Juan Carlos González, Gissel Márquez y Édison Yépez, luego del consumo de comida  en la calle, contrajeron lo que se conoce como enfermedades transmitidas por alimentos (ETA), pero ninguno reportó su caso ante las autoridades. 

Esto sería por la “falta de formación” de los consumidores, coinciden Juan Manuel Cevallos y María Fernanda Morales, docentes de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol).

En otros países existe un sistema de inocuidad alimentaria donde el pilar es el consumidor. Apenas el consumidor detecta que un vendedor no hace lo correcto o cuando se han enfermado así sea solo con un dolor de estómago, lo denuncian para que las autoridades vayan al lugar y apliquen medidas. Aquí (Ecuador) muchas veces los consumidores se enferman y ni siquiera van al médico”, sostiene Cevallos. 

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Educar a los niños sería la clave para tener consumidores con altos estándares de calidad, afirma Morales. 

 “Debemos enseñar a observar las fechas de vencimiento, empaques íntegros, que las latas no estén golpeadas, que al elegir un producto no sea primero el precio sino la integridad del mismo, ver las manos de la persona que te sirve, el estado de la mesa, que las salsas no estén expuestas. Debemos formar a nuestros hijos para que sepan dónde y qué comer”, señala.

 Según cifras publicadas en la página web del Ministerio de Salud Pública (MSP), hasta junio de este año se han reportado 11.411  casos de ETA a nivel nacional.  Este Diario pidió estos datos al MSP, pero no respondió hasta al cierre de la edición.

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 Las dolencias más comunes son las intoxicaciones alimentarias bacterianas, seguidas de hepatitis A y salmonela. 

Cada año se reportan más de 600 millones de casos de ETA en el mundo  y aproximadamente medio millón de muertes se atribuyen a la contaminación de alimentos, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

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En un estudio realizado por la Escuela Politécnica Nacional se indica que otro de los problemas de inocuidad alimentaria son los utensilios de cocina que se utilizan en Ecuador para preparar las comidas. 

Los científicos  realizaron  pruebas en  ollas de aluminio, usadas en la mayoría de hogares y comercios de Quito, de presión y de acero inoxidable. Agua con sal y con diferentes niveles de pH fue hervida en los recipientes. 

Luego del tratamiento de cocción, se detectaron pocos metales en el agua hervida en  las ollas de acero inoxidable y de presión. Sin embargo, en las de aluminio se “superaron los límites permisibles” establecidos por la OMS. 

La alianza entre las universidades,  la industria y el sector público ha demostrado ser la estrategia más eficaz para reducir el impacto de estas enfermedades a nivel mundial y en el país no debe ser la excepción, dice Cevallos. (I)

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