El 6 de octubre pasado, dos vigilantes metropolitanos de tránsito evitaron que una mujer salte de un puente peatonal en el sur de Quito; tres semanas más tarde, otra agente impidió que un hombre se lance al río Chiche, en Puembo, al nororiente de la capital. Cerca de esa parroquia, en Pifo, a los pocos días, dos niños fueron encontrados sin vida por envenenamiento y su madre fue trasladada a un hospital luego de que intentó suicidarse con sustancias químicas.

En estas historias se pudo evitar una tragedia; sin embargo, existen otras que no corrieron la misma suerte. Según las estadísticas del ECU911, desde el inicio del confinamiento, en marzo pasado, hasta el 3 de noviembre, se reportaron 220 suicidios y 429 alertas por intentos.

La mayor parte de los suicidios recogidos en esa base de datos se registraron en Guayaquil (34 casos). En Quito, 13; Santo Domingo, 12; Machala, 11; Ambato, 9; y en el resto de cantones 141.

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En cuanto a los intentos, la mayor cantidad de alertas se originaron en Quito (47 casos), Cuenca (44) y Guayaquil (37).

El director del ECU911, Juan Zapata, lamentó estos indicadores y explicó que en muchos casos se ha podido evitar una tragedia gracias a las cámaras de videovigilancia, a las llamadas de emergencia y a la intervención de los vigilantes.

Sin embargo, los indicadores que maneja la Policía muestran una situación más compleja. Información proporcionada por la Dirección Nacional de Delitos contra la Vida (Dinased) muestra que entre el 1 de enero y el 28 de octubre de este año hubo 978 suicidios a nivel nacional.

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De ese total, la principal causa fueron los problemas sentimentales (350 casos). Luego se registraron los conflictos familiares (321) y las crisis económicas (106). Ocho de cada diez utilizaron el ahorcamiento y el uso de sustancias químicas.

Por edades, el segmento con la mayor cantidad de suicidios fue el de adultos de 30 a 65 años (413 casos); le siguieron los jóvenes de 18 a 30 años (315), adultos mayores de más de 65 años (121), adolescentes de 12 a 18 años (111) y niños de hasta 12 años (18). En cuanto a género, 191 suicidios corresponden a mujeres y 787 a hombres.

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Quito y Guayaquil concentraron el 30% de los casos, superando a provincias enteras, como Azuay o Manabí, entre las más pobladas. La tendencia entre las dos ciudades, sin embargo, es inversa: mientras en la capital hubo 28 casos menos que en el mismo período del 2019, en el puerto se reportaron diez más, de acuerdo con los datos de la Dinased.

La psicóloga clínica Priscila Narváez subrayó la estadística de suicidios de hombres y mujeres (una relación de 4 a 1), pues, sostiene, está atravesado por un problema cultural. “Los hombres, en promedio, no comunican sus emociones más que las mujeres. Culturalmente, desde niños se les dice “no llores, eres hombre” y ese tipo de cosas que marcan serias diferencias”, dijo.

Cada segmento tiene su propia realidad y es un tema delicado de abordar simplificándolo, agregó. “Se debe olvidar aquel tabú de que un intento de suicidio es solo por llamar la atención, cuando, en realidad, es un síntoma de serios problemas, que requieren de una solución conjunta, de los seres más cercanos de quien está atravesando este problema”.

Salud emocional

Christopher, quien vive en Tumbaco y pidió mantener en reserva su apellido, contó que en el 2020 al cumplir los 27 años quiso suicidarse. Había perdido a su madre, las deudas se le fueron de las manos, se divorció y tuvo que separarse de su hija. “En esos días, mientras manejaba, pensé en botarme al barranco o meterme debajo de un tráiler, pero cuando estuve a punto de hacerlo pensé en mi hija y tuve miedo. Me detuve en el último momento”.

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Sin embargo, nunca quiso acercarse a ningún profesional de la salud y ha preferido mantener esa experiencia como un asunto reservado.

Especialistas consultados por este Diario coincidieron en que, al suponer que un allegado tiene tendencias a quitarse la vida, se deben encender las alarmas en el entorno más cercano, con el fin de abrir espacios de conversación y, si es necesario, acudir a un especialista.

La psicóloga educativa Ana Castro explicó que las personas son proclives a decisiones extremas cuando no saben manejar la frustración o algún inconveniente grave. Señaló, por ejemplo, que en estos tiempos de pandemia hay una gran presión sobre los niños y jóvenes, pues el encierro no les permite socializar más allá del contacto a través de la pantalla.

“Eso cansa, estresa, satura, causa dolor de ojos... Si le sumamos la falta de actividad física, entran en depresión. Si bien hay personas de buen corazón, que tratan de evitar cuando ven a una persona que quiere saltar de algún lugar, desde el gobierno no hay mayores acciones o campañas de información o bienestar emocional”, añadió.

Contactos de emergencia

Existen varias iniciativas para reportar y dar asistencia en casos de suicidios o para dar alertas y evitar estas tragedias.

El Ministerio de Salud tiene habilitada una vía de atención psicológica a través del número 171, opción 6.

En Guayaquil, se cuenta con un servicio gratuito abierto durante esta emergencia nacional de COVID-19, a cargo de profesionales en psicología. El número habilitado es el ‪043 72 7830 y conecta con el ECU911 del puerto.

En el Municipio de Quito se puede contactar con el Sistema Integral de Prevención de Adicciones de Quito, al 0984831128. También está vigente el servicio Teléfono Amigo, llamando a los números 022 90 6030 y 022 90 6060. (I)