De niño viví muchos años entre las calles García Moreno y General Gómez, centro-sur de Guayaquil, y junto a mis amigos del barrio construimos una casa en un “árbol” (no había árbol y estaba soportada por cañas) en un terreno baldío, pero los dueños del lugar la destruyeron, al final era invasión a propiedad privada.

Con ese sueño truncado me quedé hasta que leí, ya de adulto, que podía hospedarme en una real casa de árbol, cerca de la playa y a solo 90 minutos de Guayaquil. Contacté con la hostería El Jardín de Playas, ubicada en el kilómetro 10,5 vía a Data. Mi emoción fue tal que escribí al número de WhatsApp de la hostería a las 22:00. Pese a lo tarde, me contestaron.

María Gabriela Espinoza, la propietaria del lugar, muy amablemente me dijo que solo quedaba una habitación (fui en el feriado que pasó) y para una sola noche: la casa del árbol. No lo dudé y reservé. La noche cuesta $ 70 si es una pareja y $ 50 si solo se hospeda una persona. Incluye desayuno.

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Llegó el día. Fui a la terminal de buses y compré un boleto en la cooperativa Posorja. El costo fue de $ 3,85 más los $ 0,25 de tasa. Un total de $ 4,10. Con Google Maps iba observando el recorrido del bus para saber dónde bajarme. Igual María Gabriela ya me había dicho que debía quedarme en el letrero que mostraba el nombre de la hostería y de allí caminar unos 500 metros hacia la playa.

Me bajé del bus y no hubo necesidad de preguntar por la hostería, ya que hay señalización que guía. Desde la puerta principal de la hostería ya se puede divisar el mar, sentir la brisa y oler el aire yodado.

El check in era a las 14:00, pero se puede llegar antes y usar las instalaciones de la hostería hasta que te entreguen la habitación y eso hice. Llegué a las 10:30. María Gabriela me dio una cálida bienvenida y me dio un tour por todas las instalaciones: piscina, comedor, hamacas, cancha de vóley de playa, de fútbol-tenis, futbolín, mesa de ping-pong, el complejo de habitaciones y la estrella de la hostería: la casa del árbol, la suite Carlotita.

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Usé la piscina que se encuentra rodeada de árboles y flores de colores intensos. Esto permite que aves de diferentes especies se acerquen y luzcan sus hermosas plumas. Luego vi salir a los otros huéspedes junto a sus mascotas y recordé que el lugar es pet friendly.

Pese a lo acogedor de todo el lugar, miraba el reloj a cada rato para saber si ya eran las 14:00, quería entrar a la casa del árbol. El momento llegó incluso una hora antes (13:00). Me dieron las llaves y me explicaron las reglas y el uso.

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La casa del árbol de El Jardín de Playas queda ubicada en el kilómetro 10.5 vía a Data. Foto: Ricardo Zambrano

La parte de abajo de la casa es una minisala equipada con sillas, hamacas y una perezosa que usa el árbol como respaldo. Además, hay una mininevera que se puede utilizar.

Subí la pequeña escalera y abrí la puerta. Una habitación excelente. La madera está extremadamente bien cuidada. Una cama de dos plazas, un televisor pequeño, aire acondicionado, un velador y tres ventanas.

También hay una puerta que lleva al baño que tiene los espacios bien distribuidos. Aunque con mi estatura (1,80 metros) fue un pequeño reto utilizarlo, especialmente la ducha, pero bueno, está encima de un árbol y no puedo exigir más. Incluso hay agua caliente.

Además, la casa tiene un pequeño balcón con dos sillas y una mesa pequeña, perfecto para tomarse un café en la tarde.

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En el comedor de la hostería se puede almorzar y cenar. Eso hice. Tienen “menús” de cinco dólares y platos a la carta. Yo almorcé un arroz marinero que me costó $ 10. Muy buena sazón y, especialmente, los mariscos se sentían frescos.

Yo no quería salir de la casa, pero era “obligatorio” ir a la playa. Lo bueno es que no hay que caminar mucho para darse el chapuzón en el mar. La playa queda a una cuadra de la hostería. Incluso, hay un sitio exclusivo para los huéspedes de la hostería donde se puede llevar hamacas a la propia playa, aunque está un poco alejado del mar.

La hostería tiene un sitio exclusivo para sus huéspedes en la playa. Foto: Ricardo Zambrano

Luego del respectivo chapuzón intenté ver la caída del sol, pero se nubló. Esto no me quitó la alegría, ya que yo quería estar en la casa del árbol. Regresé a la hostería a las 18:30. Me duché y después bajé a la minisala para leer.

El restaurante de la hostería abre solo hasta las 20:00, por lo que a las 19:30 fui a cenar. Esta vez elegí un menú que consistía en un sándwich de pollo, papas fritas, ensalada y una gaseosa, aunque yo pedí una taza de café pasado.

Uno de los platos a la carta es el arroz marinero. Tiene un costo de $ 10. Foto: Ricardo Zambrano

Después jugué futbolín y ping-pong con otros huéspedes. La mayoría había estado antes en la hostería. Me dijeron que el lugar les encanta por el ambiente familiar. Nada alejado de la realidad. De hecho, Rocío, una huésped que recién conocía el lugar como yo, me dijo, bromeando, que el “ambiente de felicidad se sentía raro, pero bonito”.

En la hostería hay un áreas de juegos para los huéspedes. Foto: Ricardo Zambrano

Un amanecer “extraño”

A las 23:30 decidí dormir. No hizo falta encender el aire acondicionado, el clima por estos meses en la playa no es para nada caluroso, más bien llega a ser frío. Debo admitir que fue extraño. La madera con el viento tiende a rechinar. Me tomó un par de horas adaptarme a escuchar esos sonidos. Esto definitivamente enriqueció la experiencia.

Amaneció y el trinar de las aves, que abundan en la hostería, me despertó. También confieso que fue raro, ya que en Guayaquil estoy acostumbrado a que me levante el sonido de los tráileres, autos y ambulancias que pasan cerca de mi casa. Pero es mil veces mejor levantarse con el sonido de los pájaros que con el de los vehículos.

El check out era a las 12:00, por lo que decidí quedarme en la hostería. El desayuno incluía pan, huevos revueltos, café pasado, mermelada de piña y en esa ocasión me dieron jugo de ciruela que estaba delicioso.

Hay árboles dentro de la hostería cuyas flores son muy coloridas. Foto: Ricardo Zambrano

Quería quedarme una noche más, pero María Gabriela me había dicho que la casa del árbol estaba reservada los siguientes días. Tenía la esperanza de que las personas no llegaran, aunque incluso arribaron una hora antes del check in.

A las 11:30 entregué la casa del árbol. Todos los consumos en la hostería los cancelas al realizar el check out. Me despedí de María Gabriela y le agradecí por el servicio. Para retornar tomé uno de los buses urbanos que llevan a Villamil, el pasaje es $ 0,50, y de allí compré el boleto a Guayaquil ($ 3,86).

En la hostería también hay piscina que los huéspedes pueden utilizar. Foto:. Ricardo Zambrano

Hay otras opciones

Construir suites o habitaciones en los árboles es una tendencia que se viene incorporando los últimos años en Ecuador. Por ejemplo, Santval Lodge, ubicado en el kilómetro 16 entre Bucay y Pallatanga, también ofrece este servicio de hospedaje. Hay dos cabañas construidas en árboles nativos del lugar que tienen varios años de edad.

En Mindo, cerca de Quito, se encuentra la hostería El Carmelo. Aquí hay cabañas en los árboles con paredes y pisos de madera, mientras que los techos son de paja. Todas se encuentran equipadas con baño privado y agua caliente en las duchas.

La reserva se realiza a través de paquetes en los que se incluyen alimentación y actividades o solo el alojamiento. Los precios van desde $ 110 la noche. (I)