Jamil Mahuad (Loja, 1949) dolarizó oficialmente la economía ecuatoriana en enero del 2000, en un ambiente de caos político y económico, en medio de una ola de ecuatorianos que responsabilizaban al Gobierno por la quiebra de sus negocios, la pulverización de sus ahorros, la corrupción en el sistema financiero y la migración masiva.

En febrero de ese año, tras un golpe de Estado, salió del país acusado de peculado por el decreto del feriado bancario. Desde entonces está radicado en Boston, Estados Unidos.

A través de su abogado, Patricio Vivanco, el expresidente contestó unas preguntas enviadas por EL UNIVERSO , a propósito de las dos décadas de vigencia de la dolarización.

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En su correo de respuesta, confiesa que le duele no poder venir a Ecuador, por ejemplo, para visitar a su madre, de 94 años, pero a la vez dice estar orgulloso de las decisiones tomadas. Utiliza la metáfora de un país enfermo al que solo una medida radical pudo salvar de morir.

¿Cómo evalúa a la dolarización al cumplirse 20 años de su implementación?

Es la mejor medida económica de las últimas décadas. El Ecuador agonizaba, era un enfermo que venía sufriendo de inflación y devaluación altísimas, y la medicina tradicional no servía más. Las causas eran dos grandes déficits: el fiscal, en parte proveniente de las facturas de la guerra de 1995 y del gasto público irresponsable de todos los populismos, de los de corbata, de poncho y de guayabera; y el déficit de comercio internacional, porque las exportaciones no alcanzaban para compensar las importaciones y el pago de la deuda externa, que era la más alta de América Latina en proporción al PIB. A este enfermo crónico lo atropelló un camión llamado El Niño, que destrozó la producción exportable, provocando un desangre de dólares.

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Y la crisis financiera, el feriado bancario...

A más de la enfermedad crónica, una aguda crisis financiera...

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Congeló los depósitos.

Congelé los depósitos para salir de la hiperinflación y para que no siguiera el desangre de fondos fuera del país.

¿Por qué la cotización de 25 000 sucres por dólar?

Esa cotización dio credibilidad a la medida, pues la población supo que el Banco Central tenía los dólares suficientes para comprar todos los sucres en circulación. Varios economistas sugerían desde 18 000 hasta más de 40 000 sucres por dólar. Pero la paridad más adecuada era aquella que permitiera canjear todos los sucres y que fuera lo más baja posible para evitar que la población pagara un precio excesivo. Cuando empezó el canje, la totalidad de sucres equivalía a 436 millones de dólares. Nueve meses más tarde terminó el proceso y se habían canjeado 425 millones, el 97 %. Si se hacía a menos de 25 000, no hubiesen alcanzado los dólares.

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Fue una decisión técnica y política.

Si hubiese sido una decisión política, ¿por qué no la cambiaron los demás gobiernos? Si no hubiese sido técnica, ¿cómo funcionó con tanta facilidad y naturalidad en la práctica? Tomamos la decisión por razones de orden técnico. Habría sido irresponsable hacerlo sin conocer la situación real del sistema financiero, que solo quedó clara luego de las auditorías internacionales. Mientras avanzaba este proceso entramos en la moratoria de la deuda externa, en septiembre, y cuando tomé la decisión de dolarizar, en diciembre, ni el directorio del Banco Central ni el Congreso daban paso a reformas esenciales. Tan pronto hubo un acuerdo político para avanzar, anuncié la dolarización.

¿Se siente orgulloso?

Muy orgulloso. En el año y medio de mi presidencia, al firmar la paz con el Perú, Ecuador pudo cerrar un pasado doloroso y, con la dolarización, abrir una puerta hacia un futuro de estabilidad económica, social y política.

A pesar de los resultados macroeconómicos, su decisión implicó costos sociales: personas que quebraron, se suicidaron, salieron del país… ¿Se justifica tanto dolor?

No hay que confundir las causas con el efecto. La gran emigración no se debe a la dolarización, que más bien la detuvo. Gracias a la dolarización la mayoría del país dejó de ser pobre y el Ecuador se convirtió en un país de clase media. La migración se debía a la devaluación del sucre y la inflación. La emigración del Ecuador ya existía; pero se aceleró cuando en 1998 y 1999 Ecuador entró en la peor crisis económica del siglo XX.

¿Usted perdió su capital político?

Cuando asumí la Presidencia tenía el capital político más alto del Ecuador y al terminar 1998 era el presidente mejor evaluado en sus primeros cuatro meses de funciones. El infierno de 1999 hizo que ese capital se evaporara rápido. A cualquier otro presidente le hubiera pasado lo mismo; tal vez más pronto y de manera más dramática que a mí.

Resulta paradójico que siendo la dolarización un tema que en Ecuador “no se topa”, pues tiene niveles de aceptación superiores a cualquier político, usted haya salido casi sin posibilidades de retomar la vida pública

Además de paradójico es muy triste vivir separado de mi país, familia, amigos... Mi madre, por ejemplo, cumplirá en mayo 95 años y no la veo desde hace mucho, porque ya no está en condiciones de viajar... Además, no solo es injusto, sino infame que el odio político me impida volver. Desde el 2007 he sido juzgado por el Poder Judicial correísta que sigue instrucciones políticas, a pesar de que el propio Correa declaró después de que dejó el poder que yo era un hombre honrado y que él cometió un error al pedir la reapertura de mi caso.

A propósito de Correa, a él, por ejemplo, no le gustaba la dolarización, pero la mantuvo. ¿La mayor fortaleza del esquema está en sus características económicas o en sus consecuencias políticas?

Hasta cuando Correa estaba en su pico más alto, el dólar era más popular que él. La dolarización ha gozado de buena salud y se ha defendido sola cada vez que los desdolarizadores han querido hundirla; es un árbol fuerte que echó raíces porque ofrece seguridad y estabilidad a la gente en la calle.

¿Es posible salir?

No es imposible; pero sí altamente improbable. No veo en el futuro cercano un gobierno que voluntariamente se atreva a tomar esa decisión. Si alguien lo hace, será forzado por un tsunami económico tanto o más grave que cuando dolarizamos. Más del 90 % de la población no está dispuesta a canjear sus dólares.

Pero mantenerse tiene un costo.

Todo sistema tiene costos, beneficios y necesita mecanismos de ajuste que deben ser administrados de manera correcta y oportuna. Siempre estuvo claro que al no poder devaluar en dolarización, el mecanismo de ajuste podía darse por la caída de la actividad económica y la pérdida de empleos.

¿Siente soledad con respecto a la dolarización? Quizás otros capitalizaron, en lo político y económico, la implementación.

Tanto en la vida común como en el servicio público hay que estar dispuesto a dar más que a recibir y hay que dar hasta que duela. La dolarización tenía fanáticos a favor, en contra, escépticos, suspicaces y prácticos. Ahora todos quieren “subirse a la camioneta”.

Cuando tomamos la decisión, ya existía una dolarización espontánea: un 70 % del monto de transacciones ya se realizaban en dólares”.

Fue una decisión difícil y valiente. Dolarizamos en contra de partidos políticos, sindicatos, organizaciones de indígenas, ONG, expresidentes, BCE... También se opuso el FMI”.

(I)