En Las Malvinas, sur de Guayaquil, en la cooperativa Luz del Guayas, habita Antonio Gómez Reyes, guayaquileño de 61 años. Es tornero repujador. A los 16 años decidió trabajar para ayudar económicamente a su numerosa familia.

Recuerda que comenzó a laborar con Alberto Bolaños Franco, quien le “dio un chance” en su pequeña industria artesanal en la cual elaboraba filtros para café, achioteros, vasos para helados, ollas y moldes. Dicho local estaba en las calles 5 de Junio y la F, en el sur, por el mercado Caraguay.

“Él me dio la oportunidad de aprender este oficio: mecánica en general. Trabajé durante un año y aprendí a elaborar los filtros. Eso fue en 1976”, evoca.

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Dice que desde que era niño veía trabajar al maestro Bolaños porque dicho taller estaba cerca de su casa, pero sobre todo porque le gustaba lo que este artesano hacía.

En un año aprendió. Su maestro le dio la oportunidad de manejar una máquina: el torno, y el joven empezó a elaborar los vasos para helados, filtros para café molido, juguetes. “Trabajé con el maestro Bolaños 15 años y quedó satisfecho con mi trabajo”, asevera.

Gracias a un préstamo, en la casa que habita puso también su taller, llamado El Gato. “Yo mismo construí todas mis herramientas y las máquinas que son artesanales, compré el material necesario y las hice con la ayuda de un amigo cerrajero”, asegura con orgullo.

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Los juguetes de aluminio los elabora a partir de septiembre u octubre, cuando empiezan los pedidos. “Son ollitas de aluminio para que las niñas se entretengan, también unas cocinas del mismo material que un compañero hace para que hagan juego con nuestras ollas”.

Sus filtros tienen demanda todo el año, porque todos días se bebe café. Asegura que actualmente casi todos los locales que en Guayaquil venden café molido ofrecen sus filtros bajo el nombre comercial de Alumigato. “Es que nuestro taller se llama El Gato y el producto que vendemos es Alumigato, en alusión al aluminio, y Gato, en honor a mi papá fallecido porque a él le decían el Gato”, menciona con cierta nostalgia.

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Desde hace tiempo modernizó su tradicional filtro de café: “He innovado. Ahora hacemos un filtro un poquito mejor, más resistente, con una malla mejor de acero inoxidable. Eso gracias a mis conocimientos y mi Dios que me da salud y sabiduría”.

La diferencia entre ambos filtros: “Antes perforábamos la plancha del filtro con agujas de acero inoxidable y la adheríamos, pero sucede que los agujeros son muy anchos y filtra concho, por eso ahora opté por una malla de acero inoxidable, pero con los agujeritos adecuados para filtrar el café”, dice.

Su esposa, María Lara, es la encargada de la contabilidad y de la distribución de los productos. En el taller también se elaboran achioteras, moldes para tortas, para queso de leche y vasitos para preparar helados caseros, que ciertas amas de casa preparan y venden.

Antonio Gómez, el artesano de los filtros para café molido, quiere que sus hijos continúen con su oficio. (F)

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Tengo 43 años en el oficio y quisiera que mis hijos lo continuaran, que sigan haciendo filtros para esencia de café, porque sale una deliciosa esencia. El café pasado, filtrado, es de grano molido, sin químicos, saludable, de la mata al consumidor”. Antonio Gómez Reyes, 61 años, tornero repujador