Cuenca

El nacimiento en cautiverio de un cóndor andino abre una esperanza para una potencial repoblación de esta ave símbolo del Ecuador, altivamente representada en el escudo de armas nacional.

El pequeño “condorito” permanece con sus padres en el Bioparque Amaru y es uno de los 130 individuos que se encuentran censados por las autoridades. La última ocasión en que se conoció del nacimiento de esta especie fue en Azuay, en 2012, con el recordado cóndor Arturo.

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La esperanza tras este suceso es doble, primero por el alumbramiento y luego por contar con una pareja reproductiva, la tercera en Ecuador, comenta Ernesto Arbeláez, presidente y director de conservación de Fundación Amaru, sitio donde nació y se mantiene el polluelo.

El cóndor es una especie que está “críticamente amenazada de extinción”. En el país habitan alrededor de 130 individuos en estado libre y 20 bajo el cuidado humano en centros especializados.

El nacimiento del cóndor fue una tarea de paciencia que se inició en el 2020, cuando se unió a Inty (macho) y Pacha (hembra), ambos rescatados, que se mantuvieron bajo cuidados especializados en Azuay e Imbabura.

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Varios intentos se han realizado para tratar de conservar esta especie. Foto: El Universo

Al principio, sus cuidadores notaron que no había “mucha sintonía” entre ellos; y, cuando los profesionales del Bioparque Amaru pensaban en separarlos, renació la esperanza: hubo cortejo, enamoramiento, creación de un nido y signos de la hembra grávida, es decir, con un huevo dentro de su cuerpo.

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A finales del 2021 su primer huevo vio la luz, pero Inty y Pacha, al ser padres inexpertos, lo rompieron. No obstante, la fe se mantuvo y luego de un mes pusieron otro que evolucionó con éxito el 25 de febrero pasado.

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Actualmente, la expectativa se mantiene para que no ocurra otro accidente y que así, en unos cuatro meses, el pequeño pese unos nueve kilogramos para que los riesgos disminuyan. Luego le sigue una etapa de un año y medio para que se independice de sus padres, lo que además retarda su proceso reproductivo.

La formación de las parejas es lenta, la incubación de los huevos y el desarrollo de las crías toma dos años, y para que vuelvan a tener una cría tienen que pasar otros 24 meses; entonces, la tasa reproductiva en comparación con otras aves es espaciada y lenta.

Ernesto Arbeláez, presidente y director de conservación de Fundación Amaru

En 2012, mientras compartía un paseo familiar en el cantón azuayo Oña, Fausto Cardoso observó algo que jamás olvidará: un cóndor recién nacido. Frente a semejante acontecimiento, y durante un año seguido, le hizo un seguimiento. Con cautela y sin ser observado por las aves documentó en fotografías cómo empezó a dar sus primeros pasos y aleteos. Hasta que, por fin, levantó el vuelo por su cuenta.

Esta historia no tuvo un final feliz, porque en el 2013 al que bautizaron como Cóndor Arturo fue cazado por un hombre cerca de los páramos de Quimsacocha, en el cantón azuayo Girón. No había la certeza de que fuera él, pero las características físicas daban para aquello: un ave joven, macho, y al que luego no se observó en los cielos azuayos. Como remate de esta historia, el cazador fue encarcelado por este delito ambiental.

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Por las experiencias adquiridas en ese año de seguimiento, Cardoso cree que el nacimiento del cóndor en cautiverio es extremadamente importante. Primero, desde un punto de vista ecológico, porque se reabre la posibilidad de aumentar la limitada población. Y segundo, desde una mirada emocional, porque esta majestuosa ave simboliza la fortaleza que tenemos los ecuatorianos.

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Al ser algo que se repite luego de una década, Cardoso pide a las diferentes entidades, públicas y privadas, que impulsen procesos de educación para que la gente conozca que el cóndor no es un depredador, sino más bien una especie que limpia la naturaleza al alimentarse de restos de animales muertos, evitando así la contaminación.

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Ernesto Arbeláez acota que cuando se alimenta de animales domésticos es porque no le ha quedado otra opción, ya que por causas humanas, como incendios forestales, avance de la frontera agrícola o inserción de depredadores, el cóndor se queda sin su comida natural.

A pesar de las adversidades, esta noticia trae felicidad no solo a Bioparque Amaru, sino también a los cuencanos, que en redes sociales han empezado a bautizarlo. Pero, por ahora, Pacha, Inty y el pequeño “condorito” son monitoreados en un lugar específico de Amaru, con cámaras de vigilancia y la mínima presencia del ser humano. (I)