En los últimos días de octubre, el cementerio es más visitado por deudos que empiezan a arreglar las tumbas. Para el Día de los Difuntos debe lucir limpio, pintado y con flores frescas.

“Claro, la entrada más hermosa es la de las Palmeras. Además, es el sector de los muertos más antiguos”. ¿Miedo? ¡No!, me comenta un guardián.

El Cementerio General está ubicado sobre Julián Coronel, conocida como la Calle de la Amargura porque aglutina a instituciones emparentadas con la enfermedad, la vejez y la muerte.

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“Esta es la entrada hacia una nueva vida”, dice la frase escrita en latín sobre el inmenso portón Nº 2. Ahí nace un sendero adornado, a ambos costados, por palmeras, farolas y bancas para el descanso.

Casi todos los mausoleos son verdaderas obras de arte del más fino mármol italiano. En sus respectivas esquinas tienen grabado el nombre del escultor, casi todos italianos y ya desaparecidos, por ejemplo: Prof. Enrico Pacciani, Fuccione, Luigi Milán, Juan del Vecchio, G. Benedice, P. Capurro, entre otros, y maestros de las esculturas funerarias de artistas locales como César A. Quizhpe.

Este es un sector de tumbas de hombres destacados, políticos, científicos, mujeres ejemplares o adinerados de la época del gran cacao y otros frutos. Todos ellos están rodeados por una artística comunidad de mármol: ángeles sollozando sobre fosas frías; vírgenes protegiendo en sus pechos a niños durmiendo el sueño eterno; hombres casi desnudos estáticos por el dolor; ángeles sin sexo, pero con alas, lanzando anclas que significan varar en el último puerto o mantos caídos entre un ramillete de flores de piedra fina.

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En esta comunidad de mármol están las tumbas de grandes y recordados personajes de nuestra historia: Pedro Carbo, Lizardo García, Lorenzo Ponce, José Joaquín de Olmedo, Clemente Yerovi, Dr. Alejandro Lascano, Diego Noboa Arteta, Emilio Estrada, Francisco María, Claudio Roca y Rodríguez, general José Villamil, Alfredo Baquerizo Moreno, Francisco X. Aguirre, Dr. Luis Vernaza, Dr. León Becerra y hasta el mismo doctor Julián Coronel (un busto suyo mira constantemente la calle que lleva su nombre).

Al general José María Urbina se lo recuerda así: “Redimió al indio, liberó al esclavo”. Al fondo está el mausoleo levantado en honor a Vicente Rocafuerte, un poco a la izquierda y subiendo unas pocas gradas se encuentra la tumba de Mercedes de Huaraca Duchicela XXVI. Por todo el cementerio hay colonias de gatos que adornan, aún más, con su felina belleza el lugar.

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Otros sectores

Un guardián me señala el camino hacia el Cementerio de los Judíos (ubicado dentro del Cementerio General y subiendo una serie de gradas desde la puerta Nº 1). Es un pequeño panteón, las tumbas están sobre el nivel del suelo y todas tienen grabadas la Estrella de David. Allí está un mausoleo dedicado: “A los mártires judíos cuya sangre forjó el más humano ideal ¡La Libertad!”.

A un costado se levanta un obelisco dedicado a los bomberos, héroes de Guayaquil cuando el fuego amenaza convertirla en ceniza.

Las tumbas más populares son nichos y sobre la pared se pinta el nombre y las fechas del nacimiento y muerte del fallecido. Se dibuja a pincel y con pintura negra: ángeles ascendiendo a los cielos a un cuerpo desnudo; al hermano Miguel, al hermano Gregorio, a la santa Narcisa, a ángeles dormidos en el regazo de la muerte. En este sector el mármol está ausente. Arriba, en el cerro, las tumbas son más humildes y el ataúd está enterrado en la tierra rojiza de la colina.

Abajo los personajes más visitados, según los guardianes, son Julio Jaramillo, Jaime Roldós y su esposa. En estos sepulcros nunca falta un ramo de flores. (I)

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