La migración provoca que las costumbres locales se nutran de los hábitos de quienes llegan. Los mismos migrantes nacionales buscan mantener la tradición ecuatoriana en Navidad en sus países de destino, pero están obligados a adaptarse ya que no es posible replicar todo, afirman.

 

Reencuentro con el ‘calor familiar’

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Los aeropuertos son los sitios donde un país se reencuentra. Sucede en las terminales Mariscal Sucre, José Joaquín de Olmedo y Mariscal Lamar, de Quito, Guayaquil y Cuenca. Estas bienvenidas son más numerosas cada diciembre cuando adquieren las tonalidades características de la Navidad con globos y carteles rojos, verdes, dorados.

El ingreso de ecuatorianos al país aumenta en el último mes del año con el arribo de los que migraron a Estados Unidos, España, Chile, entre otros países. En diciembre del 2017 llegaron 140.060 compatriotas, según el Ministerio del Interior. Las estimaciones de la cartera indican que en este 2018 entren 137.259. El 75% de ellos de entre 18 y 56 años de edad.

Juan Carlos Calle y Diana Matute son esposos y retornaron el jueves pasado al país tras permanecer por 18 años en Nueva York (Estados Unidos), a donde migraron por la crisis económica de finales del siglo XX. No podían regresar porque aún no tenían sus papeles en regla. En ese tiempo concibieron tres hijos, quienes también arribaron, todos vestían camisas rojas.

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Lo que más se extraña en Nochebuena es estar con toda la familia unida, allá no es fácil reunirse, por las obligaciones laborales, con los hermanos, tíos, primos”, asegura Juan.

Santiago Gordillo llegó el 13 de diciembre pasado a Cuenca para pasar Navidad con sus padres y demás familiares en la parroquia rural Sinincay.

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Tras bajar del avión de Tame que venía de Quito, su emoción era visible. Las grandes maletas eran la evidencia de que traía recuerdos para todos, pero en medio de la emotividad contó que lo más importante de regresar en esta fecha es “sentir el amor de la familia”.

A más de la tradicional cena navideña, Santiago dice que aprovechará su estadía para cumplir una labor social: la entrega de 135 canastas a los adultos mayores de la parroquia.

Santiago migró a Estados Unidos en 2009, pero tuvo que esperar seis años para su primer retorno, pues recién en el 2015 obtuvo sus papeles de la residencia. Desde entonces viaja de forma más frecuente. Esta vez llegó solo. Su esposa y sus hijos se quedaron en EE.UU.

Cuenta que la situación en Estados Unidos está difícil. Él tiene su propia compañía de construcción por lo que no puede darse unas largas vacaciones. “Pasar la Navidad con mis padres y con la gente que me vio crecer es un orgullo”, asegura.

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Santiago Gordillo a su llegada al aeropuerto de Cuenca. Foto: Johnny Guambaña

Orlando Gordillo, su padre, dice que reencontrarse cada cierto tiempo es “lo más hermoso”, más aún en esta época de Navidad, pero cada vez que vuelve a irse queda un vacío, se lamenta.

Pegada al ventanal del aeropuerto de Cuenca también estaba Elvia Morocho. Ella esperaba con ansias volver a ver a su hermana mayor Esperanza, quien migró a Estados Unidos hace 16 años.

Como la estadía de Esperanza será corta, apenas una semana, adelantaron la cena navideña para el sábado 15 de diciembre. El resto de días viajarán al valle de Yunguilla en el cantón de Santa Isabel y si les resta tiempo a otros poblados.

En Nochebuena volverán a conectarse a través del smartphone (teléfono inteligente) con el uso de las plataformas digitales WhatsApp y Skype. Es una rutina que mantienen durante los últimos cinco años, aseguran, siempre con la ayuda de los más jóvenes. 

 

Espíritu navideño a lo venezolano

Es como una energía que proviene del centro del universo. Es el espíritu de la Navidad que llega cada 21 de diciembre, según la creencia de los venezolanos. La tradición dicta que se abran puertas y ventanas para que entre a los hogares. La costumbre continúa en las ciudades que albergan a la diáspora venezolana que migra por la crisis económica. Y se repitió en Guayaquil el viernes.

La llegada se celebra con una cena, una torta navideña, el encendido de una vela, preferiblemente color naranja, en la que se consume un mensaje escrito en papel que incluye los deseos para el mundo, el país, la familia y los propios.

Tener un hogar en Ecuador y por la paz y la libertad del país con las mayores reservas de petróleo del mundo son algunos de los pedidos que escribieron Natasha y Claurisbel, dos de las venezolanas que residen en Guayaquil.

A Ecuador han ingresado 1’161.892 venezolanos desde enero del 2017 hasta noviembre último. Y en ese periodo han salido 953.186, es decir, se han quedado 208.706 que se estima pasarán las festividades de Navidad en el país, según cifras del Ministerio del Interior.

Claurisbel y Natasha, dos venezolanas que han migrado a Guayaquil. Foto: Francisco Verni 

Natasha llegó en agosto del 2016 con su esposo y los tres hijos de ambos procedentes de Mariara, en el norte de Venezuela, huyendo de la inseguridad. Ella recibió, dos años antes de su salida, un disparo en el abdomen cuando intentaron robarle el auto. Luego siete hombres armados ingresaron en cinco motos a la casa y ahí sí le robaron el auto. Eran alrededor de las cinco horas de la madrugada

Al salir de sus países de origen un migrante tiene sentimientos encontrados: odio, frustración, incertidumbre que en diciembre son reemplazados por la alegría y la esperanza, cuenta Claurisbel, quien llegó a Guayaquil en junio del 2017 con su esposo. Tenía cuatro meses de embarazo. Ella recuerda que en Venezuela se arma el árbol de Navidad o se hace la cena al son de las gaitas navideñas, la versión autóctona de los villancicos. “Son bailables, de letra alegre y empiezan a salir en las radios en noviembre”, dice.

En Venezuela se enseña a los menores de edad que el Niño Jesús entrega los regalos. Foto: Franscisco Verni

La tecnología acerca esas costumbres con el uso de la red social YouTube, que incluye un amplio repertorio de estas tonalidades. A ello se suman las videollamadas por WhatsApp o Facebook antes de la Nochebuena. “La comunicación es mala porque el servicio de internet en Venezuela es deficiente, el año pasado no pudimos comunicarnos”, recuerda Natasha, quien trabaja como profesora.

La migración ha complicado la costumbre de reunirse, pero no se pierde la esencia. A los niños se les dice que los regalos son traídos por el Niño Jesús, no por Papá Noel como acá, dice Claurisbel.

Y en la cena de Nochebuena no puede faltar la hayaca, el pan de jamón, pernil, ensalada de gallina (con papa y zanahoria), dulce de lechosa (papaya). Además del ‘ponche crema’ (rompope), una marca reconocida al ser un sabor que evoca recuerdos. Este año la hermana de Natasha con el esposo de ella y el hijo de ambos llegan a Guayaquil y traen una botella.

Los primeros días de la migración son difíciles. Encontrar casa, empleo. Son noches de acomodar la ‘cama’ en el piso con prendas sucias. Pero llegan los momentos felices como la primera Navidad en Ecuador que Natasha y su familia pasaron con una pareja ecuatoriana. Ahí probó el relleno. “Era la primera vez que comía y me gustó y luego vi el infaltable arroz, ¡hasta en Navidad!, dije”. 

 

'En Ecuador no son importantes los regalos en Navidad'

La migración de ecuatorianos que salen al exterior de la zona austral del país se ha revertido en parte con el retorno de algunos de los compatriotas, además de jubilados extranjeros que se han asentado en Cuenca. Son atraídos por la Ciudad de los Cuatro Ríos de los que el Tomebamba tiene en sus márgenes luces que anuncian la Navidad.

David Zoernig y Calvin Hefner residen en Cuenca desde hace cuatro años. Conocieron la ciudad en una revista. Primero la visitaron por turismo y luego se quedaron a vivir.

Comparten un departamento en el sexto piso de un exclusivo edificio del noroeste de la ciudad, en el que el ambiente navideño impera. Una gran corona de color rojo resalta en su puerta y rompe la pasividad de las blancas paredes. Son los únicos que han colocado ese tipo de adorno.

David Zoernig y Calvin Hefner, dos estadounidenses jubilados que viven en Cuenca. Foto: Johnny Guambaña

David asegura que la ciudad les encantó por tres aspectos: el clima, la cultura y el costo de la vida. Por eso no piensan regresar a Carolina del Norte, su estado natal en EE.UU. Tras estar cuatro navidades seguidas en una tierra ajena aseguran que en Cuenca “la familia está sobre los regalos, es la prioridad”, lo que no pasa en su país de origen, acota.

El armado del árbol y la decoración es algo que se toman en serio ambos. El que colocaron mide dos metros de altura. Cuentan que les tomó dos días armarlo. De arriba abajo hay luces y una infinidad de adornos como ardillas, bombillos, borregos, lazos, pájaros y hasta un piano de cola en miniatura. En la punta, en lugar de la típica estrella, hay un triple bombillo rojo con dorado.

Detrás de estos arreglos navideños se esconde parte de la vida de David Zoernig, pues algunos ‘adornos’ eran los juguetes de su infancia que tras 70 años conserva en excelente estado. Otros adornos fueron comprados en naciones a las que ha ido como turista.

Estas reliquias familiares se complementan con el pesebre de cerámica que su madre realizó en 1975 que también trajo a Cuenca.

La Navidad de estos dos norteamericanos transcurre entre el arte y la ayuda social. Calvin es un pianista y participa de conciertos benéficos junto a músicos amigos, pero también colaboran con la Posada San Francisco sirviendo comida caliente a migrantes extranjeros y a ecuatorianos que están en el desamparo.

En lo gastronómico no han perdido el gusto de hacer el “fruit cake”, un pastel bastante similar al pan de Pascua, que es típico de esta época. Pero también se han adaptado a las tradiciones locales y les agrada observar el Pase del Niño Viajero que se realiza cada 24 de diciembre. David asegura que lo que más le impresiona es la diversidad de las culturas representada en los trajes y danzas típicas, elementos que no se ven en su país de origen.

En Nochebuena ayudarán en la iglesia junto a otros extranjeros, sin dejar de hablar con sus familiares en EE.U.U. a través de videoconferencia.

Según datos de Cancillería entre el 2013 y 2018 alrededor de 3.400 personas jubiladas extranjeras llegaron a Ecuador. El Ministerio de Relaciones Exteriores entregó al 87% de ellos visas permanentes y el resto fueron de tipo temporal. Los retirados provienen principalmente de Estados Unidos, Canadá y España.

Al fondo está el nacimiento que data de 1975 y era de la madre de David Zoernig. Foto: Johnny Guambaña

David y Calvin dicen que piensan quedarse a vivir en Cuenca por siempre: “Forever”, aseguran.(I)