Desde Bélgica, el 20 de enero de 2021, a las 20:30, el expresidente Rafael Correa rindió su versión en torno a los hechos ocurridos del 30 de septiembre de 2010. La declaración del exmandatario se dio por vía telemática ante la fiscal Claudia Romero, quién había llamado a Correa en otras ocasiones para rendir su versión.

Correa dice en su versión de los hechos que al llegar al Regimiento 2 de la Policía Nacional, fueron recibidos por policías amotinados con piedras y gases lacrimógenos; su guardia de seguridad habría sido detenida al ingreso y junto a los pocos con los que logró entrar fueron agredidos. En ese tiempo el expresidente no podía caminar con facilidad debido a una operación en su rodilla realizada con antelación.

Al intentar trasladarlo a un lugar más seguro, portando una máscara antigas que habrían intentado retirarle dos veces, llegaron a una puerta que conectaba con el Hospital de la Policía, “puerta que se intentó cerrar para impedir mi ingreso por parte de quien después me enteré era el coronel César Carrión”, dice el texto.

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Casi inconsciente, habría llegado a la sala de emergencias del hospital policial, desde ahí llegarían a una habitación en el tercer piso de la casa de salud, junto a tres o cuatro personas de su seguridad. Al enterarse de los hechos que ocurrían en otros lugares del país habría declarado el estado de excepción, del cual no recuerda la hora exacta.

Los policías habrían intentado ingresar en dos ocasiones derribando la puerta. En el primero, habrían intentado esconder a Correa en el baño, sin embargo, habría rechazado y solicitó una pistola para defenderse. "La segunda vez que intentaron ingresar y parecía que ya lo lograban, para evitar muertes inútiles y la humillación del presidente le pedí a mi asesor, Francisco La Torre, si lograban entrar los amotinados me pegara un tiro en la frente”, declaró Correa.

Mientras tanto, sostiene que el coronel César Carrión habría ingresado disfrazado de médico para obtener información de ellos, supuestamente ofreciéndoles agua.

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También, dice haber mantenido comunicación constante con el jefe del Servicio de Protección Presidencial, el almirante Luis Santiago. Justamente él le habría informado de la operación de rescate que habría sido adelantada porque los blindados no llegarían hasta antes de las 23h00. Ya en la operación, comandada por el coronel Luis Castro, dice que el vehículo presidencial estaba plenamente localizado por los policías, entre ellos francotiradores, uno de ellos visto por él mismo.

Prueba de esto sería la muerte de Froilán Jiménez, el policía del Grupo de Intervención y Rescate (GIR) que fue asesinado mientras custodiaba “el vehículo donde creían que sacaban al presidente”. Con ayuda de militares y policías del GIR habría sido trasladado en silla de ruedas a un patio interno del hospital y subido al vehículo de la vicepresidenta de la Asamblea de ese entonces, Irina Cabezas. Conducido por un oficial de policía y protegido por un capitán que se habría lanzado encima de su cuerpo, en el asiento de atrás, habría salido Correa.

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Sobre la posibilidad de haber conocido información de las Fuerzas Armadas calificada como reservada, dijo que no recuerda haber leído un reporte oficial, sin embargo, dice haber mantenido muchas reuniones en las que se le informó, sobre todo con el coronel Luis Castro quien posteriormente habría sido jefe del Servicio de Protección Presidencial.

Washington Andrade, abogado defensor de los cuatro militares vinculados en la investigación por tres muertes causadas en el operativo de rescate del 30 de septiembre, dijo que la declaración de Correa era esencial para su caso, que sea el mismo expresidente el que determine que su vida estuvo riesgo y que describa cómo fue el operativo en el hospital.

Sobre la ubicación en la que se encontraban sus defendidos, dijo que el entonces coronel Marcelo Guadalupe fue uno de los que lideró el operativo, pero la misión de él fue dar un cerco en el interior del hospital, por lo que no podría haber estado en ángulo de tiro de los disparos. Incluso dice contar con un video en el que la orden enfática de Guadalupe sería la de no disparar a nadie.

Mientras tanto, las pericias continuarán con el fin de determinar los autores de tres de las muertes ocurridas en la revuelta llamada 30S. (I)

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