La tarde del jueves 2 de abril, a dos semanas de iniciada la cuarentena, el equipo de comunicación del presidente Lenín Moreno se dividió entre quienes aplaudieron y quienes lamentaron una frase que, más que nada, activó las suspicacias.

“He dispuesto que, usando todos los mecanismos disponibles, se transparente la información, por dolorosa que esta sea; hay que decir la verdad”. Lo dijo en cadena nacional, al mediodía, refiriéndose a que las estadísticas oficiales se quedaban cortas frente a una tragedia de alcance global.

No le fue bien. Las redes sociales lo crucificaron por un supuesto ocultamiento de los datos y cuatro días después, en Guayaquil –con el sistema hospitalario colapsado– ya se registraba un pico de 460 muertos (en un día, el 6 de abril). Dos semanas más tarde, la encuestadora Cedatos registró que la aprobación del mandatario con respecto a la pandemia apenas llegaba al 24 %.

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Mientras Juan Sebastián Roldán, el jefe de los ministros, se molestaba ante las preguntas de los periodistas independientes sobre la ausencia del presidente Moreno o la falta de eficiencia en el levantamiento de cadáveres, en los noticiarios se narraba la tragedia de quienes imploraban por atención médica y se confirmaba que decenas de cuerpos llevaban días y semanas abandonados en la vía pública o en sus casas.

El resto de ministros también puso su parte: varios se contradijeron, impulsaron sus agendas paralelas, revelaron la desarticulación entre carteras de Estado y dejaron cabos sueltos en temas esenciales, como las estadísticas de COVID-19 o la magnitud de sus consecuencias económicas.

A la par de las crisis sanitaria, económica y social, la informativa puso contra la pared a los 115 funcionarios de la Secretaría de Comunicación (Secom), dirigida entonces por Gabriel Arroba. Todas esas inconsistencias son parte del diagnóstico realizado por el nuevo secretario de Comunicación, Gustavo Isch. “Yo estoy poniendo la casa en orden”, dice.

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Si bien subraya que “en esa primera etapa no se le ha mentido a la ciudadanía”, reconoce que existe una dispersión de los mensajes, una saturación y superposición de vocerías, y un desgaste de la información que llega tanto a la prensa como la que va directamente a la ciudadanía, a través de cadenas nacionales y comunicados públicos.

Para la especialista en comunicación política Natali Becerra, a dos meses de la crisis, la combinación entre desempleo, muertes y corrupción es evidencia de que “ya no es tiempo de ser grandilocuentes ni de metáforas o tecnicismos, sino de mensajes sencillos, claros y concretos”.

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Andrés Seminario, quien fue secretario de Comunicación del expresidente Alfredo Palacio, señala que si no hay claridad en la gestión es muy difícil transmitir confianza. “Incluso las crisis bien manejadas, pero mal comunicadas, van a ser percibidas por la población como mal manejadas”.

La mayor dificultad para los periodistas es el acceso a información. Que un ministro declare en rueda de prensa que hay más transparencia no significa que en la realidad exista; ni siquiera la intención”. María Sol Borja,editora política

Ambos expertos coinciden en que la eficiencia debe marcar las nuevas directrices de la Secom: menos anuncios –como las leyes económicas que tomaron días en llegar a la Asamblea– y más acciones.

Isch sabe que el escenario no es favorable y que el nivel de aprobación del Gobierno es un agravante. Además, que a la presión política (año electoral y secuelas de las protestas de octubre) hoy se suman las denuncias de corrupción y la falta de recursos del Estado.

“No solo al Gobierno, sino a la clase política ahora se le hace difícil alcanzar niveles de credibilidad y confianza; también hay una campaña incesante de incertidumbre y desestabilización. Y quien está al frente debe luchar contra eso”, explica, haciendo énfasis en la avalancha de críticas que hace el correísmo para desprestigiar a Moreno.

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En esta nueva etapa de la Secom, afirma, se propone una reingeniería sobre la marcha, “un alineamiento de los mensajes, mayor transparencia y comunicación franca, abierta y directa para que se comprenda la dimensión de la crisis”.

En este momento, de lo que se trata es de informar, no de adornar; de educar, no de hacer propaganda ni marketing. Lo he conversado y el gabinete está alineado con el enfoque”. Gustavo Isch,titular de la Secom

Tras reunirse con el gabinete, Isch asegura que todos, partiendo del respaldo del presidente, están alineados con su estrategia: activar vocerías alrededor de temas específicos y alinear el mensaje, puesto que “en este momento de lo que se trata es de informar, no de adornar; de educar, no de hacer propaganda ni marketing”.

Para los especialistas, el margen de maniobra de la Secom es reducido, pero el cambio de orientación, urgente.

“Ya estamos viendo la nueva normalidad. Hay gente que está muy mal y el ver discursos que no concuerdan esa realidad genera malestar. Además, la narrativa de guerra es peligrosa, nos convierte a los ciudadanos en soldados del frente de batalla y a los políticos, en los generales, cuando no se puede olvidar que, pese a todo, se debe respetar la democracia”

Becerra confía en que se corregirán las deficiencias comunicacionales, pero al mismo tiempo se hace una pregunta: ¿Será que el resto del Gobierno, ministros y demás autoridades lo permiten?

María Sol Borja, editora política del sitio digital GK, es pesimista. “Las divisiones internas (de ministros) son evidentes; yo no creo que a estas alturas, a tres años de Gobierno, cambie algo significativo. Hay ruedas de prensa, cadenas, declaraciones oficiales..., pero es casi imposible que las autoridades contesten, por ejemplo, las repreguntas o los pedidos de información de la prensa”.

Comunicación (COVID-19)

La prensa: A través de cartas y redes periodistas que cubren la pandemia han pedido al gobierno de Lenín Moreno que se garantice información clara, precisa y oportuna.

Flujo de información: La Secretaría de Comunicación ha dispuesto varios chats y ha abierto conversatorios en plataformas tecnológicas; pero no existe espacio para repreguntas ni explicación sobre estadísticas oficiales. Las ruedas de prensa cambian de horario sin previo aviso. (I)