Estuvo hospitalizada en terapia intensiva por una semana con síntomas graves de COVID-19, luego de que su madre y hermano fallecieran víctimas de la pandemia.

Tras buscar espacio en varias clínicas logró internarse en una que no era parte de la red privada con la que su seguro particular de salud tenía convenio. Cuando fue dada de alta la cuenta era de $40 000.

Finalmente ella pagó, presentó la factura a su aseguradora y esta le devolvió $35 000 acorde al plan que había contratado.

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Su historia contrasta con la de otros casos en los que el sobreviviente o sus familias tienen que cubrir deudas mayores a $70 000 con las clínicas por la atención recibida.

Otros pudieron disipar sus dudas sobre sus síntomas a través de la telemedicina con los call center de sus seguros, ya sea para registrar que tienen el COVID-19 y se active la cobertura o tener un diagnóstico.

Roberto (nombre protegido) tenía dificultad para respirar y fiebre, por lo que pidió una consulta en medio del confinamiento. “Pensé que tenía el COVID-19, pero no era así, me trataron a través del call center y no pasó a mayores”, dice.

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La limitación mayor entre marzo y abril, en Guayaquil, fue encontrar una cama en medio del colapso hospitalario.

“Los establecimientos de la red privada en algún momento cerraron sus puertas, entonces había un malestar pero en ese caso la atención ya dependía del laboratorio o de la clínica que te reciba. Nosotros le decíamos que se atienda donde quiera que cubrimos, pero a veces el cliente cree que somos un centro médico, sin embargo somos el que respalda la economía de las familias y siempre les recalco eso”, indica la ejecutiva de una aseguradora.

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Las redes sociales, en su momento, fueron depositarias de los reclamos por los altos costos o las facturas no cubiertas, pero también cuentan historias de agradecimiento.

Es el caso del asesor de seguros Antonio Torres, quien subió la captura de WhatsApp en la que uno de sus clientes le expresaba su gratitud: “Toñito ya nos dieron el alta estamos en casa, loco no te imaginas lo agradecido que estoy, no sé que hubiese hecho sin tu acolite y el seguro en estos momentos”, dice el mensaje.

Es una historia ocurrida en Quito, donde hoy se repite la situación crítica que vivió Guayaquil en marzo y abril. (I)