“Eran nueve, en total: ocho hombres y un muchacho de catorce años”, así inicia José de la Cuadra su obra Banda de pueblo –publicada en 1932– que cuenta la aventura de una banda de música por fiestas poblanas que ellos alegran entierros que acompañan, serenatas amorosas que ofrecen y diversas fiestas religiosas, siempre para ganarse el pan. Lo De la Cuadra es excelente literatura, lo que continúa es una crónica con personajes contemporáneos de carne y hueso.

Para Brenda Chávez, todo comenzó siete años atrás, cuando su padre, Gabino Chávez, murió y ella heredó la dirección de la banda de pueblo Virgen del Cisne y también de un conjunto orquestado.

“Esta es una tradición familiar de muchos años. Desde mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre. La mía es la cuarta generación”, dice Brenda en su local ubicado en García Goyena y Abel Castillo.

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Cuenta que su bisabuelo tocaba el trombón y su padre, Luis Gabino Chávez la percusión, ambos trabajaron en diversos conjuntos musicales y bandas de pueblo.

Ella es ingeniera comercial y se desempeñaba en dicha profesión, pero a la muerte de su padre tuvo que asumir el mando. “Para mí fue sobrevivir en otro mundo, pero aprendí rápidamente. Porque como hija única le prometí a mi papá llevar la batuta, siempre seguir con la música y he quedado en su reemplazo”, sostiene.

Desde entonces, como directora del conjunto y banda de pueblo siempre acompaña a ambas agrupaciones. “La gente que nos contrata se da cuenta de mi trabajo –señala–. Yo me encargo de los contratos, del vestuario de los músicos y de la presentación”.

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Comenta que a la banda de pueblo Virgen del Cisne, sus clientes la requieren para fiestas populares y cumpleaños. Una banda básica está integrada por cinco músicos: Un saxo, una trompeta, un trombón, la batería completa, además de bombos y platillos. Aunque todo depende del interés del cliente y puede tener más integrantes, lo que varía es el costo. “Soy una persona que comprende al cliente y en el precio más que nada”, informa.

¿Qué música interpretan?, indago y dice que toda clase de música popular: valses, pasacalles, música tradicional y navideña durante este mes de diciembre.

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“También acompañamos sepelios, actos para personas de la tercera edad y animamos todo tipo de eventos”, agrega. “He visto llevar el ataúd y el llanto desgarrador que sucede cuando uno entierra a un ser querido. Nunca falta el tema Nada es eterno en la vida, pero nosotros solo tocamos la melodía, sin interpretación porque somos una banda de pueblo”.

Brenda nunca olvidará cuando la contrataron para que organizara un velorio, pero lo fuera de lo común y extraño fue que deseaban que dicha ceremonia fúnebre fuese una fiesta nocturna. “Tocando la orquesta con piano, bajo y demás instrumentos y el cantante interpretando como si fuese un baile, fue como una fiesta alegre de pueblo”, recuerda.

Habría que decir que Brenda no solo tiene dos bandas, a veces organiza a cinco o seis agrupaciones musicales, eso ocurre especialmente durante días festivos como el 25 de diciembre o el 31, fin de año o para el seis de enero, fiesta de Reyes Magos.

En dichas oportunidades, arma conjuntos de cinco músicos: saxo, trompeta, batería, platillos y bombos. O una agrupación de ocho integrantes: cantante, piano, bajo, batería, trompetas y un guía que dirige al grupo en cuestión de música, que siempre es quien maneja la percusión y los vientos. Obviamente la directora siempre será Brenda Chávez.

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¿Hasta cuándo en esta labor?, indago a la heredera de la música popular y ella responde: “Hasta que Dios me dé vida y permita. Todavía tengo mucho por dar. Mientras tenga vida saldré adelante como le prometí a mi papá”.

Esta historia de herencia musical de Brenda Chávez comenzó recién hace siete años, todavía tiene por delante bastante camino por recorrer. (I)