El joven y carismático exalcalde de la capital de El Salvador, Nayib Bukele, asumirá hoy la presidencia de su país tras rebelarse contra la política tradicional y poner fin a tres décadas de bipartidismo.

A sus 37 años, este empresario milenial no necesitó movilizarse demasiado por el territorio para ganar las elecciones del pasado 3 de febrero, ante el descontento generalizado con los partidos históricos. Para mensajes explicativos usa Facebook Live, y desde que ganó no ofrece ruedas de prensa, sus anuncios son vía Twitter.

A su estilo –raramente usa corbata, y suele lucir jeans, calcetines de colores vivos, chamarra de cuero y gorra–, Bukele pidió recibir la investidura presidencial en la céntrica plaza Gerardo Barrios.

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Durante la campaña electoral, popularizó la corta frase “devuelvan lo robado”, dirigida a los políticos, y que era vociferada por sus seguidores en actos públicos de la opositora Alianza Republicana Nacionalista (Arena, derecha) que gobernó de 1989 a 2009. También dirigió sus baterías contra el saliente gobierno del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), su expartido, al cual acusó de dejar el “país en ruinas”.

Bukele inició su carrera política con el FMLN, al que oxigenó electoralmente y con el que ganó la Alcaldía de San Salvador, pero el partido lo expulsó en 2017.

La familia Bukele simpatizaba con los principios de justicia social que el FMLN enarbolaba en los años ochenta, cuando era guerrilla, y llegó a brindar refugio a algunos de sus dirigentes pese al riesgo que representaba. Según el libro ¿Quién es Nayib Bukele?, del periodista Geovani Galeas, en 1987 el candidato vio ingresar en forma secreta a su casa al legendario guerrillero Schafik Handal, uno de los cinco comandantes del FMLN, que tras el fin de la guerra civil de 12 años, se convirtió en partido político en 1992, y gobierna el país desde 2009.

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Pese a ganar la presidencia (2019-2024) solo obtuvo 11 de los 84 diputados del Congreso, por lo que anticipó que “va a trabajar con todas las fuerzas políticas”. Algo que podría ser una debilidad, según analistas.

Entre sus retos, está el combatir la delincuencia. El Salvador tiene una tasa de homicidios de 51 por cada 100 mil habitantes, una de las más altas en el mundo. De igual manera tendrá que enfrentar a las pandillas o ‘maras’, que tienen alrededor de 70.000 miembros y que se dedican al crimen organizado.

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También deberá hacer frente a una deuda externa que alcanza poco más de 9.500 millones de dólares, sin afectar los programas sociales. (I)