Ella, una guayaquileña de 34 años; y él, un quiteño de 37. Ella trabajaba en una empresa familiar y él en un puesto de planificación urbana. Se conocieron y unieron sus deseos de querer experimentar cómo es la vida en sitios lejanos.

Belén Torres y Eduardo Peñaherrera dejaron sus trabajos, tomaron sus ahorros y salieron de Guayaquil a Quito para luego tomar un bus al Coca y de ahí partieron por el Amazonas para iniciar una aventura que los ha llevado por cinco continentes. La pareja comparte en sus redes (Facebook e Instagram) fotos de los lugares que visitan.

Dejar todo y salir a conocer el mundo los motivó a coger sus maletas y emprender un viaje que arrancó en agosto de 2016; pese a que en principio iba a durar un año, ya han pasado más de tres y en su camino de regreso están cruzando Guatemala en bicicleta.

Publicidad

La pareja en Irán.

"Vendimos las cosas que teníamos y empezamos... viajamos a Europa, a África, luego a India, China, Australia, Mongolia, Asia central, Filipinas y todo el sudeste asiático y volvimos hacia Turquía. Y cuando decidimos que era tiempo de regresar a América viajamos a México, donde compramos una bicicleta para viajar hacia abajo", dice Eduardo.

Empezaron su viaje cuando tenían cuatro meses juntos. "Fue todo una ventura", agrega Eduardo.

Cuentan que su principal motivación fue que estaban cansados del trabajo diario de ocho horas y tomaron la decisión aunque sus familias les decían que estaban locos. "Todavía piensan lo mismo", dice entre risas Belén.

Publicidad

"La idea era irnos lo más lejos posible para ver qué tan diferente éramos de ellos (las personas que viven en países lejanos) y su cultura, como en Rusia, los países 'tanes' (como Uzbekistán o Kazajistán), China", comenta Belén.

Una foto tomada en Capadocia, Turquía.

Publicidad

Cuando cumplieron un año viajando, como habían planeado en principio, pensaron en regresar, pero como aún tenían ganas de seguir, comenzaron a ver oportunidades y surgió la de quedarse en China y dijeron: "¿por qué no?". Así permanecieron en China para conocer bien el país y era una excelente base para visitar otros países de Asia y Oceanía.

Un desafío diario

Ambos saben inglés, idioma que les ha servido bastante en su trayecto, aunque también dicen entre risas que ahora también hablan chino. Cuando llegaban a un lugar en el que no tenían un idioma para entenderse intentaban de todo para expresarse, hasta señas. Algo que en ocasiones les era un poco frustrante, especialmente cuando tenían que tomar un bus para llegar a un lugar y la gente no les entendía o tenían pronunciaciones diferentes. Según ellos, esto les pasó mucho en China, donde al principio era muy difícil que les entiendan, incluso con la comida por los nombres de los platos.

"Era un challenge (desafío) diario. Todos los días aprendías algo nuevo sobre costumbres, del idioma. Creo que sabiendo inglés, español, ruso y chino se puede viajar por todo el mundo", dice Belén,quien comenta que en los países que eran parte de la extinta Unión Soviética el ruso es un idioma que ayuda mucho por la influencia que tuvo, desde Goergia a Azerbayán, pasando por los 'tanes'.

Una foto tomada en Shanghái, China.

Su largo trayecto lo han cubierto transportándose en barcos, aviones, buses y últimamente en bicicletas.

Publicidad

La única planificación que tenían era viajar de Brasil hasta Europa, donde llegaron en invierno sin estar completamente preparados para enfrentar esa temporada, por lo que tomaron la decisión de bajar a África. Así llegaron a Sudáfrica, desde donde querían subir hasta Egipto, pero por los peligros que tiene el continente terminaron pasando por Malaui, Zambia, Mozambique, entre otros.

Cambiando prejuicios

Como la mayoría de personas, tenían concepciones y prejuicios sobre la gente de países lejanos, pero a medida que avanzaban fue cambiando lo que pensaban al ver las diferencias. "Lo que uno imagina de países lejanos cambia completamente al experimentar, estar ahí, tratar con la gente, te das cuenta de que estabas equivocado", afirma Eduardo.

Una muestra es que cuando llegaron a China pensaban que las personas solo trabajan y no tenían tiempo para diversión, pero ellos hacen actividades con un fin y cuando es hora de descansar lo hacen. "Tienen muchos feriados y los disfrutan, pero cuando es hora de trabajar es hora de trabajar sin distracciones. Ellos tienen una dirección y la siguen", dice Belén.

Entre los países que más les llamaron la atención está Uzbekistán, ya que pensaban que era uno al que nadie viajaba, además de ser desconocido para los latinoamericanos, pero es superturístico para europeos, mexicanos y asiáticos, al menos de lo que pudo ver Belén. Mientras que a Eduardo le sorprendió Mongolia, con mucha naturaleza y enormes planicies. Ambos son lugares para ver la naturaleza desde su punto máximo sin contaminación atmosférica y admirar el cielo lleno de estrellas.

La pareja en en Almaty, Kazajistán.

África también los conmovió por cómo viven, cómo comen, las herramientas y transporte, situaciones que permanecen como muchos años atrás porque no tienen acceso a muchas cosas y por ende no tienen influencia externa.

En Medio Oriente les sorprendió Irán, que tiene unos paisajes muy bonitos en los que puede pasar de desierto a montaña y luego a zonas verdes. "La gente es superamistosa. Eso sí, las mujeres tienen que estar tapadas la cabeza y con camisetas que lleguen hasta la rodilla", cuenta Belén.

De vuelta a casa, pero lento

El primer país de América que pisaron en su camino de regreso fue México, donde compraron bicicletas que son ahora su medio de transporte.

Ahora, desde Guatemala, ya piensan que no están lejos de volver.

"Todos deberíamos hacer algunas vez en la vida algo así para darnos cuenta de las diferencias y similitudes que tenemos como especie. Cuando viajas te llevas demasiados retos, descubre de lo que eres capaz... creces como persona y ser humano", dice Eduardo.

Como les suele pasar a los ecuatorianos, lo que más han extrañado durante su viaje es la comida: los patacones, un encebollado. "La comida ecuatoriana no se encuentra en otras partes del mundo", apunta Belén, mientras se despide entusiasmada por volver a probar los platos de su país. (I)