Esa mañana en el barrio 15 de Julio, en el sector Los Pilluelos, Washington Aldaz, más conocido como Guacho y su compañera Juana Sudario, tejen redes de pesca.

Sin dejar un instante de laborar, Guacho cuenta que el oficio lo aprendió de niño observando a su madre, Ofelia Montero. “Ella hacía bajíos, paños (redes), hamacas. Los amigos me decían: ¿Cómo aprendiste? Viendo con la vista, así poco a poco, fui aprendiendo todo”.

Guacho cuenta que toda su familia nació y vivió en El Arenal. “Mi mamá tejía rapidísimo los bajíos”, evoca y comenta que le compraban barato, pero que de todas maneras su mamá se ganaba su platita: $10, $15.

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“¡Menos! Pagaban barato, pero se ganaba la plata”, exclama Juana y rápido se identifica: “Yo soy la señora de él”.

Desde cuándo están juntos, indago y ella cuenta su historia de amor: “Yo me fui con él a los 15 años. Él no estaba enamorado mío, yo era la que estaba enamorada de él. Lo veía que era cuadrillero, yo decía: a él le van a cargar tres sacos de arroz. Los demás, se burlaban: ¡Pobrecito, ese enanito se va a caer! Yo con miedo que se caiga al agua, como si ya era algo para mí!”.

Ella prosigue asegurando que luego lo desafió a pedirla en matrimonio: ¡Pídeme para ver si eres hombre! Porque aquí no hay ninguna mujer que la pida un hombre, sino que se van, se escapan. Él fue como a las seis de la tarde a pedirme”, relata.

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Esa historia ocurrió en Pimocha, Los Ríos, sitio de origen de Juana a quien le pregunto si también sabe tejer y responde: “Sí, tejer hamacas, bajíos”.

Mientras teje con gran maestría y rapidez, Guacho dice que algunos tejedores trabajan con la tradicional agujeta de caña guadúa, pero que él prefiere construir las suyas con sobrantes de aluminio. Así teje atarrayas de 2 a 3 metros para sus clientes, que son pescadores o intermediarios. Señala que, a veces, a la atarraya se le colocan de 10 a 16 libras de plomo porque algunos ríos de esta zona montuvia son correntosos.

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A mi inquietud de que si teje bajíos, atarraya y hamacas, él responde: “Sí porque si uno trabaja y no anda cogiéndose las cosas ajenas. Mi Dios nos da mente a todos para trabajar”.

Guacho explica que una atarraya cuesta entre $150 y $250, el precio es según su tamaño. “A veces tienen dos varas y media. Tres o cuatro varas y media. Según el porte es que se pide a los compradores”, expresa y agrega que un bajío para atrapar camarones cuesta $15 y las hamacas, $15.

Y recuerda: “Yo en el río cogía camarones y pescado. En el río me tiraba y sacaba mi corvinita. ¡Hasta culebras cogía!”

Reímos. Ellos, la pareja de tejedores, me despide: “Aquí todos los días trabajamos”. (F)

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