Eso de ser un guayaquileño madera de guerrero, franco, muy valiente y que jamás siente temor parece haber quedado en el pasado si analizamos la fuerza que ha perdido Guayaquil, a través de la historia, en las luchas sociales, entre ellas la laboral.

La ciudad puerto fue considerada la cuna sindical del país, la encargada de llevar la llama por los derechos obreros desde finales de la colonia. Desde 1896 hasta 1918 solo en Guayaquil se crearon más de 30 organizaciones sindicales. Entre las organizaciones más militantes y luchadoras se destacan la Sociedad Unión de Panaderos, creada en 1898 y que al año siguiente realizaría una huelga de más de 15 días de duración reclamando mejores salarios.

Del Ecuador de los gran cacao, que vivían entre lujos y se educaban en Europa, a la matanza de trabajadores que clamaban por trato y salario digno

La Sociedad de Carpinteros, creada en 1904, aunque ya existía como organización sindical desde el año 1896, es de mencionar que este gremio ya había realizado en la etapa colonial la primera huelga que se conoce en Guayaquil, en reclamo por los abusos de las autoridades coloniales.

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Y así podemos mencionar a organizaciones como la Sociedad de Tipógrafos del Guayas, creada, en 1884; la Sociedad de Cacahueros Tomás Briones, fundada en 1908; los trabajadores del tren, entre otras.

Marchas, huelgas y paros se organizaban en Guayaquil que hacían temblar a los gobiernos de turno y los obligaban a cumplir con los derechos de los trabajadores. Tan fuerte era la lucha que gremios sindicales sufrieron represión, atentados y hasta la muerte de sus agremiados. La masacre del 15 de noviembre de 1922 es una muestra de aquello. También está la matanza que se registró entre el 2 y 3 de junio de 1959 cuando estudiantes guayaquileños, que fueron acompañados por obreros, se declararon en huelga.

Sin embargo, Guayaquil ha perdido fuerza sindical. Los gremios de trabajadores han sido debilitados de forma constante por los gobiernos de turno, a tal punto que ahora la posta de las protestas sociales ha pasado a Quito.

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Y esto empezó desde la década de los 80, afirma Freddy Avilés, historiador. En esos años hubo un cambio de timón político en la ciudad al ganar relevancia personajes del Partido Social Cristiano. Sumado a una campaña nacional e internacional que buscó dejar en el imaginario de la sociedad que ser sindicalista era sinónimo de problemas.

En las alcaldías de León Febres-Cordero, Jaime Nebot y, actualmente, Cynthia Viteri, siempre se han condenado los paros y protestas. De hecho, en las últimas manifestaciones que se realizaron en junio pasado fue evidente que un gran porcentaje de protestantes que se apostaron en las calles céntricas de la ciudad eran trabajadores de mercados que provienen de otras provincias.

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Además, en gobiernos como el de Rafael Correa se crearon centrales sindicales para realizar contramarchas a las manifestaciones que se desarrollaban en contra del régimen correísta. Esto también debilitó las estructuras sindicales históricas de Guayaquil.

Las últimas protestas en Guayaquil han sido lideradas por ecuatorianos de otras provincias que residen en la ciudad. Foto: Archivo

A esto se suma el hecho de que la juventud guayaquileña se ha vuelto apática con los gremios obreros y los ven lejanos, debido que muchos de sus dirigentes se han vinculado a la política traicionando la lucha trabajadora, dice Nicolás Lara, secretario de la Sociedad Unión de Panaderos.

Él reconoce que las organizaciones de trabajadores han perdido fuerza y que esto no solo se da en Guayaquil, sino que es un problema nacional. Y asume que parte de la culpa la tienen los propios gremios que no han podido conectar con las nuevas generaciones.

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Gabriel es guayaquileño, tiene 24 años y trabaja en una empresa de call center. Afirma que su compañía si bien le cancela su sueldo a tiempo, no le pagan horas extras y puede trabajar más de 10 horas diarias. Él no está agremiado y tampoco le interesa pertenecer a una organización de trabajadores, pese a su precarización laboral.

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Esos dirigentes solo buscan poder, plata y no luchar por los derechos de los trabajadores, Muchos se venden. Si me meto a eso (ser parte de un gremio), el único perjudicado soy yo porque es a mí al que despedirán”, dice.

Este criterio contrasta con el de Luis Villacís, de 25 años. Él ha ido a las marchas convocadas por las organizaciones sindicales en Guayaquil para exigir que se cumplan los derechos de la clase obrera. “Yo trabajé para una gran empresa de comida rápida y me explotaban. Decidí no callar, protestar, y me despidieron, pero eso no me ha quitado las ganas de exigir un país justo”.

Fernando Ibarra, presidente de la Central de Organizaciones Clasistas (Cedoclat), indica que la actual precarización laboral que se vive en el país en algún momento provocará que los jóvenes salgan a las calles estén o no agremiados.

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También reconoce que las organizaciones obreras no han sabido conectar con las luchas de las actuales generaciones, aunque considera que son dispersas y complejas, ya que buscan impulsar derechos para animales, para la comunidad GLBTI, entre otros, y no se enfocan en “la lucha más importante” que es la dignidad del trabajador.

Guayaquil es una ciudad contestataria que llevó el fervor independentista desde 1822, pero que actualmente está adormecida. Sin embargo, solo está a la espera de una chispa para volver a ser franca, valiente y sin temor para exigir y proteger los derechos laborales no solo de los guayaquileños, sino de los ecuatorianos, coinciden Lara e Ibarra. (I)

Datos históricos: Freddy Avilés