El cangrejero Juan Cruz, de la isla Santa Rosa, en el golfo de Guayaquil, lamentó que estén expuestos al ataque de piratas mientras trasladan sus productos a los mercados y sostuvo que aquello ocurre también con los pescadores artesanales.

La semana pasada, pobladores de la isla Puná reportaron que dos trabajadores del mar resultaron heridos de bala en momentos de un asalto.

El 28 de julio pasado, cuando la alcaldesa Cynthia Viteri estuvo en aquella parroquia rural, Wendy Álvarez, presidenta de la junta parroquial de la isla Puná, solicitó ayuda a la autoridad seccional respecto de la ola de ataques de los denominados piratas del mar.

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Era el acto de puesta de la primera piedra de la unidad médica municipal. Viteri expuso que la seguridad no era competencia de los municipios, pero señaló que sí podía construir una infraestructura para la vigilancia de la Policía Nacional y otra para la Armada del Ecuador, previo a convenios interinstitucionales.

La isla Puná es una parroquia rural perteneciente a Guayaquil. Con una superficie de 920 kilómetros cuadrados es la tercera isla de más tamaño, luego de las galapagueñas Isabela y Santa Cruz. Incluidos sus recintos, la población alcanza los 16 000 habitantes.

La presidenta Álvarez señaló que al golfo de Guayaquil llegan pescadores de Puerto Bolívar, El Oro, y que entre estos se infiltran piratas que les quitan motores y pesca a los jornaleros puneños.

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Los pescadores Víctor Mejillones y Antonio Quimí aseguraron que los piratas les robaron sus motores y pidieron que las autoridades los dejen portar armas para defenderse. Agregaron que los porteños, como llaman a la gente de Puerto Bolívar, son los que les roban sus pertenencias.

Daniel Crespín, pescador de la isla Puná, manifestó que el personal naval es insuficiente para el patrullaje del área de pesca. Pidió la llegada de uniformados de grupos especiales de la Policía Nacional.

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El uniformado a cargo del retén naval indicó que no estaba autorizado para hablar con la prensa. (I)