Hong Kong es parte de China, pero bajo un régimen especial. Tiene más libertades, internet sin censura, posee una de las economías más libres del mundo y unos 29 millones de turistas la visitan cada año.

La región de 7,4 millones de habitantes ha vuelto a agitarse con violentas manifestaciones contra el Gobierno chino –ya llevan nueve semanas–, argumentando que sus libertades están en riesgo, lo que ha dado paso a descontentos entre los hongkoneses, quienes incluso han vuelto a ondear la bandera colonial en la ciudad.

Veintidós años han pasado desde que Reino Unido devolvió el territorio a China en 1997, luego de más de 150 años de ser colonia británica. El origen de la colonización fueron las Guerras del Opio, o anglochinas, que sucedieron de 1839 a 1842 y de 1856 a 1860. Los intereses comerciales de China en el té y de Reino Unido en el opio ocasionaron los conflictos.

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La droga fue prohibida en China y Londres envió un ejército que venció y obligó a China a firmar un tratado que aperturó puertos y cedió a perpetuidad la isla de Hong Kong.

Aunque la isla se cedió tras el tratado, la península de Kowloon y los Nuevos Territorios, también parte de Hong Kong, se tomaron en préstamo en 1898, por 99 años, hasta 1997.

Cuando estaba próximo a expirar el arrendamiento, en 1984, se decidió que se devolverían a China en su totalidad. El país asiático acordó la política “un país, dos sistemas”, donde su régimen socialista, vigente desde 1949, no se aplicaría en Hong Kong por un periodo de 50 años, hasta 2047.

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A lo largo de su etapa como colonia, Hong Kong logró convertirse en uno de los principales centros financieros y comerciales del mundo. Las reformas económicas de finales de los años 70 y 80 hicieron que experimente mejoras en la economía y el nivel de vida.

El 1 de julio de 1997 se oficializó su regreso a China, respetando el acuerdo de 1984 y como una Región Administrativa Especial gobernada bajo la Ley Básica, aprobada en 1990 por el Parlamento chino, el que establece un alto nivel de autonomía en libertad de expresión y acceso a información, pero no una autonomía democrática.

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Y es precisamente el no tener derecho a elegir al jefe ejecutivo, cargo que sustituyó al gobernador antes nombrado por Londres, lo que ha sido objeto de lucha por años en la antigua colonia. El cargo es elegido por un comité electoral de 1.200 miembros, simpatizantes del Gobierno chino.

La ciudad ha sido escenario de manifestaciones desde el 2014, protagonizadas por estudiantes, quienes consideran que el acuerdo se ha ido vulnerando desde el 2012, cuando llegó al poder el presidente chino Xi Jinping.

La propuesta del Gobierno chino de una reforma electoral que incluía el sufragio universal, pero con candidatos afines al régimen, desató las protestas y dio origen a la Revolución de los Paraguas, artículos utilizados por activistas para defenderse del gas pimienta que les arrojaba la policía.

Las escenas de aquella revolución se repiten en el presente; marchas, gases, represión policial e intentos de asalto al Parlamento. Un millón de hongkoneses salieron a las calles el 9 de junio pasado y no han dejado de hacerlo todas las siguientes semanas, en rechazo al proyecto de Ley de Extradición a China, que otorgaría al país el derecho de extradición sobre ciudadanos de Hong Kong con condenas de más de siete años.

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La ley abriría la puerta a que se aprueben extradiciones por motivos políticos. “Todo lo que necesitan es un testigo que diga que cometiste un crimen hace 20 años. ¿Quién puede confiar en ese sistema?”, dice el activista Martin Lee a The Guardian.

La preocupación de los hongkoneses se extiende también a sectores como el económico. Están convencidos de que es vital para la prosperidad mantenerse tal y como están.

A los jóvenes que protestan se ha sumado gente de toda clase social y edad, y están decididos a seguir en las calles, pese a las recientes advertencias del ejército chino, hasta que la propuesta de ley, por el momento suspendida, sea retirada definitivamente.

Los hongkoneses dicen que “un país, dos sistemas” no se cumple y temen por lo que sucederá luego del 2047 cuando pierdan su autonomía. (I)