Con 166 años de vida política, la parroquia rural Sinincay posee una amplia historia artística en la que destaca la producción con mármol.

De las hábiles manos de sus artesanos salen una serie de figuras decorativas y utilitarias que incluso se exportan a Estados Unidos y Europa.

Al llegar a esta población, ubicada a 12 kilómetros del noroeste de la ciudad, la presencia del mármol es evidente. Está en la fachada y el interior de la iglesia principal que data de 1936, en la cruz colocada el año de su creación (1853) y en los diferentes talleres artesanales y artísticos en los que se trabaja desde hace varias generaciones. Sinincay es una palabra kichwa que en español significa quebrada honda.

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Marcelo Gordillo tiene 54 años y heredó de Antonio, su padre, el apego por este oficio. Empezó a los 13 haciendo unos huevos decorativos, luego se especializó en hacer elefantes pequeños (producía hasta 100 por día) y en la actualidad trabaja en bases para trofeos deportivos, adornos para las casas y en ocasiones mesones.

Décadas atrás trabajar en mármol era como ir a una cirugía, pues todo era totalmente a pulso y con herramientas muy básicas. Lo más avanzado era un esmeril que requería un gran esfuerzo físico.

“Se amarcaba un bloque que tenía el peso de un quintal (100 kg) y a pulso se cortaban láminas de tres centímetros de ancho. Tenía que cortar rectito, pues si se movía un poco se rompía el disco que giraba a 3.000 revoluciones por minuto, y era peligroso”, dice Gordillo.

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Pero con el paso del tiempo las herramientas se modernizaron y en lugar de levantarlas se colocan en una gran mesa donde el proceso es más rápido. Si antes en un día se hacían dos hojas de mármol, ahora se pueden hacer hasta diez.

Un poco más abajo se ubica Marmolería El Progreso, un negocio familiar en el que trabajan ocho personas de tres generaciones. Fabián Gordillo lidera esta iniciativa tras la muerte de su padre, y recuerda que empezó haciendo ceniceros para la venta local, pero desde hace 15 años su principal mercado es Estados Unidos, donde exporta el 60% de su producción artesanal.

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Destaca que la gente aún aprecia la marmolería de Sinincay porque todo lo que se realiza es totalmente artesanal, a mano, no hay matrices o moldes para producir al por mayor. Lo que se nota aún más en la etapa de pulido donde cada figura es brillante.

Aquí se hace de todo: delfines, loros, frutas, tortugas, estrellas de mar, y la lista continúa. Algunas se han ido acomodando a la nueva tendencia del mercado y se las pinta ocultando su color natural.

Unas tortugas que envía al extranjero miden 50 centímetros de largo y para que lleguen bien las envuelve en papel periódico y luego en esponja. Según las dimensiones y los acabados pueden costar entre 60 centavos y 500 dólares. Con sus manos, paciencia y concentración hacen águilas, cerdos, delfines, loros y una gran variedad de productos. (F)