“Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres y las mujeres, es en la mente de los hombres y las mujeres donde deben erigirse los baluartes de la paz”. Esta es una frase de la Constitución de la Unesco, muy presente en la actualidad y de particular valor este 21 de enero, Día Internacional de la Paz.

En esta fecha se intenta ampliar el fortalecimiento de los ideales de paz, a través de la observación de 24 horas de no violencia y alto el fuego.

“Este año ha sido más claro que nunca que no somos enemigos el uno del otro. Más bien, nuestro enemigo común es un virus que amenaza nuestra salud, seguridad y estilo de vida. El COVID-19 ha llevado a nuestro mundo a la agitación y nos ha recordado por la fuerza que lo que sucede en una parte del planeta puede afectar a las personas en todas partes”, indica la ONU.

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Este año el tema central de la celebración es ‘Forjando la paz juntos’. Mientras, en 2020, aún existen conflictos de alto costo político-social y de vidas, como Yemen, Siria, las tensiones en Medio Oriente con protagonistas como Israel, Palestina, Irán y EE. UU.; igual en República Centroafricana, Sudán del Sur, entre otros, que llenan titulares y que tienen consecuencias más empobrecimiento, limitaciones extremas a los derechos civiles, desapariciones, juicios sin garantías procesales, y la poca capacidad de la comunidad internacional y sus organismos para contribuir a un cambio no violento. Una muestra de ello también es Venezuela.

“Para mí este día es un espacio para reflexionar sobre las diversas iniciativas, estudios, casos, propuestas y necesidades que se dan en torno a la paz. Es una invitación a preguntarnos sobre lo que entendemos por paz. Podemos responder ¿qué paz queremos y qué paz tenemos? ...La paz es una construcción de todos”, dice Roberto Beltrán, titular de la cátedra Unesco de Cultura y Educación para la Paz en la UTPL.

Beltrán indica que los conflictos son parte del convivir de una sociedad o de un grupo humano y que el reto será siempre aprender a resolverlos, gestionarlos o transformarlos, a través de acciones que beneficien a todos.

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Agrega que la violencia no solamente está en las acciones u omisiones, está en la cultura y en la forma de pensar de las sociedades atrapadas en discursos populistas, fundamentalistas y absolutistas.

Uno de los retos para evitar esto sería identificar la violencia. En ello deben participar las agencias de Naciones Unidas que trabajan en el tema, la academia, las organizaciones sociales, los Estados y los Gobiernos. Si la violencia no se identifica, no se estudia y no se visibiliza. Esto causa que se corra el riesgo de validarla, aceptarla y justificarla.

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“La intolerancia, en todas sus formas, se toma Gobiernos, calles, instituciones y fronteras”, dice Beltrán, quien ve en la educación –escuela y casa–, la libertad de la palabra y de prensa, la clave, pues, se aprende al ver el ejemplo”.

La violencia también es un tema de género, pues, según ONU, las mujeres adultas representan el 49 % de las víctimas de trata de seres humanos en el mundo. Además si se suman a las niñas –que son tres de cada cuatro víctimas infantiles– suponen cerca del 72 %.

Otro punto que se analiza actualmente como un factor de paz es el tema climático, que encuentra un espacio cuando se lo mira desde la perspectiva del equilibrio de la convivencia entre humanos y naturaleza.

La paz es una condición que se adapta a cada realidad y cultura, apunta Beltrán. Por ende, no se la puede alcanzar sin una construcción consciente, inclusiva, tolerante, innovadora, humana y digna. Sin espacio para la violencia.

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Actualmente se pueden encontrar una lista de supuestas democracias que, ocultas en un discurso populista de apoyo popular, limita los derechos humanos de las personas, reprime y gobierna a través del miedo y la entrega de ellos llaman “ayudas sociales”.

Conflictos que causan desplazamientos

De acuerdo con Acnur, seis conflictos provocaron el mayor número de desplazamientos forzados hasta 2019: Yemen (264 mil desplazados), Irak (1,8 millones –53 % niños–), Siria (11,7 millones, dentro y fuera del país), Sudán del Sur (4,2 millones), Somalia (2 millones), Afganistán (5,1 millones). Además más de 4 millones de venezolanos habían emigrado. (I)