La esperanza de hallar supervivientes se desvanecía este domingo en el oeste de Turquía dos días después del poderoso terremoto que dejó 62 muertos, mientras los socorristas extirpaban cada vez más cadáveres de los escombros.

En Bayrakli, la ciudad turca más golpeada en la región de Esmirna, los equipos de rescate seguían buscando posibles supervivientes entre los escombros de varios edificios derrumbados, según constató un periodista de la AFP.

Prueba de que sus esfuerzos no son vanos, durante la noche un hombre de 70 años fue hallado vivo tras haber pasado 33 horas sepultado bajo las placas de cemento, y fue hospitalizado, según el ministro de Salud.

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Pero dos días después del sismo de magnitud 7, según el Instituto Geofísico de Estados Unidos (USGS), y de magnitud 6,6, según las autoridades turcas, se hallaban sobre todo cuerpos sin vida.

El sismo, que causó la muerte de dos adolescentes en Grecia, también provocó 940 heridos, según los responsables de los servicios de emergencias turcos.

El terremoto se produjo el viernes por la tarde en el mar Egeo, al suroeste de Esmirna, la tercera mayor ciudad de Turquía, y cerca de la isla griega de Samos.

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Fue tan fuerte que se sintió hasta en Estambul y Atenas. Además, provocó un minitsunami que inundó las calles de Seferihisar, ciudad turca situada cerca del epicentro, y barrió las costas de Samos.

"Milagro"

Pero es sobre todo en Bayrakli, distrito de 300.000 habitantes, que ha conocido un importante desarrollo demográfico en los últimos años, donde el sismo ha causado más daño.

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Según la agencia de Gestión de Emergencias y Desastres (AFAD), 17 edificios se derrumbaron en esta ciudad y las búsquedas proseguían en ocho de ellos.

"Sería un milagro si se encontrara a alguien con vida" declara una mujer, sin noticias de amigos de su familia.

"Los terremotos suelen ser habituales aquí, pero este fue de una intensidad que nunca antes había experimentado", asegura Ismail Energin, de 73 años, un vecino que durante las últimas noches tuvo que dormir en una tienda de campaña en un estadio de fútbol en Bayrakli después de que su casa quedara afectada.

Prueba de que aún mantienen la esperanza, los rescatistas exigían a veces silencio para poder escuchar eventuales llamados de auxilio.

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Dolidos y cansados, muchos habitantes de la ciudad pasaron una segunda noche consecutiva en tiendas de campaña instaladas en las calles por miedo a las réplicas del sismo.

Entretanto, quienes lograron ser rescatados, con los ojos enrojecidos y la mirada vacía, eran abrigados con mantas.

Fallas sísmicas

Es la segunda vez este año que Turquía, país atravesado por numerosas fallas sísmicas, sufre un terremoto.

En enero, un sismo de 6,7 dejó unos 40 muertos en las provincias de Elazig y de Malatya (este)

Tanto Turquía como Grecia están situadas en una de las zonas sísmicas más activas del mundo.

En 1999, una sacudida de magnitud 7,4 golpeó el noroeste de Turquía, causando más de 17.000 muertos, un millar de ellos en Estambul.

En Grecia, el último sismo mortal fue en julio de 2017 en la isla de Cos, cerca de Samos, y causó dos fallecidos.

La multiplicación de estos terremotos condujo a las autoridades turcas a tomar conciencia de la necesidad de someter el parque inmobiliario a estrictas normas antisísmicas.

Según el diario Hürriyet, varios expertos señalaron en los últimos años los "riesgos" existentes en dos de los edificios derrumbados en Bayrakli.

En uno de sus informes expresaban su preocupación ante el "cemento de baja calidad" utilizado.

Ante esta nueva catástrofe, Turquía y Grecia han puesto de lado sus tensiones diplomáticas y se declararon dispuestos a colaborar y ayudarse mutuamente. (I)