El 21 de mayo de 2018, los ecuatorianos vimos con alegría cómo D’yaira, el jaguar hembra valiente, era liberada en el Parque Nacional Yasuní luego de un largo proceso de rehabilitación después de sufrir heridas de 18 perdigones en el cuerpo.

Apenas sus cuidadores abrieron la jaula, ella salió corriendo hacia su libertad. Sin embargo, cinco días después D’yaira murió. Su cuerpo, ya en fase de descomposición debido a la gran humedad del lugar, fue encontrado gracias al collar de rastreo que se le colocó.

¿Qué pasó? Diego Cisneros, director del Hospital de Fauna Silvestre Tueri de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), asegura que algunos de los perdigones que quedaron en el cuerpo del animal, ya que no pudieron ser extraídos, se “desencapsularon” y liberaron plomo en su sangre lo que provocó una intoxicación aguda, causando la muerte.

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Cuenta que durante la fase de rehabilitación no se evidenció plomo en sangre. Sin embargo, momentos antes de la liberación de D’yaira, el veterinario a cargo de la operación extrajo una muestra de sangre para controles de rutina. “Es con estas muestras que se detecta el plomo, pero días después. Los análisis para plomo demoran. No hubo plomo en huesos. Fue una subida aguda”, dice Cisneros.

En los dos primeros días en libertad, el rastreador mostró que D’yaira se alejó del punto de liberación lo que era una señal positiva. Luego se empezó a observar una reducción progresiva de las distancias recorridas hasta que dejó de moverse y esto disparó las alertas de los especialistas.

Se armó un equipo de búsqueda conformado por funcionarios de la USFQ y del Ministerio del Ambiente (MAAE). Los expertos llegaron al punto que mostraba el collar y encontraron el cuerpo.

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Los restos no mostraron signos de ataque, disparos o huesos rotos, según Cisneros. Además, aclara que la USFQ no ha ocultado la muerte. De hecho, dice, elaboraron un informe dirigido al MAAE y un video documental contando el caso.

También se publicará un artículo científico y, desde el año pasado, la USFQ está “cabildeando” con el MAAE un reglamento para prohibir la importación de perdigones de plomo: “Lo ideal es que no haya cacería, pero hasta que se resuelva ese problema al menos que no se traiga este tipo de proyectiles” por el daño que generan y, además, si carroñeros comen restos de un animal muerto por plomo, también pueden morir intoxicados, dice Cisneros.

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Sin embargo, Andrés Ortega, quien ayudó en el tratamiento médico del jaguar y exdirector ejecutivo del Instituto Tueri, afirma que pocos días después de la liberación se le informó de la muerte y “se nos dio instrucción de no comentarlo ante los medios hasta que resuelvan qué informarían”.

Indica que se había realizado y firmado un informe que sería entregado al MAAE en octubre del 2018, pero que él no tuvo "nada que ver con ese informe y no comparto con la conclusión (intoxicación por plomo)”, dice.

Además, cuestiona el “porqué no han presentado los resultados, los restos y las placas radiográficas del espécimen”.

Meses después de mi desvinculación (de la USFQ) me enteré de que ese informe desconocía la verdad y que en realidad había una causa verdadera de muerte, la cual no habría sido develada”, añade.

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La causa de la que habla Ortega es que D’yaira habría muerto por el ataque de un animal, posiblemente otro jaguar: “Al no tener prueba de aquello, no me encuentro en la posibilidad de afirmarlo o desmentirlo. No obstante, la fuente de esa información es de mi total confianza”, asegura.

Pero Cisneros rechaza esta teoría e indica que antes de la liberación se estudió el sitio, a través de cámaras trampa, y se sabía que había otros felinos en el lugar: “Los jaguares pueden pelear, pero ellos tratan de atacar la garganta y el cuerpo de D’yaira no mostró eso y tampoco hubo daños en el collar. Los huesos están en el Museo de Zoología de la USFQ”, dice.

Aunque las causas están en debate, los expertos concuerdan en que la muerte de D’yaira generó información valiosa para futuros casos. Por ejemplo, los procesos de liberación se pueden optimizar. Quizá tratar de adaptar a los jaguares al lugar donde serán liberados.

La muerte de D’yaira era un posible escenario que se había previsto. Prefiero que haya muerto en libertad a que haya vivido toda su vida en cautiverio”, dice Ortega.

El collar que usaba el felino es actualmente utilizado para un proyecto de monitoreo de osos andinos en la provincia del Azuay.

EL UNIVERSO pidió al MAAE información sobre el caso. Se nos confirmó, vía WhatsApp, la muerte del felino y se nos aseguró que “desconocemos por qué en ese entonces no se dio a conocer sobre la muerte de la jaguar”. (I)