Nuestra Señora de la Victoria en Inuvik es el nombre que lleva un particular templo católico canadiense. Conocida como “Iglesia iglú” es el monumento más fotografiado de esa localidad, señala una publicación del portal Aleteia.

Ubicado a tan solo unos 200 kilómetros del círculo polar ártico, la iglesia fue diseñada a finales de la década de los 90 para reflejar la cultura local del pueblo inuit en el recién establecido pueblo de Inuvik.

Según la nota, el que la iglesia sea circular no responde a un motivo estilístico. Su edificación en forma de iglú fue seleccionada como el diseño más adecuado dada la geografía de la región Mackenzie Delta de los Territorios del Noroeste.

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Cuando se fundó el pueblo, como el área era vulnerable a inundaciones, la mayoría de los edificios se construyeron sobre estructuras de pilotes anclados en el permafrost, que estaban a dos metros bajo el suelo.

“Si construimos una iglesia con campanario y los pilotes empiezan a moverse, se va a caer”, declaró el padre Joseph Adam para el periódico The Evening Day. El pastor de la localidad se percató de que construir una iglesia elevada sobre pilotes no funcionaría.

Para un mejor diseño para la iglesia, Adam consultó al hermano Maurice Larocque, un miembro quebequés de la Orden de Misioneros Oblatos, que había llegado al Ártico 30 años antes como carpintero de la misión. Ambos decidieron usar una forma circular para ayudar a mitigar los efectos del movimiento del suelo a causa del hielo. “Si se hunde 15 centímetros en un lado”, afirmó, “no se notará y siempre podemos volver a levantarlo con el gato para nivelarlo de nuevo”.

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En el camino

El proyecto encontró algunos problemas cuando, desde las autoridades gubernamentales, les negaron el permiso de construcción de la iglesia porque no podían entender los planos amateur de Larocque.

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Sin embargo, las obras empezaron en el verano de 1958, con lo que atrajeron la atención de inspectores del Gobierno que intentaron detener la construcción. Aun así, las obras consiguieron hacerse después de que un ingeniero estructural contratado por el obispo declarara que la iglesia era “lo bastante robusta como para durar otros 200 años”.

Siguiendo los preceptos de frugalidad de la Orden Oblata, se usaron materiales reciclados, incluyendo mangos de palos de hockey, para ahorrar dinero. El tejado se revistió de aluminio reflectante para imitar los bloques de hielo que forman los iglús inuits. (I)