Hay una región en el mundo que ha logrado alcanzar el estatus de 100% orgánico.

Se trata de Sikkim, un estado en el norte de la India, limítrofe con Bután, Nepal y China.

Allí, el gobierno ha prohibido completamente el uso de fertilizantes sintéticos y pesticidas en los campos de arroz y maíz que pueblan los alrededores del Himalaya.

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Antes de eso había estado alrededor de una década integrando las prácticas agrícolas con lo que dicta la naturaleza. El gobierno regional asegura que su experiencia es una "hoja de ruta" para conseguir un planeta 100% orgánico.

Pero no todos están de acuerdo en que el mundo entero podría, o debería, seguir su ejemplo.

Los visitantes de Sikkim llegan para respirar aire fresco y comer alientos orgánicos, además de visitar las atracciones turísticas.

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¿Ser orgánico o no?

Sin duda el sector turístico se ha beneficiado: el número de visitantes se ha duplicado desde 2014.

"Las personas [vienen] de ciudades o países extranjeros porque desean vivir en casas familiares dentro de pequeñas aldeas para disfrutar del aire limpio del Himalaya y comer alimentos orgánicos", dice Prem Das Rai, diputado de Sikkim en la cámara baja del parlamento de la India.

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La agricultura en Sikkim es el sustento de aproximadamente el 80% de la población. De ella depende su trabajo y su alimento.

Los pesticidas pueden viajar por el aire y contaminar aguas y suelos cercanos.

"La agricultura orgánica es beneficiosa para los agricultores porque tiene menos costos [con pesticidas, fertilizantes y combustible] en comparación con los métodos químicamente intensivos de cultivo convencional", asegura Rai.

"Es mejor para el suelo, el medio ambiente, la salud pública y la nutrición".

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Impacto medio ambiental

La comida orgánica, por supuesto, fue la fuente de alimento del mundo durante siglos. Pero si podemos, o debemos, volver a un mundo 100% orgánico es un debate candente.

Por un lado, quienes apoyan un modo de vida orgánico dicen que los fertilizantes sintéticos y los pesticidas que se usan en la agricultura no se quedan simplemente en el suelo donde se utilizan, sino que también contaminan las granjas vecinas, las fuentes de agua e incluso el aire.

La filosofía orgánica también dice estar del lado de la biodiversidad porque valora las variedades locales en oposición a los alimentos modificados genéticamente, los alimentos transgénicos, la irradiación, los antibióticos profilácticos y las nanopartículas de ingeniería.

Para el estado de Sikkim, la conversión a la agricultura orgánica ha sido "trascendental", asegura Naciones Unidas.

El doctor John Paull, de la Escuela de Tierras y Alimentos de la Universidad de Tasmania (Australia), dice que la agricultura que utiliza químicos es ambientalmente insostenible y eso tiene un impacto en la seguridad alimentaria.

"Si seguimos por el camino en el que estamos ahora, de estrechar la base de los alimentos reduciendo los cultivos y la diversidad genética, se creará una inseguridad que pagaremos en el futuro".

"Peor calidad"

La industria alimentaria, por otro lado, tiene una visión muy diferente.

Ellos dicen que los cultivos orgánicos son de peor calidad y dan más problemas. Esto hace que los precios sean más altos, una diferencia que acaba pagando el consumidor.

Científicos de universidades como Stanford o Cornell (ambas en Estados Unidos) han cuestionado la idea de que los alimentos orgánicos sean más beneficios para la salud humana o el medio ambiente.

Además, la agricultura orgánica requiere más tierra que la química, debido a sus bajos rendimientos.

La industria alimentaria convencional dice que los productos orgánicos son más caros y dan mayores problemas de cultivo.

Convertir todos los cultivos en orgánicos, por tanto, aumentaría aún más la demanda de tierra, lo que puede conducir a la deforestación.

Otro reto es la demografía. Se cree que la población mundial aumentará de los actuales 7,6 mil millones a 10 mil millones para 2050.

¿Podemos alimentar a más personas con una agricultura menos productiva?

¿Suficiente alimento para todos?

"No podemos centrarnos solo en la producción, también tenemos que abordar el consumo", dice Adrian Muller, investigador del Instituto de Investigación de Agricultura Orgánica (FiBL por sus siglas en inglés), con sede en Suiza.

Intentó abordar ese enigma en un estudio publicado el año pasado en la revista científica Nature Communications.

Para convertir el 60% de los cultivos en orgánicos con solo un aumento "marginal" del uso de la tierra, por ejemplo, nuestro consumo de productos animales, como carne, leche y huevos, tendría que reducirse en un tercio.

La producción de piensos para ganado compite por el uso de la tierra con la producción de alimentos para humanos.

Y es que, según la FAO, el ganado ocupa el 59% de las tierras sin hielo del mundo (26% para el pastoreo y 33% para la producción de piensos), mientras que solo representa el 15% de las calorías.

Al mismo tiempo, los residuos de alimentos deberían reducirse a la mitad, de acuerdo con la ecuación de FiBL.

Lógica defectuosa

"Las fallas en esta lógica son evidentes", escribió el periodista experto en medio ambiente Mark Lynas, en un artículo publicado por Cornell Alliance for Science, una universidad que aboga por el uso de la biotecnología en la agricultura.

Lynas argumentó que "sin embargo, aunque para muchos el vegetarianismo puede estar motivado tanto por la protección del medio ambiente como el cuidado de la salud propia, lo cierto es que el consumo de productos animales está aumentando, no disminuyendo, a medida que los países en vías de desarrollo alcanzan niveles de vida más altos".

En cuanto al desperdicio de alimentos, el experto reconoce que no hay solución fácil para un problema "increíblemente complejo e intratable".

Potencial insatisfecho

Pero la producción de alimentos orgánicos se está volviendo cada vez más popular.

Aunque solo el 1,2% de las tierras agrícolas del mundo tienen el certificado de ser orgánicas, el año pasado 178 países cultivaron alimentos orgánicos, según FiBL.

A nivel mundial, todas las tierras agrícolas certificadas como orgánicas suman 58 millones de hectáreas, aproximadamente el tamaño de Ucrania o Kenia.

Casi la mitad de esta área se encuentra en Australia, donde el ganado pasta en extensos campos.

La mitad de las tierras que hay en el mundo certificadas como orgánicas están en Australia.

Este es una idea un tanto alejada de lo que el doctor Paull llama "Otopia", la utopía de un mundo totalmente orgánico, el sueño del movimiento orgánico, pero es un movimiento que está creciendo.

La fuerza del mercado

El rechazo contra los productos químicos en la agricultura ha creado un mercado global con un valor de casi US$90 mil millones, según el FiBL.

Si bien los países desarrollados son los principales mercados de consumo, EE.UU. es el más grande; los suizos y los daneses son los que más gastan per cápita.

También parece que también hay un fuerte gusto por los productos orgánicos en las principales economías emergentes.

En una encuesta realizada en 2017 por la firma de datos de mercado GfK, los consumidores en China, Rusia y Brasil resultaron ser los que más consideran la etiqueta "orgánico" como un factor importante a la hora de elegir con qué se alimentan.

El mercado de productos orgánicos ha crecido cerca de US$90.000 millones, según FiBL (Instituto de Investigación de Agricultura Orgánica).

En algunas partes de Brasil, las autoridades están obligadas a priorizar los productos orgánicos cuando se trata de contratar los servicios de comedor de los colegios.

Aprovechando la demanda

En Sikkim, el congresista Rai dice que la "marca orgánica" está atrayendo a nuevos empresarios interesados ​​en desarrollar técnicas agrícolas orgánicas de una manera moderna y científica.

"Muchos jóvenes con estudios están recurriendo a la agricultura orgánica después de reconocer el inmenso potencial que se puede extraer si se aprovecha la demanda orgánica global", sostiene.

El cultivo orgánico está atrayendo a nuevos jóvenes emprendedores, asegura el congresista Rai.

"No hace falta decir que el mundo debería avanzar hacia la transformación orgánica. En muchos sentidos esto ya ha comenzado", agrega.

"De manera holística, es lo correcto en el siglo XXI. Los beneficios y el impacto socioeconómicos superarán con creces cualquier otro inconveniente", concluye. (I)