asegura la empresa.

La resistencia a los antimicrobianos no solo provoca muerte y discapacidad, sino que prolonga las enfermedades y esto se traduce en estancias hospitalarias más largas, la necesidad de medicamentos más caros y dificultades financieras para las personas afectadas, dice un informe de Naciones Unidas (ONU).

Según Arcsa, se realizan constantes visitas a establecimientos farmacéuticos del país para revisar el archivo de recetas de las farmacias y verificar que cada medicamento vendido cuente con su prescripción de respaldo.

Según Arcsa, sí se realizan controles en las farmacias para verificar el archivo de recetas.

Pero a pesar de esas recomendaciones y de los controles, todavía es común ver a las personas en las farmacias pidiendo antibióticos cuando tienen resfriado, que es producido por un virus. Incluso, boticarios han dicho que terminan insultados cuando les dicen a los clientes que no necesitan ese tipo de medicación. “Es mi cuerpo, yo sé lo que me hace bien”, cuenta una dependiente que le dijo una mujer a inicios de esta semana.

Otros boticarios no se hacen problema y despachan lo que solicitan los clientes de forma verbal, escrito en un pedazo de papel o hasta guiados por imágenes de WhatsApp. “A mi primo le hizo bien esta crema, deme la misma”, decía un hombre mientras la boticaria contaba los agravios que a veces recibe.

¿Por qué llegamos a este punto?

El médico Javier Flores lo atribuye a la carencia de profesionales disponibles para el número de habitantes, lo que hace más lenta una atención que debe ser oportuna. Por otra parte está la propia “iniciativa” del paciente, que al no querer esperar largas jornadas para tener atención médica opta por preguntar a un tercero sin experiencia que tuvo síntomas similares y copia la receta esperando sentirse mejor.

También observa el interés de ciertos farmacéuticos de que esto continúe, “ya que de forma irresponsable y en búsqueda de intereses propios los vendedores ‘recomiendan’ medicamentos sin tener profesionales de la salud para velar por sus propios intereses”.

El problema es que, por sus compuestos, algunos analgésicos son de venta libre y otros no, dice un boticario, quien reconoce que, en la práctica, no observan mucho si el medicamento que venden debe estar recetado.

La Ley Orgánica de Salud establece que para la venta de medicinas se requiere receta de profesionales facultados para hacerlo, a excepción de los medicamentos de venta libre.

De acuerdo con el último registro de Arcsa, en Ecuador solo 502 productos son parte de una lista de medicamentos para venta libre. Asimismo, la institución tiene una base de medicamentos antigripales y contra la tos que solo se pueden vender bajo prescripción médica. Son 159 productos, entre cápsulas blandas, polvos para disolver en agua y jarabes; pero todos ellos, en un breve sondeo que hizo este medio, se venden sin receta.

Para aliviar el problema de la automedicación, Flores sugiere que se habilite a más profesionales de la salud y hacer obligatoria la receta para más medicamentos que lo requieran. “En caso de que no hagamos esto, estamos destinados a la extinción. Cuando no sea el coronavirus lo que nos aceche, será una bacteria multirresistente”. (I)